Isabel Preysler anunció su separación del escritor peruano Mario Vargas Llosa e inmediatamente la noticia dio la vuelta al mundo. “Mario y yo hemos decidido poner fin a nuestra relación definitivamente. No quiero dar ninguna declaración más y agradezco a los amigos y medios de comunicación que nos ayuden en esta decisión”, informó Preysler luego de un romance de ocho años. La llamada “reina de los corazones” volvía a ser noticia por su vida sentimental donde abundaron los amores intensos y mediáticos.
Isabel Preysler creció en un barrio de clase alta de Manila, San Lorenzo, dentro de una familia numerosa de nueve hermanos. Su padre fue Carlos Preysler Pérez de Tagle, gerente de las Líneas Aéreas Filipinas y delegado del Banco Español de Crédito en Manila. La madre de Isabel, Beatriz, era dueña de una agencia inmobiliaria pero se dedicó a la crianza de sus nueve hijos.
En 1970 y con 17 años, sus padres la enviaron a España para que olvidara a un novio 20 años mayor. El remedio fue peor que la enfermedad porque en la península conoció a Julio Iglesias. Se vieron por primera vez en una fiesta. Él quedó encantando, ella no tanto. “Yo no le hacía mucho caso al principio, pero era tan mono... Pendiente de mí, me adoraba”, diría muchos años después Isabel.
Al poco tiempo anunciaron su boda. Es que la muchacha quedó embarazada y se casó “de apuro” como se decía en aquellos tiempos. “En mi cabeza no entraba el matrimonio tan pronto. Era una chica que se estaba divirtiendo en España, que lo estaba pasando bomba. Podría decir que nos casamos porque estábamos enamorados y sería verdad, pero lo cierto es que me quedé embarazada. Entonces parecía una tragedia no pasar por vicaría”, admitiría ella en la revista Vanity Fair.
La boda se llevó a cabo el 29 de enero de 1971 en Toledo. Fue una mezcla de celebración religiosa y show mediático. El sacerdote que los casó le dirigió unas palabras que terminaron con un “Por lo tanto, la vida no sigue igual”, un guiño al hit del cantante que sonaba por todas las radios en ese momento. Fotógrafos se mezclaban con los invitados y no tenían prurito en subirse a los bancos de la iglesia o irrumpir en el altar para lograr una mejor imagen. El ruido de las cámaras que transmitían en vivo era tal que los novios tuvieron que repetir el “sí quiero” porque no se escuchó bien. Durante la ceremonia, Isabel no paró de llorar. No era de alegría sino de angustia. Se casaba embarazada, con el primer hombre con el que se había acostado, y sin que su padre la pudiera llevar al altar, ausente por motivos familiares.
Tuvieron tres hijos: Chabeli, Julio José y Enrique. El matrimonio duró ocho años tiempo que coincidió con la explosión de fama de Iglesias. Isabel se cansó de los viajes constantes, la infidelidad crónica y las actitudes machistas de su marido que le exigía que no tuviese amigos y solo se dedicase a sus hijos.
Isabel tomó la decisión de separarse. Según cuenta el portal Mujer hoy fue a buscar al cantante al aeropuerto porque regresaba de una gira y mientras él recogía las maletas ella le anunció que su matrimonio se había acabado. “Julio, tú tuviste que pedirme muchas veces que nos casáramos, pero yo te voy a decir una sola vez que nos separamos”, le dijo y le pidió que se fuera a un hotel.
La ruptura se desarrolló con discreción a fin de no arruinar la imagen del español y sobre todo el mega contrato que acababa de firmar con la discográfica CBS. El cantante redactó un comunicado, que ambos firmaron, y que llevó ese mismo día, a la revista ¡Hola!, que publicó la noticia en portada. “Saliendo al paso de posibles especulaciones o noticias escandalosas que puedan tener origen en la situación personal nuestra, conjuntamente nos consideramos obligados a explicar, de una vez para siempre, la determinación a la que libremente hemos llegado de separarnos legalmente”, decía el texto publicado el 22 de julio de 1978.
Él se estableció en Miami y ella se quedó en España. Pocos se sorprendieron cuando al poco tiempo, Isabel se convirtió en marquesa al casarse con Carlos Falcó. Conoció al marqués durante una función de cine privada de la película Fiebre de sábado por la noche. Enseguida se sintió atraída por ese hombre divorciado que vivía en el campo, era culto, tenía fortuna, un título noble y un gran sentido del humor. Pero por sobre todas las cosas no tenía fama de playboy ni de infiel, algo de lo que Isabel había tenido demasiado junto a su ahora ex marido.
Casada con papeles pero separada de hecho con Iglesias, Isabel comenzó una relación secreta con Falcó. Cuando sus padres se enteraron estuvieron dos años sin hablarle. Para ellos su hija se había casado una vez y para siempre, que fuera feliz o no, no entraba en sus reglas.
La bella joven siguió adelante con su amor. Falcó le pidió no solo que se casara con él sino que además le propuso que ambos anularan sus matrimonios anteriores. Ambos consiguieron que la Iglesia declarara nulas sus uniones y se casaron el 23 de marzo de 1980 en la capilla de la ermita de Malpica de Tajo, Toledo. No se hicieron públicas fotos de la boda pese a que se hubiera pagado mucho por ellas. Solo asistieron como invitados sus personas más cercanas, como la duquesa de Montellano, madre de Falcó; sus dos hijos, Xandra y Manolo, y los hermanos del novio, más los padres de Isabel y sus tres hijos (Chábeli, Julio José y Enrique). Nueve meses después, el 20 de noviembre de 1980 nacía Tamara Falcó.
“Carlos era liberal de verdad, yo podía ir a fiestas, bailar y divertirme... Julio más bien era un chico de derechas, conservador, celoso y posesivo. Cuando conocí a Julio era muy joven y me amoldé. A él no le gustaban las fiestas y no podíamos ir. Y si voy a una cena no me voy a poner a bailar sin parar mientras él lo está pasando mal. Carlos tiene otro tipo de carácter, otra mentalidad... Carlos te hacía la vida muy agradable, entretenida y divertida. Viajábamos, íbamos a Gstaad en invierno, a cacerías, a los bailes en Londres, Nueva York, a conciertos en Salzburgo...”, compararía la Preysler.
El matrimonio con Falcó le permitió a Isabel frecuentar los círculos no solo de la aristocracia europea también de empresarios poderosos y políticos influyentes. Así conoció a Miguel Boyer, ministro de Economía y Hacienda del primer gobierno de Felipe Gonzalez. La primera vez que se vieron fue en abril de 1982 cuando ambos fueron invitados a una cena en la casa de una periodista peruana. Ambos estaban acompañados de sus parejas pero la sintonía entre ambas matrimonios fue tal que muy pronto los marqueses los invitaron a visitarlos y hasta compartieron vacaciones en Ibiza.
“Cuando empecé a salir con Miguel, todavía no era ministro. Era un hombre casado, eso es muy cierto”, confirmaría Isabel muchos años después de lo que fue ese romance que escandalizó su tiempo. “Al principio empezamos con un almuerzo, una cena, hablando... Me dije: ¡Qué interesante es este señor! Era muy brillante, tenía mucho sentido del humor. No fue culpa de Carlos, fue mía, qué quieres que te diga. Lo sentí muchísimo por él, pero me enamoré”.
Comenzaron un romance clandestino. Los rumores arreciaban pero a Falcó le parecía imposible que su mujer le fuera infiel y menos con un político. Según el marqués, Isabel no podría prescindir de las fiestas en Montecarlo, París, o las cacerías en Inglaterra o en Alemania, para adaptarse al aburrido mundo de la rosca política. La revista Vanity Fair lo describió así: “Miguel e Isabel encarnaban cosas muy distintas en su propósito y significado. Miguel era política, seriedad, las cosas graves y consideradas importantes de la vida; Isabel era frivolidad, escándalos, los temas considerados menores, livianos, de entretenimiento para las masas o las mentes ociosas. Miguel era un ceño fruncido, Isabel una sonrisa amable”.
En el verano de 1985 Carlos, por fin, aceptó lo que estaba sucediendo. La situación propició una crisis de Gobierno. Boyer planteó su dimisión irrevocable a Felipe González. Salió del ministerio el 3 de julio. A la mañana siguiente, rompía definitivamente con su esposa. Diez días después, Isabel anunciaba su ruptura con Falcó.
Se casaron casi en secreto, el 2 de enero de 1988, a las 9 de la mañana, solo con dos testigos –Margarita Vega Penichet y el abogado José María Amusátegui– por lo civil, en un juzgado de la calle Pradillo, en Madrid. No asistió ningún familiar. Ella tenía 36 años y él había cumplido, 48. Un año después nació Ana.
El escándalo poco a poco se fue apagando. La pareja se consolidó. Pasaron casi tres décadas cuando el 27 de febrero de 2012, Boyer sufrió un derrame cerebral que lo mantuvo en coma varias semanas. Isabel redujo su vida social y se dedicó a cuidar su marido que había quedado con serios problemas de movilidad. “Gracias a mi mujer, me he salvado”, repetía Boyer.
El 29 de septiembre de 2014 Boyer moría luego de sufrir un tromboembolismo pulmonar en una conocida clínica madrileña. “La soledad no solo que no me asusta sino que hasta me gusta. La busco y me llevo muy bien con ella”, había dicho Preysler en marzo de este año, meses después de la muerte de Boyer, por un ACV. Le duró un suspiro.
Meses después de la muerte de su marido, y para sorpresa de todos -incluida la propia protagonista- la filipina comenzaba un sorprendente y mediático romance con Mario Vargas Llosa, que en ese momento se estaban separando de su esposa durante más de medio siglo, Patricia Llosa.
Isabel Preysler y Mario Vargas Llosa se habían conocido cuando ella lo entrevistó para la revista ¡Hola! y él quedó impactado con su belleza. El romance comenzó en2015 cuando coincidieron en un viaje a Londres.
La bomba de la relación entre la filipina de entonces 64 años y el escritor de 79 explotó a raíz de una publicación de la revista ¡Hola! Una vez confirmado el romance, se dispararon reacciones de todos los colores: la indignación del sector más conservador y aristocrático peruano se contrapuso con la efervescencia y fascinación del mundo de la farándula español.
La contención llegó desde el entorno: “No hay que caer en la alharaca del escándalo. El mundo humano es muy complejo. Mario no se volvió loco. Es una persona seria y consciente”, dijo uno de sus mejores amigos, el pintor peruano Fernando De Szyszlo. “Lo que sí, Mario está aterrado con la prensa en España. Cuando está allí, me dice que no puede salir de casa porque hay 40 fotógrafos en la puerta”, detalló.
La preocupación del escritor no era descabellada. En España se llegaron a elaborar teorías que afirmaban que el accidente cerebral de Boyer, el último marido de Preysler, se produjo cuando se éste enteró de la nueva relación amorosa de su mujer.
Para romper especulaciones, Isabel contaba qué la había enamorado del escritor. “Su inteligencia me llamó mucho la atención, por supuesto. Es un hombre de muchísimo mundo, que eso es también muy enriquecedor... su buen humor siempre. No tiene precio tener una persona al lado con buen humor”, respondía en 2017 en una entrevista de Harper’s Bazaar. El escritor se instaló en la casa de Isabel en Puerta de Hierro, en Madrid. Juntos disfrutaron de numerosos viajes a la Costa Azul o a Portugal, de cenas con amigos y de noches de estreno en el Teatro Real.
Ahora la revista ¡Hola! vuelve a ser el “vocero oficial” de Isabel: “Mario y yo hemos decidido poner fin a nuestra relación definitivamente”, anunció ella. No dijo nada si, como insisten los rumores, la ruptura había llegado luego de una escena de celos del premio Nobel quien dejó la casa en Madrid para instalarse en otro domicilio de la capital española.
Si la ruptura es definitiva solo el tiempo lo dirá. Si este fue el último gran amor de Isabel ni ella lo sabe. Su belleza asiática, su sonrisa perfecta y su elegancia suelen ser irresistible para muchos hombres. Pero según cuentan, lo que más llama la atención es su educación exquisita, lo pendiente que está de los detalles y su sentido del humor. Imita a la perfección a distintos famosos, y suele confesar entre risas que es capaz de comerse tres platos seguidos de lentejas y darse con sus amigas los viernes noche atracones de hamburguesas y patatas fritas.
Quienes la conocen íntimamente explican su seducción arrasadora: “Isabel es de esos seres a los que duele amarlos, pero vivir sin amarlos duele y duele mucho más”.
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