Puede verse la sangre, pero sólo la imaginación nos dirá que su color es de un rojo intenso. Las primeras imágenes capturadas en una escena del crimen permitieron al renombrado detective francés Alphonse Bertillon iniciar sus investigaciones sobre asesinatos en la lejana París de 1900.
Fue un pionero en el arte de la investigación criminal. En las fotografías se observan detalles acerca de cómo los homicidas dejaron los cuerpos sin vida de sus víctimas: al costado de sus camas, en una tienda, en la sala. También se muestran los cuerpos enterrados dentro de un granero. Todo es aterrador. La decoración que rodea a cada uno de los cadáveres también es sobrecogedora. ¿Es eso, acaso, lo que provoca un intenso escalofrío al observarlas?
Algunos de los cuerpos están tendidos en una escena desordenada, de caos. Otros, en sus habitaciones impolutas, como si la muerte -y su asesino- los hubiera sorprendido sin que se dieran cuenta. Bertillon -policía parisino- fue un pionero en la investigación criminal. Fue él quien inventó, entre otras cosas, en 1912, las famosas fotografías del rostro de los sospechosos de frente y perfil.
Su fama era tan reconocida que hasta en la novela de Sherlock Holmes El sabueso de los Baskerville, al detective inglés se lo nombra como "el segundo más importante de Europa", lo que golpea su ego. Bertillon fue el primero en darse cuenta de la importancia de documentar la escena de un crimen. Creía que era una de las pocas formas en que ningún detalle podría ser descuidado.
El detective francés debió también luchar contra aquellos que se oponían a realizar las tomas. Encontraban inmoral fotografiar los cuerpos sin vida de personas que habían muerto en circunstancias violentas. Sin embargo, los resultados fueron excelentes y, pronto, la Policía de París se convirtió en la envidia de las demás capitales del mundo. A Bertillon se lo comenzó a conocer como "El profeta" de los detectives.
Su sistema antropomórfico para poder identificar a los sospechosos de los asesinatos fue revolucionario y sólo reemplazado en su efectividad cuando se descubrió la importancia de las huellas dactilares. Bartillon murió el 13 de febrero de 1914, en París, por causas naturales.
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