Rosita Arenas y Abel Salazar se casaron en 1960 luego de haber tenido romances fallidos en el pasado. Los actores llamaron la atención de la prensa debido a que no era su primer matrimonio, eran de los artistas más famosos de la época y porque hicieron una lujosa y selecta ceremonia.
Fue el 1 de agosto de 1960 cuando Abel y Rosita decidieron unirse en matrimonio luego de unos meses de noviazgo. Ambos se habían enamorado cuando el actor estaba buscando una protagonista para una de sus películas.
Ya que su amor nació entre estrellas de cine de la Época de Oro y en los pasillos de los sets de grabación, decidieron que en su lista de invitados para su boda estarían algunos de sus colegas y familiares, pero todos serían detalladamente seleccionados.
Entre los invitados figuraron celebridades del mundo del séptimo arte, pero fueron más los productores y directores de empresas, que los actores. El presidente de la Asociación de Productores Mexicanos, Alfonso Rosas Priego; el gerente de Películas Mexicanas, Juan Bandera; el productor Alfredo Ripstein Jr. y el productor y ex torero, Rafael Baledón, fueron algunos de los 100 presentes.
La pareja decidió que la boda se llevara a cabo en la colonia Polanco, en una lujosa residencia que pertenecía a la socialité Malú Arizcorreta.
Según reportó la prensa en ese entonces, los histriones no compraron el pastel de bodas sino que fue un regalo, por lo que les sorprendió que fuera uno clásico, pero que fuera adornado con un ángel negro. Este detalle lo hizo único pese a lo normal que aparentaba. El adorno sorprendió principalmente a Rosita y a su madre, pues la venezolana solía llamar al protagonista de El Vampiro “mi negro”, algo que no pasó desapercibido por ningún invitado.
Algo que destacó en la celebración fue el número de botellas de champán que hubo durante la fiesta, según reportó Vázquez Villalobos, había “ríos” de esta bebida, con el único propósito de que los invitados disfrutaran al máximo de la boda.
Arenas iba vestida con un vestido blanco sencillo y no llevaba maquillaje en el rostro, sólo con un labial para iluminar sus labios. Abel lució un traje oscuro, también muy clásico, pero que no dejaba de añadir más elegancia a la boda.
Luego de que fueron declarados marido y mujer, Rosita le plantó un beso a Salazar, feliz y emocionada, entre invitados aplaudiendo. “¡Soy la mujer más feliz del mundo! Mi deseo más ferviente es hacer feliz a mi marido y ser feliz yo toda la vida”, dijo la protagonista de La momia azteca luego de haber firmado el acta de matrimonio.
El resto de la fiesta se trató de hablar sobre los planes que tenía la pareja para su futuro, como si hubieran borrado a sus otros enlaces nupciales. Al poco tiempo nació Rosa Salazar, la única hija que procrearon juntos.
En entrevistas posteriores a la muerte del protagonista de El barón del terror, la venezolana continuó diciendo que había sido uno de los mejores hombres que había conocido en su vida.
Antes, Rosita se había casado en 1958 con el aristócrata español Jaime Mora y Aragón, con quien vivió un tormento luego de que se endeudara por todo el país. A los dos meses de haber celebrado su unión nupcial, él escapó de México y se llevó con él todas las joyas de su esposa.
Según estipulaba la ley, si alguno de los dos llegaba a faltar por más 90 días en su matrimonio, se anularía la unión. Por ello, una vez que se cumplió ese tiempo, ella pidió el divorcio, pero tardaron en otorgárselo casi dos años.
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