El Carnaval de Rio de Janeiro desempolvó su espíritu político. Y prueba de ello es que este lunes, en el segundo y último día de desfiles, el Sambódromo se convirtió nuevamente en escenario de críticas contra políticos corruptos y hacia la onda conservadora en Brasil.
El desfile de Unidos da Tijuca en homenaje al actor brasileño Miguel Falabella dio el pistoletazo de salida a otra noche extendida de samba, disfraces coloridos y bailes sensuales en la que se presentaron las seis últimas escuelas de las 13 que forman el llamado Grupo Especial, la élite de la samba.
Portela, campeona del año pasado junto a Mocidade, emocionó a los más de 70.000 espectadores del Sambódromo con su elegante desfile sobre los inmigrantes que ayudaron a fundar Nueva York, mientras que la "furiosa" Salgueiro reivindicó la figura de la mujer negra con un poderoso y emotivo desfile, en el que hubo incluso un carro lleno de bailarinas embarazadas.
Pero, de todas, Beija-flor es la escola que dio más que hablar esta noche con su desfile inspirado en la figura de Frankenstein, novela que cumple 200 años, para ilustrar el "monstruo" corrupto, abandonado e intolerante en el que, desde su punto de vista, se ha convertido Brasil.
"Unión de la Isla del Gobernador" ha elegido la gastronomía para "Brasil come de todo", un repaso por el sabor de la comida brasileña y por su cultura.
"Emperatriz Leopoldinense" conmemoró el bicentenario de la creación del Museo Nacional, el primero del país.
Los políticos implicados en el megaescándalo de corrupción de la Lava Jato se vieron reflejados en su desfile, que también denunció las intolerancias raciales, religiosas y sexuales del país con la participación estelar de la cantante drag queen Pabllo Vittar.
Olvidar la crisis
El "¡Fora Crivella!" ha sonado con fuerza estos días dentro y fuera del Sambódromo porque el Carnaval, además de atraer a 1,5 millones de turistas y de generar más de 1.000 millones de dólares para la ciudad, da una tregua a las tragedias cotidianas de Rio, sumida en una dura crisis económica y de violencia.
"Uno viene aquí y se olvida de todos los problemas. Solo pensamos en disfrutar el Carnaval y ser felices", decía Paulo Ze da Silva, uno de los músicos de Unidos da Tijuca.
La crisis económica, no obstante, apenas se ha notado en la pasarela del samba, donde las escolas están luciendo espectaculares, con disfraces y carros alegóricos con tanta pompa como de costumbre.
Este año también ha habido mayores controles de seguridad tras la edición accidentada de 2017, con tests de alcoholemia para los conductores de los gigantescos carros alegóricos.
Una dura competición
Pero, pese al ambiente festivo, lo que se vive en el Sambódromo es una dura competición entre los más de 3.000 integrantes de cada escuela de samba con un único objetivo: coronarse reina del carnaval.
En una hora, se examinan los esfuerzos de todo un año y cada error se penaliza.
¿La campeona del carnaval? Solo se sabrá el miércoles de ceniza.
Paulo Roberto, un jubilado de 65 años vestido de indígena, estaba seguro que su Portela será bicampeona, pero en cualquier caso dejaba una reflexión al aire: "Rio es esto, Rio es samba".
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