Una cartelera de anuncios en la ciudad ucraniana de Pripyat todavía lleva una edición del periódico Sovietsky Patriot, fechado tres días antes de la explosión nuclear que convirtió a la ciudad en uno de los pueblos fantasma más desolados del mundo.
Pripyat fue evacuado apresuradamente un día después de que un reactor en la planta, a 3 kilómetros de distancia, explotó el 26 de abril de 1986. El estallido y el posterior incendio arrojaron una nube radiactiva en gran parte del norte de Europa.
El accidente nuclear envió a la atmósfera radiación equivalente a 500 bombas de Hiroshima.
Pripyat es ahora una muestra de todo lo que salió mal. Como tal, se ha convertido en un destino turístico, seductor para aquellos cuya lista incluye la inclinación por el peligro.
Las empresas turísticas ofrecen excursiones de un día a Pripyat y el área alrededor de la planta, donde los niveles de radiación se han reducido lo suficiente como para hacer tolerables las breves visitas.
Los niveles son todavía lo suficientemente altos como para que nadie pueda residir permanentemente dentro de un radio de 30 kilómetros de la planta.
Cada año, la naturaleza recupera un poco más de Pripyat. Los tejados de los edificios crecen pequeños árboles, sus pisos y paredes se deterioran lentamente debido a la lluvia, la nieve y las cambiantes temperaturas.
La mayoría de los edificios están en tal decadencia que se aconseja a los visitantes no entrar en ellos, una advertencia que muchos ignoran.
Con información de AP
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