Walter Elias Disney posiblemente sea uno de los visionarios más grandes de todos los tiempos, y como se ha repetido en más de una historia, a pesar de ser sumamente incomprendido en sus inicios. El responsable de lo que fue el gran monopolio de animación que toda generación nacida a partir de la década de los años 20 del siglo XX conoce, no siempre tuvo éxito, pues incluso estuvo apunto de caer en la bancarrota total, siendo salvado por la caricatura más famosa del mundo: Mickey Mouse.
La historia comenzó mucho antes de que el ilustrador comercial tan siquiera pensara en crear un animal en animación y darle toda una familia de personajes que hoy son reconocidos en cualquier parte del mundo por grandes y chicos, como el Pato Donald, Minnie Mouse, la Pata Daisy o Pluto Chip, pues durante su infancia las cosas no fueron nada fáciles y menos cuando su tendencia por las bellas artes y el mundo del entretenimiento iban en contra de toda carrera u oficio común entre hombres de su edad y generación.
A casi un siglo del momento que no solo cambió su historia, la de la industria del entretenimiento infantil y la de la humanidad en general, la idea de que un ratón con bermuda roja, zapatos amarillos y guantes blancos salvara a alguien de la quiebra e incluso se transformara en la imagen principal de una de las marcas más recordadas, exitosas y que generan millones de dólares en ganancias anuales, parecía una locura, sin embargo esta es la historia.
Un interés por el dibujo nacido de la casualidad
Aunque existe una leyenda que dice que el lugar de nacimiento de Disney fue Mojácar (Almería), oficialmente los datos marcan que nació el 5 de diciembre de 1901 en Chicago, Estados Unidos, fue el cuarto hijo de Elias Disney, originario de la Provincia Unida de Canadá, aunque su padre también era una estadounidense con ascendientes alemanes e ingleses.
El perfil biográfico que la revista National Geographic creó sobre él indicó que en 1906, cuando Disney tenía cuatro años, la familia se trasladó a una granja en Marceline (Missouri), donde su tío Robert acababa de comprar un terreno. Ahí, Disney desarrolló su interés por el dibujo cuando le pagaron dinero para retratar a lápiz y colores el caballo de un médico jubilado del vecindario, siendo posiblemente la más tierna casualidad que marcaría el futuro brillante de alguien que trabajaría para millones de niños.
Su padre, Elias, era suscriptor del periódico Appeal to Reason, por lo que fácilmente practicaba copiando las caricaturas que aparecían en el diario. Como vivían cerca de una estación ferroviaria, tenía costumbre de ir con su hermana pequeña para ver los trenes, que después pintaría.
En 1911 su familia se trasladó a Kansas City, donde un joven Walt Disney entabló amistad con Walter Pfeiffer, compañero de colegio, cuya familia era aficionada al teatro, e invitaron al joven a presenciar espectáculos de vodevil y películas, ampliando su panorama artístico a más elementos y ramas.
La primera guerra mundial y sus caricaturas dándole ánimos a la humanidad
Como si no fuera muy ya complicado ser un hombre con aspiraciones artísticas en el siglo XX, a Walt le tocó vivir uno de los conflictos más grandes de la humanidad: la primera guerra mundial. Como todo joven de su edad, su interés por defender a su nación era una de las principales motivaciones de su corta vida, sin embargo no cumplía la mayoría de edad, por lo que cometió lo impensable pero algo ya visto en películas como Capitán América, el primer vengador: consiguió falsificar su certificado de nacimiento y se unió a la Cruz Roja en septiembre de 1918 como conductor de ambulancias.
Cuando fue enviado al frente, en Francia, la guerra había terminado. Aún así decoró los laterales de su ambulancia con caricaturas, que llegaron a ser publicadas en el periódico militar Barras y Estrellas. Una vez finalizada su aventura militar europea regresó a Kansas, encontrando trabajo como dibujante de publicidad, programas de teatro y catálogos.
Nació un imperio que rápidamente estuvo a punto de caer
Como aprendiz de artista en el Estudio de Arte Comercial Pesmen-Rubin, comenzó un exitoso camino en la animación y una buena amistad con Ubbe Ert Iwwerks, o conocido como Ub Iwerks, quien los amantes de los dibujos reconocen muy bien pues él es el verdadero responsable de la creación de Mickey Mouse. El diseño del dibujo del ratón pertenece al ingenio de Iwerks, mientras que su personalidad y desarrollo como personaje en los primeros cortometrajes vinieron de la mano de Walt Disney.
Sus trabajos en conjuntos comenzaron a rendir frutos después de haber sido despedidos por recortes de presupuesto en la primer empresa donde se conocieron, con la apuesta que tenían pero aún sin concretar el nombre que ahora todos conocemos del ratón, con Plane Crazy, un cortometraje que seguía la ola de entusiasmo por Charles Lindbergh que anegó al país tras su exitoso cruce del Atlántico, fracasó poco antes de que tan siquiera recuperara la inversión.
Así es como llegó la idea de no solo animar sino doblar con voz a sus personas. Proyectó una copia muda de la cinta mientras, tras una sábana, varios de los animadores y él mismo (se ocupó de los ‘diálogos’ entre los distintos animales) interpretaban una versión simplificada de la banda sonora, canciones incluidas. Ese intento de sincronizar imagen y sonido fue un rotundo fracaso, pero Disney vendió su coche y lo invirtió en otra prueba.
Willie y el barco de vapor (Steamboat Willie): la salvación de la ruina de Walt Disney
Dirigida y escrita por Walt Disney y Ub Iwerks, se proyectó por primera vez el 18 de noviembre de1928 -sí, esta fecha es considerada el cumpleaños del querido dibujo animado- en el neoyorquino Universal’s Colony Theatre -hoy The Broadway Theatre-. Este proyecto no sólo significó que él no se había equivocado con su apuesta en tener toda la fe y recursos puesto en un ratón animado, además representó el golpe de suerte que lo catapultara para el resto de la historia.
El público se quedó boquiabierto cuando apareció el ratón, que por fin tenía nombre, Mickey Mouse, guiando un barco por el río mientras silbaba una melodía. En entrevistas para diarios internacionales como The New York Times o The Wall Street Journal, Walt Disney llegó a describir antes de su muerte -15 de diciembre de 1966, a los 65 años de edad- dicho momento que cambiaría su destino y lo salvaría de perder todo lo que había vendido por creer en el proyecto.
La crítica del Variety lo resumió así: “Representa un alto grado del ingenio del cartoon, inteligentemente combinado con los efectos de sonido. La unión provocó risas en abundancia, se producían tan fácilmente en el Colony, que tropezaban unas con otras”.
Mickey Mouse no solo es el claro ejemplo de que el sueño de cualquier persona perseverante, trabajadora y fiel a sus ideales puede conseguir su gran sueño, a pesar de tener las circunstancias en contra, pues a casi 100 años de su invención, el colorido ratón sigue siendo el dibujo animado más popular en la historia. Triunfó la idea de dos personas que trabajando en conjunto lograron demostrar que nunca se es muy pequeño para ser grande.
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