En el barrio de Kensington, al norte de Filadelfia (Pensilvania), un desolador paisaje se dibuja cada jornada en lo que es conocido como el mayor "mercado abierto" de heroína del este de los Estados Unidos.
Dominick Reuter, corresponsal de la agencia AFP, se sumergió en el descampado durante tres días para conversar con los adictos y conocer sus historias en medio de una crisis sanitaria por el alto consumo de opioides en los EEUU. "Esto es una emergencia nacional y estamos redactando documentos para certificarlo", indicó el presidente Donald Trump la semana pasada.
Conseguir una bolsa de la droga no es difícil. Además de su precio de venta (USD 7), las jeringas se volvieron un bien solicitado y vender un paquete de 10 unidades vale por un paquete pequeño de "heroína mexicana extraordinariamente pura".
El reportero escuchó el testimonio de los adictos, algunos de los cuales aseguran ser funcionales, con un trabajo y estabilidad económica, pero que cayeron en la adicción tras comenzar a consumir calmantes para el dolor. La heroína es más barata que las pastillas en el mercado negro, y mucho más barata que las marcas disponibles en farmacias.
No obstante, el testimonio más común es de la gente que perdió su familia y su hogar por su adicción.
De acuerdo con cifras de los Centros de Control y Prevención de Enfermedades (CDC), las muertes por sobredosis con opiáceos, que incluyen los analgésicos, las drogas sintéticas y la heroína, se duplicaron entre 2002 y 2015 en los Estados Unidos. Cada día, 91 estadounidenses mueren por sobredosis de estas sustancias.
El fotógrafo afirma que se preparó para el trabajo y era consciente de los peligros, pero nada le borró las sensaciones que vivió. "En ningún punto quise estar allí. La combinación de crudo dolor humano, la desolación y el reto mental contra los riesgos era demasiado para balancear. Nadie quería estar allí. Simplemente no había otro lugar para ir".