Antes de casarse con Abel Salazar y tener una hija, Rosita Arenas sufrió un tormentoso y corto matrimonio con Jaime de Mora y Aragón, aristócrata que se caracterizó por los escándalos que él mismo armaba.
Rosita Arenas fue una de las actrices extranjeras que más éxito tuvieron en México durante la llamada Época de Oro del cine mexicano, pero en su vida amorosa no tuvo la misma suerte que en la pantalla grande.
La primera vez que la venezolana quiso darle una oportunidad al amor fue en 1959, cuando se casó con Jaime de Mora y Aragón, noble y actor que nació entre la opulencia española, pero que nunca estuvo satisfecho con lo que tenía.
De Mora y Aragón tenía 34 años cuando conoció y se casó con Arenas, quien entonces tenía 26 años. Se habrían conocido entre los sets de grabaciones de España, pues la histrionisa viajó al país invitada filmar dos cintas.
Para entonces, el aristócrata se caracterizaba por ser una eminencia en varios áreas, pues había tenido la mejor educación en España, Inglaterra, Suiza, Estados Unidos y Francia, además de que sabía dominar varios idiomas y estaba decidido a ser un reconocido actor.
Rosita cayó enamorada ante la personalidad de Jaime, pero no sabía que la familia De Mora y Aragón ya lo consideraba como la oveja negra y preferían mantenerlo alejado de sus palacios.
Los enamorados viajaron a México luego de que decidieran iniciar su noviazgo, ahí él conoció a la familia de Arenas y, al ver que estaba bien posicionada, decidió pedirle matrimonio.
Rosita aceptó y la ceremonia que los unió se celebró en septiembre de 1959 en Palma de Mallorca, España, pero los actores apenas y tuvieron tiempo para disfrutar de su tórrido romance, pues los problemas que Jaime venía arrastrando desde varios años, finalmente lo estaban alcanzando.
Primero, cuando la pareja se mudó a México, el noble comenzó a pedir préstamos a los amigos más adinerados de la protagonista de Escuela de rateros. Al principio, pedía sólo cifras pequeñas, pero al poco tiempo fueron acrecentándose, hasta que se hizo de varias fuertes deudas.
Y es que De Mora y Aragón solía darse la mejor vida y llenarse de lujos, también disfrutaba de ofrecer lo mejor a sus invitados, pero no siempre contaba con los recursos económicos suficientes para satisfacerse.
Al verse perseguido por sus adeudos, encontró que la vía más fácil de librarse de ellos era escapando del país y resguardarse en el lugar donde más poder y oportunidades de esconderse tenía, España.
Ya que a los dos meses de haberse casado, Jaime de Aragón estaba completamente en bancarrota, un día que Rosita no se encontraba en su casa, él tomó todas las joyas de su esposa y con lo que obtuvo de ellas llegó a su país natal.
El matrimonio tenía planeado casarse por la Iglesia a los dos meses de haber contraído nupcias por lo civil y la venezolana pensó que verdaderamente se celebraría su boda, pero no fue así, pues su esposo se fugó por más de tres meses.
Según estipulaba la ley en ese entonces, si alguno de los dos esposos llegaban a faltar por más de 90 días hábiles a su matrimonio, se anularía su unión. Por ello es que, luego de que pasó el lapso solicitado, la actriz solicitó su divorcio, pero no le fue fácil obtenerlo.
Tuvo que pasar un año y medio para que Rosita pudiera comprobar que su esposo nunca regresaría, que le había robado y que su relación ya no existía.
Por su parte, Jaime de Mora y Aragón continuó dándose una vida llena de lujos a manos de otros, inclusive, en Italia fue condenado a un año y seis meses tras las rejas por una estafa de 30 millones de liras.
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