Una de las estrellas de la Época de Oro del cine mexicano que murieron en medio de su éxito fue José Alfredo Jiménez, quien atravesó un suplicio lleno de hemorragias antes de poder descansar para la eternidad.
José Alfredo Jiménez fue diagnosticado con cirrosis hepática debido a que desde muy joven dedicó todas sus noches a embriagarse y, de vez en cuando, también utilizar el alcohol como su inspiración para escribir canciones.
Pese a que algunos amigos del Rey de la música ranchera negaron que él consumiera tanto alcohol como se dice, otras personas como Chavela Vargas o Lucha Villa llegaron a recordar que ellas mismas lo acompañaban en las noches interminables en que Jiménez se refugiaba en los centros nocturnos a beber.
Fue a finales de la década de los 60 que a José Alfredo le informaron que sufría de cirrosis hepática, enfermedad que para entonces ya estaba cobrándole factura con constantes desmayos.
Según recordó su hijo José Alfredo Jr., su padre había podido sobrellevar su enfermedad por varios años antes de que su salud decayera completamente y que se convirtiera en algo normal verlo internado en algún hospital.
Fue en febrero de 1973, poco después de su cumpleaños, que el intérprete de La enorme distancia fue a dar a la Clínica Londres, ubicada al sur de la Ciudad de México, para que le hicieran estudios, pues él decía sentirse mal.
Durante sus primeros días en el nosocomio, estuvo internado sólo para analizarlo, pero su salud cada vez iba empeorando más, por lo que los médicos decidieron retenerlo en la habitación 113, esperando lograr que se recuperara.
José Alfredo Jr. recordó en entrevista con Una historia que debe contarse que la habitación de la clínica se convirtió casi en el segundo hogar del intérprete y sus hijos, pues a partir de entonces sólo podían ver al compositor en la cama del hospital.
En las ocasiones en las que le permitían salir del nosocomio, Jiménez se desmayaba; una vez fue en el cine y otra en casa de su esposa, Alicia Juárez. Estos síncopes lo llevaron devuelta a ser internado.
Durante sus últimos días, El Rey ya no podía moverse de su cama, lo que hizo muy incómodo para él el intentar evadir el dolor que lo envolvía casi todo el tiempo. Según José Alfredo Jr., su padre vivió una gran agonía en las últimas semanas de su existencia, pues no había que le pudiera evitar el suplicio de la cirrosis.
Durante esa época, Juárez decidió alejarse de él debido a que sufrió de violencia doméstica, pero al enterarse de que casi no podía salir del hospital, ella volvió a reunirse con el cantante y lo acompañó hasta el final de sus días.
Algunas de las cosas que empeoraron los malestares del cantautor fueron las várices que le salieron en el esófago, pues éstas suelen reventarse con facilidad y causar sangrados que si no son controlados pasan a ser hemorragias, las cuales era un constante en los últimos años de José Alfredo.
Las hemorragias hicieron que comenzara un ciclo de quemaduras, estrías y más sangrados, lo que causó que la calidad de vida del intérprete de El último trago decayera hasta llevarlo a la muerte.
Fue el 23 de noviembre de 1973, nueve meses después de que comenzó a vivir entre su casa y el hospital, que José Alfredo Jiménez murió a causa de la cirrosis hepática, según confirmó Paloma Gálvez.
Pese a que se encontraba muy mal de salud, tantos sus hijos como sus esposas no se esperaban su muerte, inclusive la calificaron de “sorpresiva”, pues habría sido en uno de los momentos en que el Hijo del Pueblo se veía recuperado.
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