Anécdotas, canciones poco conocidas, datos insospechados y otra información referente a Vicente Fernández continúa circulando tras la muerte del emblemático charro mexicano que perdió la vida el pasado 12 de diciembre a los 81 años tras permanecer más de 4 meses internado en un hospital de Guadalajara, Jalisco.
Ahora el hijo del hombre que descubrió artísticamente al “rey de la música ranchera” cuando era joven, ha compartido sus memorias de aquel día cuando Chente llegó a trabajar con el músico hace 58 años para dar paso a los cimientos de su prolífica carrera que lo consagró como un referente de la música mexicana.
Se trata de Alberto González Cruz quien le dio su primera oportunidad en Guadalajara para cantar a un joven de 23 años, que por 1963 vendía la leche que se ordeñaba en la granja de su padre. El fallecido señor González fue el fundador del Mariachi Alteño, donde trabajaban sus hijos, entre ellos Manuel, quien sólo tenía 14 años cuando conoció a Vicente.
“Él empezó a llegar ahí, no lo conocíamos nosotros, lo normal. En su triciclo llegaba a vender leche y todo eso, y él nos empezó a contar que a él le gustaba la cantada. Y le decíamos ‘vamos a la sala y ahí te vamos a ofrecer (que cantes con nosotros), y él no quería, temblaba pues porque tenía nervios. Y le decían ‘venga pues, ¿cuál te sabes?’”, recordó el señor para las cámaras del programa Hoy día.
Ya integrado al mariachi, Vicente causó sensación en su tierra natal y se dejó guiar por la experiencia del señor Alberto González, quien dirigía el conjunto al que se unió con éxito. El descendiente del descubridor del charro de Huentitán destacó su talento y aseguró que en ocasiones era reconocido por el público, que le daba generosas propinas.
“Había veces que, no me lo va a creer, que nosotros entre once cobrábamos a ocho pesos la canción, y a él a veces le daban hasta 50 pesos de propina”, expresó.
Fue tiempo después, tras foguearse con el Mariachi Alteño, que Vicente comenzó a buscar clientes en la Plaza de los Mariachis, ubicada en Guadalajara, Jalisco, donde actualmente se erige una escultura del cantante de La ley del monte montando a caballo.
“Empezó él a cantar, pero no era cantante directo, él traía antes un triciclo con cántaros con leche y lo empezamos a oír y le dijimos ‘vente, pa’ que cantes aquí', anímate, (y decía) no, pero a mí me da vergüenza, y le decíamos no te preocupes, nosotros te lo ofrecemos y ahí que te den tus propinas. Por propinas cantaba”, recordó el señor Manuel.
Mucho antes de convertirse en un ícono de la música mexicana, Vicente Fernández Gómez, trabajó arduamente para llevar dinero a su familia, compuesta por su madre, María Paula Gómez Ponce, su padre, José Ramón Fernández Barba y sus hermanas, María Refugio y Teresa.
El cantante mexicano abandonó los estudios y se dedicó a la vida rural desde muy temprana edad. Según contó él mismo, una vez que dejó la educación primaria a los 12 años, se dedicó a trabajar en el campo por orden de su padre, en su natal Jalisco.
Durante la adolescencia, la familia de Vicente Fernández se reubicó en la ciudad de Tijuana. De acuerdo con el relato de la periodista Olga Wornat, quien escribió el libro El último Rey, durante esta etapa, Chente se dedicó a la venta de calzado, que era el negocio familiar.
Vicente también trabajó lavando coches, sirviendo mesas y limpiando baños y platos en un restaurante llamado “La Casita” e incluso boleó zapatos para ganar dinero. Posteriormente también trabajó para una constructora como albañil, en donde trabajó en la construcción de edificios y aprendió a cavar pozos.
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