La muerte de Lola Beltrán, una de las cantantes de regional mexicano más importantes del país, sorprendió a su público ya que se esperaba que pudiera hacerle frente al infarto que paró su corazón por unos minutos; no obstante, la también actriz desde meses atrás ya esperaba su último día viva, inclusive, lo habría advertido a algunos de sus amigos.
Lucila Beltrán, también conocida como Lola La Grande, se convirtió en una de las caras más famosas dentro de la música ranchera desde su juventud, pues gracias a los programas de radio su talento al cantar se dio a conocer a lo largo de la república.
Fue tanto el éxito de Lola a partir de que Matilde Sánchez La Torcacita la descubrió en el medio y la impulsó que Beltrán llegó a ser fuente de inspiración de los actores más importantes de la época, como Anthony Quinn y Sophia Loren.
Entre sus canciones más recordadas se encuentran Cucurrucucú paloma, Huapango Torero, Paloma negra, La feria de las flores, entre otras decenas más.
La originaria de Sinaloa no solo triunfó como cantante, sino que también fue una reconocida actriz. Películas como El Tesoro de la Muerte, Caminos de Guanajuato, junto a José Alfredo Jiménez, o Qué bonito amor, con Antonio Aguilar, fueron testigos de que su talento no sólo era interpretar canciones, sino también grandes personajes.
En sus últimos años de vida, a Lola la diagnosticaron con una enfermedad cardiaca que afectó seriamente su vida, pues a partir de entonces comenzó a cuidar mucho su alimentación, las actividades que tenía y cómo repartiría su herencia una vez que falleciera.
Sin embargo, pocas personas sabían de la enfermedad que sufría, sólo sus amigos más cercanos. Según destapó José Alfredo Jiménez Jr. en Historia detrás del mito, su padre fue uno de los únicos que sabía que Lola tenía un problema en las arterias, el cual podría ser mortal para la cantante si es que no seguía un riguroso tratamiento.
Fue por ello que habría puesto en regla todos sus documentos, cambió su estilo de vida e, inclusive, hizo un último viaje a su natal Rosario, Sinaloa, en donde sólo quería estar con sus seres queridos durante su cumpleaños para despedirse para siempre.
Durante ese viaje Lola se reunió con algunos de sus amigos, con quienes fue al panteón para señalarles en dónde quería que sus restos fueran sepultados y la forma en que esperaba que su cuerpo descansara.
Luis Villegas Murguía, uno de sus más allegados amigos, recordó que el momento en que se despidió de sus seres queridos en Rosario, uno de ellos le dijo: “Bueno, nos vemos pronto”, a lo que ella rápidamente contestó: “No, nos vamos a ver, pero en el cielo”.
Pasaron sólo unos días desde su regreso a la capital cuando un infarto agudo detuvo su corazón por varios minutos, hasta que médicos lograron reanimarlo. Desde ese momento, la salud de Beltrán fue complicándose cada vez más.
Según recordó José Quintín, el hijo de la cantante, dos días después de que su madre sufrió el infarto, le permitieron entrar a la sala de cuidados intensivos donde se encontraba. Inmediatamente luego de que lo vio, Lola La Grande, en el que sería su lecho de muerte le dijo: “Hijo, yo ya no me puedo morir. La vi muy cerca y necesito estar aquí por ti”.
Pese a que la intérprete de Déjame verte a los ojos no quería despedirse de este plano luego del infarto, el 24 de marzo de 1996, mientras comía con su hija y era peinada por su estilista, el cuerpo de Beltrán perdió fuerzas, como si se hubiera tratado de un desmayo, no obstante, fue una tromboembolia pulmonar masiva que le quitó la vida.
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