Cantinflas fue el fundador de la Casa del Actor, pero para que llegara a pensar que era necesario tener un asilo para los artistas que ya no tenían trabajo y necesitaban un hogar, tuvo que encontrarse a dos histrionisas que estaban en situación de calle después de haber triunfado en el teatro.
Mario Moreno Cantinflas además de ser uno de los actores más queridos y aplaudidos del cine mexicano, se caracterizó por ser uno de los actores que estaba dispuesto a dar lo que fuera de sus riquezas con tal de ayudar a quienes más lo necesitaban, por lo que no sorprendió que se uniera al grupo de estrellas que ideó al primer sindicato de actores en México, proyecto que se convirtió en una realidad en 1934.
El haber visto las injusticias que ocurrían dentro del mundo de los actores cuando perdían algún trabajo, eran mal pagados o trabajaban bajo muy malas condiciones, hicieron que el Mimo de la gabardina blanca se esforzara aun más por ayudar a sus colegas.
Fue por ello que un día, mientras iba caminando a las afueras del Teatro de los Insurgentes, Cantinflas se encontró con Enriqueta Monjardín y Elvira Tubet, dos actrices españolas que él conocía desde varios años atrás, pero no las vio en las mejores condiciones.
Ambas mujeres, ya de avanzada edad, estaban viviendo en la calle y pedían limosna, ya que no contaban con ningún recurso para sobrevivir, más que la ropa que aún conservaban y las cubría día a día.
Enriqueta Monjardín era originaria de Sevilla, donde comenzó su carrera como comediante de carpa, pero desde que comenzó a probar el éxito que su talento le daba, decidió emprender un largo viaje por América Latina, ahí esperaba tener más oportunidades laborales.
Tal fue su éxito dentro de los teatros de países como Cuba y México, que al momento de regresar a su natal España, la invitaron a presentarse en el Palacio de la Zarzuela, que en su época sólo presentaba a las más grandes estrellas.
Fue por ello que luego de varios años en los que pensó que su éxito no tenía fin, decidió nuevamente regresar a México. Lamentablemente, se encontró con un escenario completamente diferente al que en un inicio ella disfrutó; la gente ya no la reconocía y había muchas nuevas y jóvenes actrices que la opacaban, por lo que no logró conseguir trabajo.
Elvira Tubet, por otra parte, fue una gran actriz de zarzuela, que también disfrutó de una gran fama en España, pero que lo perdió todo al probar suerte en México.
Ambas compartían banqueta a las afueras del Teatro de los Insurgentes, donde le pedían limosna al público que asistía a alguna obra o a quienes caminaban por la calle. Este recinto era especial para Cantinflas, pues el mismo lo había inaugurado, así que cuando vio a las dos mujeres pidiendo ayuda, se acercó a ellas para conocer su historia.
No fue necesario que Mario Moreno les preguntara algo, pues casi al instante reconoció sus caras, a ambas las había visto en las carpas. Inmediatamente, las llevó a un hotel cercano, ahí les proporcionó ropa nueva y comida por unos días, mientras él ideaba de qué forma las podría sacar de su situación de calle.
Después de días de pensar, Cantinflas vio la oportunidad de no sólo ayudar a ellas, sino a todo aquel artista en la misma situación, creando un asilo sólo para actores.
Llevó la idea a Jorge Negrete, Fernando Soler, Jorge Mondragón y María Teresa Montoya, quienes dirigían al Sindicato de Actores. Al estar unidos por la misma causa, los cinco aceptaron usar parte de los ingresos de la hoy ANDA para crear la Casa del Actor, la cual, a su inauguración en 1944, tuvo como primeras habitantes a Elvira Tubet y Enriqueta Monjardín.
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