Pedro Infante fue uno de los actores más cotizados y más queridos por el público latinoamericano, generó una gran fortuna y fue dueño de extravagantes casas, automóviles y motocicletas, pero su segunda esposa, Irma Dorantes, se quedó con las manos vacías al momento de la muerte del Ídolo del Pueblo porque no recibió herencia.
Durante toda su carrera, Pedro Infante fue guiado en el mundo del entretenimiento por Antonio Matouk, quien fue su representante desde que había comenzado a posicionarse como uno de los actores preferidos y se sabía que comenzaba a ser muy bien pagado.
El sinaloense confiaba mucho en Matouk, pues lo conoció en 1950 durante una venta de automóviles y su buen trato hizo que casi inmediatamente lo aceptara como mánager. Pedro habría visto que gracias a la forma en que Antonio manejaba parte de sus ganancias y contactos, estaba logrando tener las riquezas que de pequeño no tuvo.
Según manifestó Irma Dorantes, Matouk no permitió que alguna propiedad del actor estuviera bajo el nombre de ella, esto supuestamente para cuidar el patrimonio del Ídolo. Pedro no lo cuestionó y aceptó que así fuera.
La famosa casa del protagonista de Tizoc que se encontraba en Cuajimalpa, Ciudad Infante, habría sido construida con la intención de que fuera de Irma, no obstante, nunca se concretó el cambio de propietario y quedó intestada a la muerte del cantante.
Lo mismo sucedió con todas las demás residencias y pertenencias del Pedro; ya que Matouk le recomendaba no poner a nombre de otras personas cualquier cosa que fuera de su titularidad. Por las mismas razones, nunca hizo un testamento.
La única propiedad que no estaba a nombre de Pedro habría sido la casa en Lindavista de su mamá, pues desde que la adquirió le perteneció a Doña Cuquita Cruz.
Cuando Infante falleció, el 15 de abril de 1957, nadie podía reclamar su fortuna, más que sus hijos, quienes todos eran menores de edad en aquel entonces y no podían disponer de la herencia hasta los 18 años. Además, su esposa también tenía poder en lo que dejó.
María Luisa León, al ser la única viuda después de la anulación del matrimonio entre Irma Dorantes y el sinaloense, y al haberse casado por bienes mancomunados, tenía derecho a la mitad de la fortuna, mientras que lo demás sería repartido en los tres hijos de Pedro; su hija adoptiva no obtuvo nada al no poder confirmarse que era legítima.
Irma no se sintió interesada en obtener un solo peso de la herencia desde que se enteró de lo que sucedió tras el sepelio, así que quiso renunciar a la parte de Irmita, pero no fue posible.
Una vez que la actriz intentó entrar a la Ciudad Infante para recuperar pertenencias que para ella significaban mucho, María Luisa León no habría permitido que volviera a poner un pie en esa casa. La familia de Pedro, por su parte, había decidido sacar varios muebles de residencia cuando se enteraron del fallecimiento del actor, pues sabían el infortunio económico que les esperaba a partir de ese momento.
Al mismo tiempo Antonio Matouk había comenzado a hacer lo posible por poner a su nombre las casas del protagonista de Los Tres Huastecos, así como sus automóviles y cuentas bancarias que se encontraban en la Ciudad de México.
Según destapó Irma en su libro, también habría cobrado un millón de pesos por un seguro de vida de Infante, se quedó con las ganancias de la última gira por Latinoamérica y cambió el nombre de la productora que hizo con su representado.
Sin embargo, Matouk no actuó solo y se apoyó en otro importante apoderado, Ruperto Prado Pérez, administrador de Pedro. Prado hizo lo mismo, sólo que en Mérida, donde el sinaloense pasaba gran parte de sus días libres al ser su lugar preferido. Se quedó con las casas, automóviles y motocicletas del Ídolo de Guamúchil que estaban en Yucatán.
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