Una de las películas emblemáticas de los 80 es sin duda Dirty Dancing, que en México y otros países de Latinoamérica fue titulada Baile caliente, y logró una aceptación notable en medio de la polémica que sugería el nombre y la trama de la cinta que en 1987 estelarizó la actriz Jennifer Grey al lado del fallecido Patrick Swayze.
En el clásico, Jennifer interpretó a “Frances Baby Houseman”, una adolescente que cayó rendida ante su profesor de baile, “Johnny Castle”, encarnado por el también actor protagonista de Ghost: La sombra del amor.
En la cinta, Jennifer llamó la atención por su desenvolvimiento y también por su particular físico, pero tras el éxito de Dirty Dancing, la actriz decidió someterse a varias rinoplastias, operaciones estéticas nasales a fin de proporcionarse un aspecto que encajara mejor con los estándares de belleza de la industria.
Lejos de ayudarla, el cambio de la actriz se tradujo en que Hollywood la invisibilizara y dejara de ofrecerle papeles y audiciones, lo que provocó su escasa aparición en la pantalla.
Así lo reveló la actriz a la revista People, en medio de la promoción de su próximo libro de memorias Out of the Corner, a publicarse el 3 de mayo, donde relatará lo que vivió en aquellos años en que pasó del éxito comercial al casi anonimato.
Sin embargo, la actriz de 62 años no responsabiliza a la industria fílmica, sino que reflexiona que ella fue la culpable por someterse a cirugías plásticas, las cuales le fueron sugeridas a muy temprana edad por su madre, la también actriz Jo Wilder.
“Gasté tanta energía tratando de averiguar qué hice mal, por qué me desterraron del reino. Es mentira. Me desterré a mí misma”, dijo al medio.
Sobre las recomendaciones de su mamá, Jennifer aseguró que ella no la aconsejaba con mala intención, sino que fue simplemente “pragmática” al hacerle ver que los requerimientos físicos en la pantalla grande podrían exigir una modificación estética.
“Ella me ama, me amó, siempre lo ha hecho, y fue pragmática porque decía: ‘¿Adivina qué? Es demasiado difícil llamarte a una audición. Haz que sea más fácil para ellos’”, recordó la también actriz de otro clásico de la época, Ferris Bueller’s Day Off. “Y luego lo hice y ella tenía razón. No fue como ‘no eres bonita’. Es como, ‘¿adivina qué? Si no quieres ser actor, está bien. Pero si quieres ser actor...’”.
Sin embargo, la actriz que ya participa en una secuela de Dirty Dancing próxima a estrenarse, contó que antes de decidirse a entrar al quirófano ya había considerado no hacerlo. “Pero cuando era pequeña era completamente anti rinoplastia. Era como mi religión”, afirmó.
Grey recordó una ocasión en específico de aquellos años, tras su segunda rinoplastia, cuando su colega Michael Douglas no la reconoció en el estreno de una película.
“Esa fue la primera vez que me mostré en público”, recordó. “Y se convirtió en ‘la cosa’, la idea de ser completamente invisible de un día para otro. A los ojos del mundo ya no era yo”.
La actriz mencionó que tanto su padre, el actor de Cabaret Oscar Joel Grey como su madre se sometieron a una operación estética en su juventud para ellos mismos abrirse camino en el medio artístico, sin embargo dijo comprender que ellos estaban tratando de “encajar”.
“Me encantó que mis padres lo hicieran (se sometieran a una rinoplastia). Entiendo, eran los años 50. Entiendo que se estaban asimilando. Entendí que tenías que cambiar tu nombre, y tenías que hacer ciertas cosas, y simplemente se normalizó, ¿verdad? No puedes ser gay. No puedes ser judío. Sabes, no puedes parecer judío. Sólo estás tratando de encajar en lo que sea que el grupo piensa”, destapó la nacida en Nueva York en 1960 en la reveladora entrevista.
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