El Neza Arena es uno de los ámbitos elegidos para este tipo de peleas extremas, un edificio viejo y sucio ubicado en los suburbios de la Ciudad de México. Acuden espectadores ávidos de ver sangre. Literalmente.
Impacientes, gritan y silban, de menos a más en forma gradual, incitando a los luchadores a comenzar con el espectáculo.
"Somos luchadores extremos, pero no somos violentos, ya tenemos demasiada violencia en este país", aseguró "Crazy Boy", jefe de una compañía que solía llamarse Desastre Total Ultraviolento, o simplemente DTU.
Los luchadores unen sus manos y se dan ánimo antes de subirse al ring en lo que será un nuevo espectáculo.
Este tipo de eventos cuenta con nueve años de antigüedad y se centra en los aficionados que quieren ver una lucha libre diferente, más sangrienta que la versión tradicional. Por eso preparan armas caseras, ninguna de fuego, pero sí cortantes.
Los combates no sólo son adentro del ring, sino también por fuera. Las peleas pasan de ser un enfrentamiento real a un espectáculo total.
"La gente viene aquí para divertirse, disfrutar de lo que ven, y siempre están pidiendo algo más", agregó "Crazy Boy". No quiso dar su verdadero nombre, ya que cree conveniente mantener el anonimato para preservar el atractivo del deporte.
La empresa fue renombrada hace un año, con el fin de diferenciarla de las connotaciones violentas. El nombre anterior hacía referencia a las brutales campañas de droga en México.
Ahora es conocida como DTU Mexican Professional Fighting.
Con el paso del tiempo, las peleas extremas se han vuelto cada vez más populares en el país latinoamericano.
Sin embargo, DTU cuenta con un perfil más bajo que el circuito profesional más famoso, conocido como lucha libre, por eso tiende a reservar lugares más pequeños y en los suburbios.
Al momento de luchar, seis peleadores suben al ring y una vez que se da inicio, vale todo.
Sillas y luces de neón aparecen en el escenario, estas últimas causan pequeñas explosiones que dispersan pequeños trozos de vidrio por toda la zona.
Además de los elementos mencionados también se les otorgan cuchillos de plástico y tenedores para herir a sus oponentes. Aproximadamente la mitad de los luchadores utilizan máscaras.
La sangre comienza a brotar del cuerpo de los combatientes y allí es cuando la multitud comienza a volverse loca gritando más fuerte de lo normal.
Después de alrededor de 15 minutos de batalla campal dentro y fuera del ring, los que quedan en pie se transformaron en ganadores, corroborados por un árbitro que les otorga la victoria.
No les importa tener sus rostros ensangrentados. Están cansados, pero todavía mantienen una sonrisa de satisfacción. Pero ellos sabían que la pelea no había acabado.
Antes de retirarse, surgieron nuevos desafíos acompañados de insultos. Los perdedores prometían venganza.
Ese altercado es parte del espectáculo en el que, sin aceptar la derrota, se funden nuevamente en unos minutos más de pelea. Finalmente se abrazan y terminan elogiando las habilidades físicas del otro.
Un hombre se encarga de vender dulces en la fase previa al combate dentro del área de combate.
Irónicamente, una fraternal muestra de hermandad marca el final de la noche.
Muchos fanáticos se dirigieron hacia las salidas mientras que otros buscaban autógrafos y selfies con sus luchadores favoritos.
El luchador conocido como "Cíclope" se encuentra en el suelo después de perder una lucha extrema contra Los Malkriados, en un ring situado en un lavadero de autos en Tulancingo Hidalgo, México.
Mientras tanto, el personal de limpieza comienza su trabajo dentro del Neza Arena. Había que juntar los restos de armas y quitar la sangre derramada que cubre el ring.
Actualmente, existe un seminario de DTU que se realiza en la Ciudad de Tulancingo, en el cual buscan enseñarle a los luchadores cómo utilizar armas dentro de la batalla.
También deben aprender primeros auxilios, en caso de un accidente inesperado dentro del ring con alguno de sus compañeros. El doctor Cesar Picazo se encarga de dar ese taller.