El cineasta Gregorio Rocha murió el pasado 12 de mayo tras sufrir un accidente en la carretera, el realizador se encontraba trabajando como repartidor de comida por aplicación y chocó con un automóvil en el sur de la Ciudad de México, de acuerdo con medios locales.
Los colegas de Rocha aseguraron que el accidente habría evidenciado la situación económica que viven los artistas y, a su vez, la inseguridad y el riesgo que representa afiliarse a una plataforma de servicio de entrega.
“Es digno trabajar de repartidor. Es indigno morir como repartidor en moto contra un auto. Es más indigno tener 65, ser un gran cineasta mexicano y morir como repartidor en moto porque las políticas públicas de @cultura_mx nos dan desempleo y nos “desactivan”, mencionó el cineasta José Antonio Cordero.
“Gregorio Rocha murió. Con él se va una defensa vital del archivo fílmico, y la conservación rigurosa de la memoria audiovisual. Murió repartiendo comida para una app; trabajo honesto, pero precario hasta lo indigno”, lamentó este viernes Sergio Huidobro, crítico y tallerista de cine, en su cuenta de Twitter.
De acuerdo con el directorio de directores mexicanos del Festival Internacional de Cine de Morelia (FICM), Gregorio Rocha estudió la licenciatura en Cinematografía en el Centro Universitario de Estudios Cinematográficos (CUEC-UNAM). Entre otras becas y apoyos obtuvo el apoyo Fulbright/COMEXUS en 2001, y el apoyo del Fondo para la Cinematografía de Calidad (FOPROCINE) del Instituto Mexicano de Cinematografía (IMCINE) en 2012 para la co-producción de su largometraje documental Muros (2014).
El cineasta que falleció a los 65 años, formó parte del Sistema Nacional de Creadores de Arte (SNCA) del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes (FONCA), de 2011 a 2014.
Por otra parte, se sabe que durante más de 10 años enriqueció su colección de múltiples aparatos y películas cinematográficas de diferentes épocas y formatos, desde Una Linterna Mágica de 1872 hasta un proyector Bell and Howell 16 mm de 1989.
Con dicha colección, Gregorio pretendía activar un museo especializado en formatos pequeños de cine y un espacio de experimentación con la imagen proyectada para establecer conexiones entre lo analógico y lo digital. Su obra recorrió tres ediciones del Festival Internacional de Cine de Morelia (FICM).
“El Festival Internacional de Cine de Morelia (FICM) lamenta con profundo dolor la irreparable pérdida del extraordinario realizador mexicano Gregorio Rocha”, escribieron los organizadores de dicho evento también por Twitter.
Ante el fallecimiento, la secretaria de Cultura de México, Alejandra Frausto, expresó el jueves su tristeza por la muerte de Rocha, al que describió como un “hombre de cine, dedicado a la producción de documentales culturales, históricos y sociales”, sin embargo, muchos artistas la tundieron pues la responsabilizaron por la falta de apoyo que habría llevado al cineasta a encontrar otro empleo.
Uno de los trabajos más reconocidos del cineasta es el mediometraje documental “Los rollos de Pancho Villa”, de 2003, que recibió el premio del público del Festival Internacional de Cine de Morelia, además de galardones en España y Estados Unidos.
Su largometraje documental “Acme & Company”, de 2006, recibió un premio de guión en México y es exhibido en la plataforma en línea Filmin Latino, junto con “Muros”, otro documental realizado en 2014.
Es por esto que José Antonio Cordero, cineasta y productor teatral mexicano, también expresó por Twitter que es indigno “ser un gran cineasta” y “morir como repartidor” porque las políticas de la secretaría de Cultura mantienen a los creadores en “desempleo”.
De acuerdo con la agencia JLA, aunque es sede de importantes productoras y festivales prestigiosos, la industria cinematográfica de México exhibe fuertes contrastes, entre falta de oportunidades y recursos para creadores y la realización de producciones millonarias que aprovechan los costos competitivos de su mercado.
En tanto, los repartidores de comida en Ciudad de México batallan para impulsar propuestas legislativas que los reconozcan como trabajadores con derechos plenos y los protejan de riesgos como accidentes, secuestros y hasta asesinatos, según información del colectivo “Ni un repartidor menos”.
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