El 8 de noviembre de 2016, hace exactamente un año, los ojos del mundo estaban posados en los Estados Unidos, donde el republicano Donald Trump y la demócrata Hillary Clinton se enfrentaban en las elecciones presidenciales para suceder a Barack Obama.
La guerra civil en Siria, el aumento de la amenaza del Estado Islámico, el acuerdo nuclear con Irán, las tensiones con la Rusia de Vladimir Putin, el control de armas, las restricciones migratorias y la economía norteamericana eran algunos de los temas en los que el magnate prometía un cambio radical respecto a las políticas de Obama.
Pero la campaña, en cambio, estuvo centrada en acusaciones cruzadas entre los candidatos.
Después de una larga jornada, llena de expectativas, el destino le volvió a dar la espalda a las encuestas. Trump se convirtió en el 45.° jefe de Estado norteamericano.
La ex secretaria de Estado obtuvo mayor cantidad de votos: poco más de dos millones de diferencia. Sin embargo, el magnate republicano se impuso en estados claves, lo que le permitió conseguir más votos del Colegio Electoral.
Las victorias que consiguió Trump en Ohio, pero sobre todo en Florida, fueron fundamentales para torcer los pronósticos. Hillary ganó en Virginia, pero no fue suficiente.
Pasada la medianoche, cuando se conocieron los resultados, un victorioso Trump salió desde su centro de campaña, en Nueva York, junto con su compañero de fórmula, Mike Pence, para dirigir su primer mensaje como presidente de los Estados Unidos.
Allí se mostró muy diferente al Trump verborrágico y desafiante de la campaña. Con un tono conciliador, aseguró que gobernaría "para todos los estadounidenses": "Es tiempo de que los Estados Unidos cierren sus heridas. Tenemos que unirnos (…) Me comprometo a ser presidente para todos los estadounidenses. Para que ellos que no me respaldaron, que fueron muchos, les hablo a ustedes para que podamos trabajar juntos".
El republicano reconoció en su discurso que Clinton lo había llamado para felicitarlo.
Luego del sacudón que se desató tras conocerse los resultados, el mundo entero esperaba la palabra de Hillary, quien volvía a tropezar en su intento de llegar a la Casa Blanca. Pero la candidata demócrata optó por el silencio. John Podesta, su jefe de campaña, se presentó en el escenario del Javits Center, también en Nueva York, para anunciar que Hillary no saldría a hacer declaraciones.
"Aún están contando votos, y cada voto cuenta. No tendremos nada que decir esta noche. Entonces escúchenme: todos deberían ahora ir a casa, a dormir. Tendremos más para decir mañana". Ese fue su escueto mensaje. Sin embargo, los resultados ya eran irreversibles: Trump era el nuevo presidente de los Estados Unidos.
Las postales de los seguidores demócratas, desolados e impactados por la derrota, dieron la vuelta al mundo.
Este miércoles, el mandatario recibe su primer aniversario al frente de la Casa Blanca en Asia, donde se encuentra en gira oficial.
LEA MÁS: