Hace más de 100 años un científico ruso cambiaría la historia de la música para siempre creando un instrumento surrealista capaz de producir sonidos fantasmagóricos que aunque muchos no lo conocen por su nombre, todos sin excepción, estamos muy familiarizado con su sonido: el theremin.
Este instrumento, capaz de manipular las ondas del sonido por medio de los movimientos corporales de quien lo toca, es único, entre otras cosas, porque ningún otro instrumento puede ser tocado sin ser efectivamente tocado.
Y es que para conjurar notas y tonos provocadores, terribles y también hermosos, el theremin no necesita cuerdas, cajas de resonancia, la fuerza de los pulmones o los golpes percusivos, bastan los movimientos casi hipnóticos de las manos y los dedos a través del aire para que emita su sonido.
Al theremin lo hemos escuchados en centenares de bandas sonoras de películas, desde su uso en las clásicas “El Día en que la Tierra se Detuvo”, la oda bíblica de “Los Diez Mandamientos” o “The Lost Weekend” (“Día Sin Huella”). El instrumento también es pionero de la música electrónica, pues fue el primero de este tipo en ser creado en el mundo, y es citado como una inspiración en el desarrollo tecnológico del sonido que condujo a la creación del sintetizador moderno por parte de Robert Moog.
“El theremin marcó un hito en la historia de los instrumentos electrónicos gracias a su mecanismo de control con gestos manuales y a su sonido semejante a una voz humana”, le dijo a Infobae David Anaya, artista sonoro y multiinstrumentista colombiano radicado en Buenos Aires (Argentina) que en su proyectos performáticos ha incluido el theremin como recurso musical y escénico.
“La expresividad y dramatismo del instrumento le dieron un lugar de privilegio tanto en la cultura popular como en el ámbito académico”, agregó.
En gran parte lo increíble de este instrumento y la revolución que inspiró en la música se desprende de su historia y del científico que lo creó.
León Theremin, de la ciencia a la música
El theremin fue inventado alrededor de 1920 por el físico ruso Lev Sergeyevich Termen, conocido más tarde como Léon Theremin. Nacido en 1896 en San Petersburgo, desde pequeño demostró una habilidad precoz como ingeniero infantil, desarmando y armando relojes y otras piezas mecánicas apenas con siete años.
Como casi todas las grandes invenciones, Léon llegó al theremin por accidente. Para 1920 el físico estaba creando una máquina que tenía como objetivo utilizar la entonces novedosa tecnología de las ondas de radio para medir algunas propiedades del gas. Pero al probar su invento descubrió que el aparato emitía un extraño tono que variaba según movía las manos alrededor del equipo.
El científico, que era un violonchelista entrenado, reconoció enseguida el potencial de su descubrimiento, y se empeñó en crear a partir de él un instrumento completamente nuevo.
“No estaba satisfecho con los instrumentos mecánicos existentes, de los cuales había muchos. Todos fueron construidos utilizando principios elementales y no estaban bien hechos físicamente. Me interesaba hacer un tipo de instrumento diferente. Por lo tanto, transformé el equipo electrónico en un instrumento musical que proporcionaría mayores recursos”, dijo el propio Theremin en una entrevista de 1989 con la musicóloga Olivia Mattis.
En 1922 Theremin hizo una de las primeras demostraciones del nuevo instrumento, el cual tocó en el Kremlin para Vladimir Lenin, y cinco años más tarde, en Berlín, haría lo propio ante una audiencia integrada por célebres personajes de la época, como Albert Einstein, otro físico y ávido violinista.
“La voz humana, el violín, la viola, el violonchelo, el bajo y el contrabajo, la corneta, la trompa , trombón, saxofón, órgano y casi todos los instrumentos que se te ocurran, todos son golpeados en su propio juego por este pequeño y simple aparato”, escribió en 1927 el periódico Musical Standard tras una presentación de Theremin en el Royal Albert Hall en Londres en la que se adaptó piezas de Schubert y Glinka al novedoso instrumento.
Por esos años, el theremin comenzó a llamar la atención de los compositores de la época, y varios quisieron escribir para él. Músicos como Edgard Varèse, Bohuslav Martinů o Dmitri Shostakovich lo usaron en composiciones que iban desde reemplazar cuartetos de cuerdas con cuatro theremins, hasta sus primeras apariciones para generar efectos de sonido en películas.
La temprana aceptación del instrumento parecía abrir un futuro prometedor para la música electrónica y para su propio inventor, quien tenía el firme propósito de volverse millonario poniendo un theremin en cada hogar. Sin embargo, la historia fue otra.
Mientras que estaba en auge, Lev Sergeyevich Termen se mudó a Nueva York, en un estudio del West 54th Street donde el mismísimo Albert Einstein se instaló en una habitación contigua para explorar la conexión entre la música y la geometría.
Fue en Estados Unidos donde comenzó a ser conocido como León Theremin, mientras maravillaba con sus exposiciones y conciertos a las audiencias norteamericanas.
“La gente aprenderá a tocarlo sin demasiada dificultad”, pronosticaba entonces el científico devenido en músico, quien recibía propuestas para producir en masa su instrumento y así llevarlo a cada hogar, al precio de una radio de tres válvulas.
Sobra decir que la predicción de Theremin no se cumplió, y que con el tiempo su instrumento se convirtió más en una rareza que en algo común.
La razón es simple: tocarlo es increíblemente difícil.
Al no contar con cuerdas, trastes, válvulas, o un sistema de notación estandarizado, sacarle sonidos “afinados” al instrumento depende únicamente del virtuosismo de su ejecutor o ejecutora, el cual necesita tener un oído excelentemente entrenado y un control de su cuerpo excepcional para interpretar con justicia el instrumento electrónico.
Además, con el estallido de las guerras mundiales al principio del siglo pasado, su mayor exponente, el propio León Theremin, terminó siendo llamado de vuelta a Rusia (entonces Unión Soviética) y el instrumento perdió su principal promotor.
Peor aún, el físico ruso cayó víctima de las purgas políticas de Stalin y duró años desterrado en una prisión especial para científicos en Siberia.
Además del theremin, a este científico se le reconoce como un precursor de la tecnología de identificación de radiofrecuencia (RFID), la cual implementó para crear “La Cosa”, uno de los dispositivos de escucha y espionaje más famosos de la Guerra Fría, el cual fue encontrado en la oficina del embajador de Estados Unidos en la URSS escondido detrás de una placa de madera en 1952.
Theremin fue liberado en 1947 y siguió desarrollando instrumentos electrónicos para el conservatorio de Moscú. La mayor parte de su vida pasó inadvertido para él la influencia que su primera creación tuvo en la cultura popular occidental, hasta que regresó a Estados Unidos en 1991.
Un infravalorado ícono pop
Tras la partida de Theremin devuelta a la URSS, su instrumento quedó relegado a una “anomalía” utilizada principalmente como parte del espectáculo performático para impresionar y maravillar al público.
Con el auge del Rock durante los 60 y 70, por ejemplo, músicos de la talla de Brian Jones de los Rolling Stones, lo incluyeron como efecto sonoro en sus composiciones. El theremin se puede escuchar por ejemplo en el icónico álbum de la banda “Their Satanic Majesties Request”, lanzado en 1967; o en los shows en vivo de Led Zeppelin siendo interpretado por Jimmy Page durante las canciones Whole Lotta Love y No Quarter, entre otras.
De forma más contemporánea icónos pop como el actor Keanu Reaves tuvo que aprender a tocar el theremin para la película Bill & Ted Face the Music de 2020; o ha aparecido en series como The Big Bang Theory, convertido en un chiste entre la comunidad geek. Contribuyendo a posicionar al theremin como una rareza en el imaginario colectivo.
Y en latinoamérica, bandas como Calle 13 han incluído el theremin entre los instrumentos ejecutados en sus shows en vivo, normalmente interpretado por Eduardo Cabra o “Visitante”, multiinstrumentista y líder musical del grupo.
Quizá los sonidos de theremin más recurrentes que escuchamos están en las bandas sonoras de las películas de ciencia ficción, que desde la década de 1930 lo han usado para dibujar paisajes acústicos asociados a lo terrorífico o fantasmagórico.
Además, su influencia se puede escuchar en casi toda la música popular actual, dominada en gran medida por el uso de sintetizadores y sonidos electrónicos, los cuales son hijos del theremin.
“El theremin fue importante en la música electrónica por su aporte a la performatividad y expresión de los instrumentos sintéticos”, explicó el artista sonoro David Anaya, quien además ha participado en investigaciones sobre síntesis de sonido, estudiando el instrumento al ser pionero de la música electrónica.
Para Anaya tocar el theremin es similar a “la dirección de una orquesta” de música sinfónica o filarmónica.
“Es como un acto de magia en el que el movimiento de las manos controla el sonido. Hay una correlación directa entre el gesto y el nacimiento del fenómeno acústico”, destacó el músico.
El theremin, resalta el artista, “recupera la teatralidad del intérprete debido a su forma intuitiva de tocar”.
Es esa forma intuitiva de tocar lo que ha llevado a los artistas contemporáneos que usan este instrumento en sus composiciones a desarrollar técnicas únicas performativas para ejecutarlo, así como sus propias notaciones musicales y partituras para transcribir los sonidos que sacan del instrumento.
Esta combinación de arte performático y sonoro deriva en la creación de paisajes acústicos únicos que no dejan de sorprender pese a los más de 100 años de historia de este instrumento, el primer instrumento electrónico, que fue creado para revolucionar la música.
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