El primer día del festival estuvo plagado de polémica no solo por la cancelación de dos bandas previas al inicio de los festejos, sino al desconcertante abandono de Disclosure, las amenazas de acudir a la Profeco y las promesas de un segundo día gratuito.
Pero a pesar de los tropiezos, todo dentro de la Curva 4 del Autódromo Hermanos Rodríguez volvió a la paz durante el domingo 21 de noviembre, donde la gente se aglutinó de nueva cuenta para disfrutar de un nuevo día de adrenalina musical, pero ahora sin contratiempos.
En esencia, el festival emanaba el mismo ambiente de todos los años; por los pasillos, terrenos, corredores y activaciones, se libraba un desfile de modas entre los propios asistentes, en los escenarios, las bandas abridoras daban lo mejor de sí por atraer, si bien lo hacían, a cientos de personas.
Pero entrada la tarde, y con varias joyas en la corona como The Whitest Boy Alive, Parquet Courts, Ela Minus o Aurora, el horizonte comenzó a divisar a sus primeros miles de aficionados al rock pop, al dance, al techno.
Luego de presentarse como un festival anglosajón durante algunos años, también se vieron en los escenarios esperanzadoras propuestas de origen latino, aunque la mayoría radicados en los Estados Unidos: la propia Ela Minus de Bogotá; la cantante R&B Alaina Castillo de Texas, ascendencia mexicana; o Pablo Vittar desde Brasil con un impresionante perreo tecno brega son solo algunos ejemplos.
Entrada la noche, se volvió aquello una lucha campar por atraer el mayor público posible a escena. Por un lado, The Bravery, de New York, nos recetaban un rock a lo “Gran Manzana”, aunque soft, por momentos fuertemente distorsionado y crudo desde su batería, hasta su sintetizador, un sube y baja de emociones.
Pablo Vittar apareció en la Carpa unos minutos después; públicos totalmente diferentes, y ambientes en polos opuestos. Para el brasileño, frente a una abarrotada carpa de fanáticos, todo fue baile, diversión, sensualidad, y un poquito de fuego a los más oscuros pensamientos del ser humano. Derrochó talento y perversión a ritmo de tecno brega, de reguetón, de electrónica y, cual estrella pop noventera, presentó rutinas de baile tan duras como una clase de zumba a las 7:00 AM.
Royal Blood se atravesó en el escenario principal con sus poco más de diez añotes de experiencias en géneros como el hard rock o el blues. Probablemente el debut en tierras mexicanas más salvaje y poderoso que ha tenido el Corona Capital en escena. Y en el momento cúspide, un solo de batería brutal nos dejó clarísimo de lo que este dúo es capaz de hacer.
La noche, como es normal en estas fechas, cayó con un frío durísimo que a todos los congeló la cara y extremidades, pero nadie aflojó. La misión era clara, ver a Twenty One Pilots.
Aunque avanzaban los minutos, y las probabilidades de alcanzar metro se tornaban imposibles, la gente seguía llegando al Autódromo donde hace un par de semanas el “Checo” Pérez se consagró en la F1 de la tierra que lo vio nacer.
La cerveza, para entonces, se había enfriado naturalmente, sin necesidad de hielo, pero conservaba la amargura de la exposición al sol que, durante toda la tarde, le pegó en pleno lomo.
En el escenario, tras poco más de una hora a la expectativa, Tyler Joseph y Josh Dun se ajustaron bien a sus instrumentos para arrojarnos al ruedo de “Stressed Out”, y de ahí no soltar hasta dos horas después su emblemática fusión de pop rock con rap y un poco de EDM.
“Aquí es mi lugar favorito para venir a tocar música”, dijeron al micrófono, como un guiño para meterse a la gente bien al bolsillo, y rematar en un interlude con la trompeta de “Cómo te voy a olvidar” a lo Ángeles Azules, de Iztapalapa para el Mundo.
El espectáculo no fue impresionante sólo a nivel musical y de interpretación, la carga visual fue importantísima para hipnotizarnos de principio a fin. En sus led se proyectaron desde ilustraciones psicodélicas, hasta lluvias, bailarines digitales, y noches estrelladas como las que se ocultan por encima de la contaminación.
En Twitter continuaba la pelea; una mordaz batalla por conseguir ya no solo el reembolso de un boleto, ahora también múltiples beneficios como conciertos gratis o una indemnización, supuestamente establecida por ley.
Al tiempo, Corona Capital cerraba un capítulo más en su historia, y lejos de significar una mancha oscura, se convertirá en la leyenda del guerrero que aún por los suelos, fue capaz de ponerse de pie.
SEGUIR LEYENDO: