La legendaria actriz estadounidense Jane Fonda, de 84 años, anunció este viernes que tiene cáncer.
“Mis queridos amigos, tengo algo personal que quiero compartir. Me han diagnosticado un linfoma no hodgkiniano y he empezado el tratamiento de quimioterapia”, escribió en su cuenta de Instagram. “Este es un cáncer muy tratable. El 80% de la gente sobrevive, así que me siento muy afortunada”.
Fonda también se definió como “afortunada” por “tener un seguro médico y acceso a los mejores médicos y tratamientos”.
La artista contó que inició la quimioterapia hace seis meses y que está “manejando los tratamientos bastante bien”, señalando que no dejará que la enfermedad interfiera con su activismo sobre el cambio climático. “Se acercan las elecciones de mitad de mandato, y son más que importantes, así que pueden contar conmigo para estar junto a ustedes mientras hacemos crecer nuestro ejército de defensores del clima”, afirmó.
Según la Sociedad Estadounidense de Oncología Clínica, la tasa de supervivencia general para las personas en los Estados Unidos con linfoma no Hodgkin es del 73 por ciento.
En enero de 2018, a Fonda le extirparon un tumor canceroso del labio y se la vio luciendo un vendaje para promocionar la cuarta temporada de la serie “Grace and Frankie” de Netflix. Y en 2010 le extirparon un pequeño tumor del pecho durante una revisión rutinaria.
La actriz ganadora de dos premios Oscar, activista política y gurú del fitness nació un 21 de diciembre de 1937 en Nueva York. Su madre era la socialité canadiense Frances Ford Seymour; su padre, el prócer de Hollywood Henry Fonda.
Tenía 12 años cuando su madre se suicidó mientras estaba internada en una clínica psiquiátrica, y Henry le dijo a sus hijos que su mujer había sufrido un infarto y se casó de nuevo con otra mujer veinte años menor. De esa época de su vida, Jane recuerda esforzarse por mostrarle a su padre que podía hacer las mismas cosas que los varones: montar a caballo, usar pantalones, correr por el rancho y cuidar la huerta.
También la búsqueda desesperada por lograr que alguien la note derivó en un severo trastorno de alimentación. En la pubertad comenzó su lucha contra la bulimia y la anorexia y cargó con ese padecimiento por más de veinte años.
Pero eso no impidió que su carrera floreciera. Desde Tall Story (1960), su debut cinematográfico, las cámaras amaron a esa chica formada en el Actor’s Studio con Marlon Brando y Paul Newman, y de la misma manera que su padre era el perfecto perfil del héroe nacional, Jane se convirtió pronto en la siempre buscada “novia americana”.
Cat Ballou (1965) fue su gran salto, el papel el que probó que realmente era una actriz capaz de “robarse” una película. Y empezó a forjar una línea en el camino de una mujer que no tardaría en definirse como feminista.
También en 1965, ya como la actriz del momento, conoció en París al director de cine Roger Vadim. Ella afirma que fue él quien, en 1968, la convirtió en un símbolo sexual en todo el mundo con Barbarella: “Así era como él veía a las mujeres”. En sus memorias, agrega: “Podría escribir una versión de mi matrimonio con Vadim en la que él fuera un tipo cruel, misógino e irresponsable. También podría describirlo como el hombre más encantador, bucólico, poético y tierno del mundo. Y las dos versiones serían ciertas”.
Creó su propia productora en la década de 1970 y amplió sus intereses empresariales en los años 80 tras el fenomenal éxito de “Jane Fonda’s Workout”, una serie de discos, libros y cintas de vídeo sobre ejercicios aeróbicos.
Fonda sigue trabajando en cine y televisión. Su participación más reciente en una película es como la voz de un elegante dragón que es el director general de una operación de fabricación de suerte en el filme animado de Apple TV+ titulado Luck.
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