“Se sale”, insistía. Una y otra vez. “Con tratamiento y pidiendo ayuda se sale y se sale más fuerte y mejor…”, repetía. En 2014 la actriz Verónica Forqué se adentró en una profunda depresión. La muerte de su único hermano y la separación de la pareja con la que llevaba 34 años -el director de cine Manuel Iborra, padre de su única hija- fueron el detonante de una crisis que desembocó ayer en su muerte. No hay una versión oficial, pero a esta hora la hipótesis más seria que se baraja es que Forqué se ha suicidado. Su cuerpo fue encontrado por una amiga, que alertó a los servicios de emergencia.
Con una carrera que empezó en 1972 -con su papel en Mi querida Señorita, de Jaime de Armiñán-, el primer gran éxito le llegó doce años después de la mano de Pedro Almodóvar. Su interpretación de Cristal en ¿Qué he hecho yo para merecer esto? se convirtió en historia del cine español. Un papel memorable, contundente, preciso, en el que Forqué interpreta a una prostituta ante la que, mientras está con un cliente, se confiesa su maltratada vecina, Gloria, interpretada por Carmen Maura.
A partir de su ahí su carrera fue una sucesión de éxitos incuestionables. Los años 80 y 90 del siglo pasado fueron los años de oro de una carrera inolvidable en el cine y en el teatro. De la mano de directores como Fernando Trueba, Fernando Colomo, Luis García Berlanga y el citado Almodóvar consiguió cuatro premios Goya, el mayor galardón de la Academia de Cine de España. Sólo su compañera Carmen Maura atesora tantos Goya como los que guardaba Forqué en las estanterías de su casa.
Lo ganó en 1986 por El año de las Luces (de Trueba), obtuvo dos en 1987 (por La vida alegre, de Fernando Colomo, y por Moros y Cristianos, de Berlanga). Fue en 1994 cuando conquistó por última vez este premio por su interpretación de KiKa, la loca comedia de de Pedro Almodóvar. El año siguiente, en una de las más emotivas ediciones de los premios, entregó a su padre, José María Forqué, el Goya de Honor.
Es cierto que llevaba, producto de sus depresiones recurrentes, años en un plano secundario. Al menos en la gran pantalla. Hasta que su presencia en la última edición de Máster Chef Celebrity la devolvió a la actualidad. Su carácter volcánico y dulce al mismo tiempo; sus exabruptos y sus risas; sus platos imposibles y sus sesiones de meditación le permitieron volver al imaginario colectivo.
“Dulce, espiritual, buena compañera”, la ha definido Antonio Banderas, su compañero en Matador (dirigida por Almodóvar) y en Bajarse al Moro.
Su sonrisa, su voz inconfundible, su pelo rojo al que nunca quiso renunciar y sus ojos azules se han grabado en generaciones de aficionados al cine, en sus seguidores en la gran pantalla y en las tablas del teatro, con interpretaciones míticas ya como Ay, Carmela.
Fue en los episodios finales del programa cuando ella lanzó la voz de alarma. De golpe se anunció que no podía seguir. Algo inaudito en un programa donde el abandono está penalizado con alrededor de 100.000 euros. Ella envió un mensaje. Estaba agotada, dijo. Un caso especial, porque la dirección del programa se planteó que pudiera volver a las fogones si se recuperaba.
“Estoy regular. Necesito descansar. La última prueba me agoté. No soy de tirar la toalla. Ahora me quito el delantal un poco… No puedo más… Hay que ser coherente y procuro serlo. Y humilde. Y si no puedo más, no puedo más. Mi cuerpo y el universo me estaban diciendo ‘necesitas parar’…” Con lágrimas en los ojos se retiró del plató de grabación y sólo volvió a aparecer para la final.
Ayer todos sus compañeros de Máster Chef la lloraban en redes sociales, recordaban su presencia, sus peleas, sus llantos y sus risas. Sobre todo, su cariño. Juanma Castaño, el ganador, junto a Miki Nadal, de esta edición, escribía en Instagram: “Estamos rotos. Una de las personas más bonitas y especiales que he conocido en mi vida. Gracias, Vero: me hiciste reír, gritar, reflexionar y casi llorar”.
La productora El Deseo, de los hermanos Almodóvar, ha sido de las primeras en reaccionar: “El vacío que deja en nuestras vidas y en nuestro cine es irrecuperable. Se ha ido una actriz extraordinaria y una persona insustituible con la que tuvimos el honor de trabajar y compartir vida […]. Buen viaje, Verónica”.
Forqué no pudo superar la depresión, al fin, que la atenazaba desde hace siete años, cuando su mundo se desmoronó. Entonces explicó que no sabía qué hacer tras descubrir que había estado tres décadas con un hombre que ya no amaba. En el año 2020 declaraba: “Yo he sido una mujer sometida sin saberlo. Lo he sido durante 34 años”, decía en referencia a la relación con su ex marido, Iborra. “No me dejaba viajar, yo no podía ir a Roma a ver a mi amiga, porque me decía: ‘Tú sabrás’, con una cara hasta el suelo”.
Cuatro años antes, en la revista Hola, hablaba abiertamente de su depresión: “Con tratamiento y pidiendo ayuda se sale y se sale más fuerte y mejor, pero es necesario la ayuda de psiquiatras, de médicos y del tiempo, además de la fuerza de uno… La vida sigue”. Fue entonces cuando empezó a viajar a la India, a sumergirse en el yoga y ha pedir ayuda también a un gurú para poder abandonar la depresión.
Verónica Forqué, nacida en Madrid, había cumplido 66 años el pasado 1 de diciembre. Está previsto que en los próximos meses regrese a la pantalla: había participado en dos películas: Espejo, espejo y A mil kilómetros de la Navidad.
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