La Época de Oro del cine mexicano marcó el inicio de la producción de productos audiovisuales para un público grande y que buscaba entretenerse, sus inicios fueron en 1936, cuando un grupo de artistas se atrevió a explorar nuevas formas de contar historias y que éstas se trataran de algo más dramático y ficcional que la realidad.
Aunque los mejores años que ha tenido el séptimo arte mexicano fueron en las décadas de los 40 y 50, la época dorada inició cuando todavía no había ídolos en la actuación y el cine normalmente contaba historias a forma de documental.
Fue la película Allá en el rancho grande la que inauguró la Época de Oro de México. La cinta fue dirigida por Fernando de Fuentes, sus protagonistas fueron Tito Guízar y Esther Fernández, cuyos personajes tienen que sortear obstáculos e incómodas situaciones en una historia que se desarrolla en una hacienda.
El hacendado Felipe (interpretado por René Cantoral) y su caporal y mejor amigo desde la infancia, José Francisco (Tito Guízar), se pelean tras el supuesto intento del primero por tener relaciones con la novia del segundo, Crucita (Esther Fernández).
La trama de la película es considerada como la primera de comedia ranchera, pues los protagonistas se enredan en malentendidos que logran aclarar en medio de canciones y bailes, algo que no era normal en el cine de esta época, en donde la sociedad tomaba con nostalgia el recuerdo de la Revolución.
Este film no sólo fue del agrado del público mexicano, sino que pudo llegar al extranjero y con mucho éxito. Una vez que logró ser proyectada fuera del país, se consideró como la película en español más taquillera de la historia hasta ese momento.
Allá en el rancho grande fue la primera producción mexicana en ser premiada de forma internacional en el Festival de Cine de Venecia en 1938, donde fue galardonada gracias a la fotografía de Gabriel Figueroa.
Los logros que obtuvo esta cinta se convirtieron en parteaguas para México ya que marcó los paradigmas que el séptimo arte tendría que seguir para tener éxito. Las películas comenzaron a introducir música tradicional mexicana en sus guiones, tramas con drama y situaciones graciosas; asimismo, tenían que desarrollarse en el campo o espacios que resaltaran alguna característica del país. Todas estas características permitieron que se construyera la “mexicanidad”.
Poco después también fueron introducidas las historias en las que no había un final lleno de felicidad, sino que se retrataban los momentos más difíciles de lo que podía vivir un mexicano, pero siempre resaltando lo dramático.
Tito Guízar, quien se convirtió en el primer ídolo actor y cantante que produjo el país, marcó el inicio de la contratación de artistas para el cine que garantizaban el éxito en pantalla porque tenían el talento para conquistar a la gente, es decir, que aseguraban que la película en la que estuvieran iba a venderse por su simple presencia.
A este sistema de contratación se le llamó Star System; Guízar fue quien lo inauguró, pero quienes se posicionaron como los actores más importantes fueron Pedro Infante, Jorge Negrete, María Félix, Mario Moreno Cantinflas, Pedro Armendáriz, Dolores del Río, Sara García, entre otros que aún permanecen en la memoria del público.
Otra característica que Fernando de Fuentes incentivó en el cine mexicano a partir de Allá en el rancho grande fue que artistas de todo tipo colaboraran con la producción de las cintas. No sólo era necesario tener actores que pudieran actuar de forma dramática pero natural, también tenían que integrarse músicos, compositores, bailarines, inclusive pintores que fomentaran la persistencia de la mexicanidad.
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