Traficante de armas y enemigo de ISIS: el hombre que sabe dónde fue enterrado Khadafi

En el hogar de Anwar Sawan estuvieron los cuerpos del dictador libio y su hijo. Los ocho testigos y el pacto para no revelar dónde está su tumba

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Anwar Sawan provee armas y municiones a las milicias que combaten al Estado Islámico en Sirte, Libia. En su vivienda estuvo el cadáver de Khadafi (The Washington Post)
Anwar Sawan provee armas y municiones a las milicias que combaten al Estado Islámico en Sirte, Libia. En su vivienda estuvo el cadáver de Khadafi (The Washington Post)

MISURATA, Libia – La habitación donde el ensangrentado cuerpo de Muammar Khadafi alguna vez descansó está ahora atestada de polvorientas cajas y el freezer que mantuvo el cadáver de su hijo ya no existe. Pero el dictador libio y las luchas desatadas tras su muerte cinco años atrás todavía permanecen en la vida de Anwar Sawan.

Horas después de que Khadafi y su hijo fueran asesinados en las revueltas del mundo árabe, los combatientes de Misurata llevaron sus cuerpos como trofeos a esta ciudad curtida en la batalla.

Los cadáveres pasaron la primera noche en la casa familiar de Sawan, dando brillo a sus credenciales revolucionarias. Hoy, su propio hogar, un contenedor transformado, es un centro de apoyo para las milicias de la ciudad y de búsqueda de influencia.

Guardados en su contestador telefónico color amarillo canario existen aún mensajes de leales seguidores de Khadafi que creen que Sawan jugó un papel clave en su muerte y que sabe dónde está el lugar secreto donde se enterró al dictador. "Te atraparemos, bastardo", dice uno.

En una nación donde la violencia marca el ritmo, Sawan es uno de ellos. Envuelto en casi cada conflicto que siguió a la muerte de Khadafi, este libio contribuyó a la caótica trayectoria que vivió su país: de las rivalidades y disfunciones que emergieron luego de cuatro décadas de autoritarismo a las luchas por el poder, el petróleo y el territorio.

La casa de Sawan. Llena de cajas. Allí estuvo el cuerpo sin vida de Khadafi y de su hijo (The Washington Post)
La casa de Sawan. Llena de cajas. Allí estuvo el cuerpo sin vida de Khadafi y de su hijo (The Washington Post)

"Participé de cada guerra desde 2011 con el mismo entusiasmo", declaró Sawan, un ex ejecutivo de empresa con 45 años y nariz afilada, con una voz rasposa y enérgica.

Para las milicias de Misurata, compra armas y municiones entre las fuerzas más poderosas de las facciones de Libia. Muchos son sobras de la época de Khadafi, chalecos antibalas, comida y agua, cualquier cosa que le haga sacar una ventaja sobre las otras tribus regionales rivales.

Desde mayo, Sawan ha suministrado a las milicias que combaten al Estado Islámico de Libia en la ciudad costera de Sirte, a casi 200 kilómetros al este de aquí. Apoyados por bombardeos de los Estados Unidos, los combatientes se han internado en el centro del bastión terrorista, asestándoles un golpe a sus aspiraciones de instalar un "califato" en el norte de África.

Pero en el mundo post Primavera Árabe de Sawan siempre habrá más batallas que pelear, más enemigos en el horizonte. "Hoy, en Libia, tenemos otros Khadafis", dice.

Armas, armas y más armas

En una noche reciente, una furgoneta Toyota blanca aparcó dentro del recinto de Sawan llena de cajas metálicas con balas y filas de granadas de mortero como si fueran cocos en un supermercado.

Más temprano ese día, Sawan había conducido hacia la capital, Trípoli, como hace a menudo. Con dinero recolectado entre hombres de negocios de Misurata y el comando de la milicia, visitó a personas que describió como "mercaderes de la guerra" que comercializan los remanentes del arsenal de Khadafi y trafican los armamentos que fluyen por el país luego de su fallecimiento.

Sawan muetra la parte trasera de la furgoneta Toyota blanca repleta de municiones y armamentos que deberá llevar a las milicias que combaten al Estado Islámico en Sirte (The Washington Post)
Sawan muetra la parte trasera de la furgoneta Toyota blanca repleta de municiones y armamentos que deberá llevar a las milicias que combaten al Estado Islámico en Sirte (The Washington Post)

En su viaje, cuenta, algunas personas le donan cajas de municiones para su stock personal. "Cinco veces a la semana un camión como este va hacia Sirte", indica Sawan, barbudo y vestido en un traje tradicional con su capa.

¿Cuánto dura el armamento en la furgoneta? "Tres horas", dice, medio en broma. "Nuestros combatientes gastan muchas balas".

Cinco años atrás, Sawan compró una fábrica de fundición de aluminio y de alimentación de animales. Como muchos profesionales libios, tomó una pistola y se unió a la revolución. Misurata, la tercera ciudad más grande del país, se convirtió en el mayor campo de batalla, con choques intensos y enfrentamientos diarios entre los rebeldes y los leales a Khadafi. Apoyados por los bombardeos de la OTAN, pudieron tomar la ciudad en mayo de 2011.

El 20 de ocutbre de 2011, Khadafi y su hijo Mutassim fueron asesinados en Sirte, y los combatientes de Misurata llevaron sus cuerpos hasta aquí. Fuera, las multitudes demandaban ver los cadáveres. El consejo militar local quería que un médico condujera un examen forense para probar la identidad, y Sawan ofreció su casa familiar.

"La gente respetó mi hogar", dijo. "Y nadie tendría el coraje para entrar a la casa de algún otro".

Al día siguiente, los cadáveres fueron llevados a la zona del mercado, donde fueron tendidos en un freezer industrial durante tres días.

Los meses y años siguientes, al tiempo que Libia se atomizaba en una espiral de violencia de facciones, Sawan encontró su llamado. Se unió a las milicias de Misurata para luchar contra las tribus simpatizantes de Khadafi en la ciudad de Bani Walid y en Trípoli.

"Donde sea que nuestros combatientes estén, voy y los apoyo", señala Sawan, que voló un día antes a la ciudad sureña de Sabha para llevar suministros a otras facciones de milicias de Misurata.

El container donde vive está lleno de almohadones, alfombras y WiFi. La mayoría de las noches, sirve como una sala de guerra, donde los contribuyentes de la lucha en Sirte ayudan a que Sawan pueda conseguir y despachar el armamento para el frente y donde intercambian noticias respecto a los combates contra el Estado Islámico.

"Me casaré y tendré hijos sólo cuando Libia se estabilice", aspira. "Tendrás 80 años", bromea un hombre sentado a su lado.

El nuevo "Khadafi"

Versos del Corán, grandes y escritos a mano, cubren las paredes del container. Una camisa colgada en una esquina es un tributo al profeta Mahoma: "Amo a Mahoma".

No es sólo la indicación de la devoción de Sawan. Revela sus lineamientos políticos. Él ayuda a una coalición miliciana proislamista, la mayoría de Misurata, conocida como "El Amanecer de Libia", que atacó el aeropuerto de Trípoli y controló grandes áreas de la capital en el verano de 2014. Protegido por los milicianos, un gobierno proislámico tomó el control de Trípoli, mientras un régimen rival comandaba en el este.

El conteiner donde vive Sawan. Allí se reúnen cada noche con comandantes de las milicias con quienes coordina la entrega de armas. Sus paredes están decoradas con versos del Corán (The Washington Post)
El conteiner donde vive Sawan. Allí se reúnen cada noche con comandantes de las milicias con quienes coordina la entrega de armas. Sus paredes están decoradas con versos del Corán (The Washington Post)

Ahora, una alianza gubernamental apoyada por Occidente, y por Naciones Unidas desde diciembre, afirma su autoridad por estos días.

El consejo militar de Misurata que coordina a los combatientes en Sirte se alineó a la unidad del gobierno, liderado por el Primer Ministro Fayez Al-Serraj. Pero no así Sawan, lo que revela una grieta entre las milicias. "La comunidad internacional lo puso en el poder. Nos lo impusieron", se queja.

Pero la mayor amenaza para Sawan, mayor incluso que el Estado Islámico, es el General Khalifa Hifter, un militar fuerte cuyas filas controlan franjas en el sur de Libia. El general, que vivió exiliado en Virginia del Norte por dos décadas, no apoya la unidad del gobierno, lo que mantendrá a Sawan en el negocio durante un largo tiempo.

"Hifter es el nuevo Khadafi", dice. Señalando una esquina de su container, agrega: "Pronto verás el cuerpo de Hifter aquí".

El consejo de Misurata es cauteloso respecto de la influencia de Sawan en los comandos de las milicias y su posición contra la unidad del gobierno. "Anwar es un showman", dice el General Mohamed Al-Ghasri, vocero del consejo de operaciones militares. "Le gusta aparecer como si fuera el centro de todo. De hecho, sólo es un hombre común".

Qué hacer con Sirte

Un hombre delgado ingresa en el contenedor de Sawan. Su rostro es solemne. Un comandante de la milicia fue herido luchando contra el Estado Islámico en Sirte. "La metralla de un mortero impactó en su cara", explicó Mohammed Gilwan. "Aún está vivo".

Sawan recibe a amigos y a miembros de la milicia en su precaria casa en Misurata (The Washington Post)
Sawan recibe a amigos y a miembros de la milicia en su precaria casa en Misurata (The Washington Post)

Sawan toma su teléfono y llama para saber si los combatientes necesitan más armas. La furgoneta debería viajar al atardecer hacia esa ciudad. "Si Occidente nos enviara armamento, hubiéramos terminado con Daesh (como llaman en árabe al Estado Islámico sus rivales) hace tiempo", dice luego de cortar el teléfono.

La pelea por Sirte, se ilusiona Sawan, dará a Misurata mayor influencia en la región de Libia donde se produce el petróleo. Un plan para disponer 1.000 milicianos para proteger y asegurar esa ciudad ya está en marcha. ¿Y si Sirte, rival de Misurata, no quiere a las milicias? La ciudad, después de todo, es el lugar de nacimiento de Khadafi, donde su tribu todavía domina.

"Quien sea que libere Sirte, deberá protegerla", dice Sawan. "Si no quieren a los de Misurata allí, ¿por qué no liberan su propia ciudad?".

Gilwan, quien fuera el camarógrafo personal de Khadafi en los 80, explicó que cuando los de Misurata ayudaron a liberar Sirte en 2011, estuvieron de acuerdo en devolver la ciudad a sus residentes. Pero los habitantes permitieron que los leales al dictador, y luego el Estado Islámico, la retomaran.

"No cometeremos el mismo erro de nuevo", dice Gilwan.

"Lo que unirá a Libia es la fuerza y el dinero", indica Sawan. "Es como criar un niño. Ofrécele linda ropa y juguetes, pero cuando comete un error, lo golpeas con un palo".

Khadafi utilizó la misma estrategia para controlar Libia.

La tumba secreta

En una ocasión, recuerda Sawan, los parientes de Khadafi le ofrecieron 25 millones de dólares para que les diera el lugar de la tumba del dictador. Lo rechazó.

"Les dije que cuando se paren frente a los ancianos y los sabios y digan: 'somos los responsables de lo que Khadafi hizo en los últimos 40 años', entonces les daré su cuerpo", recuerda Sawan. "Pero ellos me dijeron: 'no somos responsables por lo que Khadafi hizo'".

La influencia de Sawan en la comunidad y las milicias es creciente. Está en contra del nuevo gobierno de unidad y es visto con precaución por el consejo de Misurata (The Washington Post)
La influencia de Sawan en la comunidad y las milicias es creciente. Está en contra del nuevo gobierno de unidad y es visto con precaución por el consejo de Misurata (The Washington Post)

Los líderes de la comunidad de Misurata mantuvieron en secreto el lugar de la tumba del dictador, preocupados de que sus milicianos profanen el lugar o que los seguidores de Khadafi lo "conviertan en un santuario, como su Vaticano", dice Gilwan, mientras Sawan asiente.

En Misurata dicen que sólo ocho personas conocen la tumba de Khadafi. ¿Estaba Sawan entre ellos?

"Aún si lo supiera, no se le diría a nadie", indicó Gilwan. "Todos quienes fueron testigos del entierro de Khadafi hicieron un juramento de no decirle a nadie".

Sawan rechazó ser parte de esa conversación.

Momentos antes, caminó fuera para inspeccionar el armamento en la furgoneta, con su teléfono escondido en su bolsillo. A pesar de que su vida se desarrolla alrededor de la guerra y está en constante peligro, no reniega de las revueltas que dieron vuelta su país, posiblemente por muchos años.

Concluye Sawan: "Los peores días de ahora son mejores que cualquiera de los días buenos bajo el régimen de Khadafi".

Por Sudarsan Raghavan – The Washington Post

 
 
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