Carmen Montejo tuvo que afrontar fuertes tragedias a lo largo de su vida, pues detrás de su gran fama y éxito tanto en Cuba como en México, los eventos que la golpearon la llevaron a convertirse en alcohólica y a provocarse graves heridas.
Desde su niñez y juventud en Cuba, Carmen se dio cuenta de que su vocación era ser actriz y se dedicó a perfeccionar su talento desde que tenía nueve años. En México triunfó tras graduarse del bachillerato, donde estudió arte dramático.
A los 19 años logró posicionarse entre los artistas más famosos del país durante la Época de Oro del cine mexicano, pero ella estaba decidida a regresar al teatro, lugar en donde hizo sus pininos en la actuación y donde quería seguir desenvolviéndose.
La histrionisa también buscó continuar su carrera en su país natal, por lo que comenzó a realizar actividades tanto en México como en Cuba. Esto la llevó a hacerse de una vida en ambas naciones, tener propiedades y proyectos, aunque gran parte de su familia se encontraba en el Caribe.
Cuando la situación política del archipiélago cambió con la llegada de Fidel Castro al poder, Montejo perdió todo en su país, desde su casa, su dinero, inclusive, en esos mismos meses falleció su madre, lo que fue un gran golpe emocional para ella.
Pese a estas tragedias buscó seguir adelante, apoyándose de su carrera, ahora sólo en México. No obstante, años después, uno de los personajes que interpretó la hizo pensar que podría refugiar sus penas en el alcohol.
Las personas cercanas a Carmen, así como sus colegas, fueron testigos de la pasión con la que la actriz encarnaba a sus personajes, pues siempre se esforzó por comprenderlos y convertirse en ellos. Esta cualidad le permitió interpretar a la perfección sus papeles, pero también le afectó.
Cuando en 1967 comenzó a protagonizar la puesta en escena ¿Quién teme a Virginia Wolf?, las cosas se salieron de control, pues su personaje era una mujer alcohólica y, aunque al principio no se tomó en serio la parte de embriagarse, con el paso del tiempo se le hizo fácil copiar lo que hacía arriba del escenario.
Según narró su hija, María Montejo, una vez que comenzó a consumir alcohol, no dejó de hacerlo en ningún momento, hasta que se convirtió en una adicción.
En una ocasión, la cubana se reunió con sus amigas para jugar dominó, como acostumbraba, pero una de ellas solía esconderle cualquier tipo de bebida embriagante para que, al menos cuando estaban juntas, no tomara.
Carmen, en su desesperación por su adicción, entró al baño y se bebió un trago de alcohol puro que se encontró en el mismo lugar. Después quiso fumar. Al momento en que se acercó la flama al cigarro, se encendió la cara.
Las amigas de la actriz actuaron rápidamente y la envolvieron por completo en una alfombra y así la llevaron a un hospital. Además de su cara, también se quemó una de las manos.
Esta experiencia superó a todas las que había vivido y se decidió, por consejo de la esposa de Luis Aguilar, a asistir a Alcohólicos Anónimos, desde donde pudo superar su adicción. En su vida también entró Cris Muñoz, quien se convirtió en su amistad más fiel.
Gracias a Muñoz y al apoyo que estaba recibiendo por parte de la comunidad, jamás volvió a ingerir alcohol, ni cuando se trataba de chocolates o dulces envinados. Carmen pensó que el haber sobrevivido a tal desgracia era una segunda oportunidad de vida y no pensaba desecharla.
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