José Alfredo Jiménez y Pedro Infante se volvieron famosos de forma separada, pero llegaron a colaborar para interpretar algunas canciones. No obstante, su relación no se quedó ahí, pues detrás de los escenarios guardaron una gran amistad que los unió a ellos y a sus familias.
Pedro Infante saltó a la fama por las películas en las que participó, pero su voz era su mayor talento. Gracias a los temas que llegó a interpretar fue que hizo amistad con algunos de los que ya eran grandes exponentes de la música en México.
José Alfredo Jiménez, uno de los cantantes y compositores más importantes del país, fue una de las personas que llegaron a encontrarse a Infante entre sus presentaciones en radio o algún evento que reuniera a los personajes más famosos del momento.
La amistad surgió entre esos encuentros y se hizo fuerte con el paso del tiempo. Paloma Jiménez, una de las hijas del cantautor, recordó esta unión por una característica particular: ambos tenían una pasión por los juguetes.
El protagonista de Pepe El Toro llegó a coleccionar gran cantidad de juguetes en su casa, incluso dedicó una habitación especial para poder disfrutar de ellos, pues podía pasar horas enteras él solo con dicho cuarto.
Jiménez quizás no coleccionaba juguetes, pero disfrutaba mucho de jugar con sus hijos y estaba dispuesto a dedicar cualquier lugar para pasar un momento de su apretada agenda para convivir con sus pequeños.
Paloma recuerda a su padre como una persona juguetona, de hecho, cuando se comenzó a construir su despacho en la casa de sus padres de Dolores Hidalgo, Guanajuato, para todos significó la creación de un nuevo cuarto de juegos.
En dicho despacho tuvo un lugar especial el regalo que Pedro Infante le regaló a José Alfredo Jr. en su primer cumpleaños. Como por tradición, el sinaloense llevó al niño un tren eléctrico que tenía las características que uno real podría tener.
“El ferrocarril que nos regaló era idéntico a los de verdad, por eso quedó ubicado al centro del despacho; mientras el escritorio permaneció arrinconado en una esquina”, escribió Paloma para un medio de circulación nacional.
Este tren tenía todo tipo de vagones, desde aquellos dedicados a la carga de madera o carbón, los que llevaban animales, hasta los dedicados para pasajeros, con su carrito comedor correspondiente. Era un juguete tan especial que el compositor podía pasar horas tirado en el suelo sólo contemplando cómo la locomotora hacía su recorrido.
Gracias a ese tren y otros juguetes, el espacio que estaba construido para ser un despacho tranquilo y alejado de ruidos que distrajeran, se convirtió en una ludoteca para Jiménez y sus hijos.
Paloma describió a Infante como una persona también juguetona, pues ella fue testigo de que el actor era dueño de una colección de juguetes de donde sobresalían los trenes eléctricos que tenía montados por toda la habitación que acondicionó especialmente para ello.
Según narró María Luisa León, en la habitación que su esposo dedicó a sus juguetes tenía un ferrocarril especial que era grande y que le fascinaba a Infante especialmente porque rodeaba el espacio. Viéndola, podía pasar horas, así como José Alfredo.
Jiménez y su familia no fue a los únicos a los que Pedro regaló un tren eléctrico, pues Diana Negrete también recordaba la forma en que su papá, Jorge Negrete, y el protagonista de Tizoc, estuvieron horas montando una locomotora de juguete en su casa.
Se habrían divertido todo un día en la alfombra de un cuarto uniendo las piezas del tren que Pedro Infante le regaló al Charro Cantor y a su hija un día que lo visitó en el hospital.
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