El mito de Anita Ekberg comenzó con un chapuzón en la Fontana di Trevi y culminó con una estrella apagándose en extrema soledad y viviendo los últimos días de su intensa vida en situación de calle. Porque, aunque algún día tuvo al mundo entero comiendo de la palma de su mano, su vida resultó ser muy diferente a la que se imaginaba.
En la aclamada película de la década de los 60 y pieza cumbre del cine italiano dirigida por Federico Fellini , La Dolce Vita, la actriz de origen sueco logró cautivar todas las miradas con una silueta más que perfecta y una actitud rebelde que contrasta con la mirada soñadora, típica actitud de diva del cine, como a la que dio vida en la cinta: Sylvia. Especialmente en la famosa escena en donde invita a Marcello Mastroianni a sumergirse en el agua con ella.
Aquel papel, si bien no catapultó a Anita a la fama, quien para ese momento ya gozaba de una carrera sólida en la industria fílmica, sí escribió su nombre en letras doradas en la historia del cine como una de las apariciones más sensuales de la imagen en movimiento. Causó tanto revuelo que fue censurada y se ganó el repudio de la sociedad italiana por considerarla “pornográfica”, aunque, en contraste, también recibió el abrazo de las críticas —recibió la Palma de Oro en el festival de Cannes—.
Sin embargo, antes del mito y de la que sería la gran musa de Fellini, existió Kerstin Anita Marian Ekberg. Una mujer que desde temprana edad destacó por su belleza, atributo la llevó a ganar múltiples certámenes de belleza, pero que también la condenaría a vivir una triste historia. Porque no todas las leyendas del cine pueden terminar en “y vivió feliz para siempre”, aunque eso no opaca su brillo.
De Suecia a finalista de Miss Universo
De acuerdo con la revista Vogue, Krestin nació en el pueblo de Malmo, en Suecia, el 29 de septiembre de 1931. Hija de Gustav Frederik Ekberg y Alva Marion Larsson, Anita fue la sexta de una familia de ocho hermanos. Desde temprana edad destacó por su belleza y a la edad de 19 años concursó en un certamen de belleza en su natal Suecia.
Continuó con su carrera en el mundo de la belleza y en 1950 se convirtió en Miss Suecia, título que le ganó la oportunidad de representar a su país en el certamen de belleza más publicitado de todos los tiempos, Miss Universo, un año después. En el concurso, la bella joven quedó como una de las finalistas. Sin embargo, eso era lo de menos, pues habría encontrado una oportunidad en tierra estadounidense para explorar otros talentos, como la actuación.
“Dos meses después de que llegué a América (comencé a trabajar en películas), pero tuve algunas dificultades durante los tres años siguientes, más o menos, en primer lugar por el idioma. No hablaba ni siquiera un poco de inglés, tampoco tenía ninguna experiencia en la actuación”, contó Anita en una entrevista que concedió en 1959.
Anita habría firmado un contrato con el magnate Howard Hughes —cuya vida fue llevada al cine en la cinta de Martin Scorsese, El aviador—. Aunque en sus primeras cintas no salía más que de extra, según recordó ante los medios de comunicación. Así que Anita se valió más de su belleza para lograr que el público hablara de ella.
Se convirtió en una pin-up de los años 50 y utilizó su indiscutible belleza para aparecer en las portadas de algunas revistas para caballeros, como la revista Movieland o la revista Life, que no es necesariamente sólo para el público masculino. También orquestó varios escándalos para causar revuelo entre el público y encumbrar su imagen de símbolo sexual.
Según reportó el periódico El País, en una ocasión, Anita se puso de acuerdo con un camarógrafo para simular un “accidente” y que él pudiera capturar una parte íntima de su cuerpo que logró escandalizar a las audiencias. A la par, también se consagró en importantes películas, como Regreso a la eternidad, en donde obtuvo por primera vez un protagónico y actuó junto a Robert Ryan. También recibió el Globo de Oro en 1956 en la categoría de ‘estrella emergente’.
Esa era la estrategia de Anita: hacerse de un nombre por su talento como actriz y por su exótica belleza y figura. Hasta que llegó Fellini con su ‘Sylvia’, un papel que le permitió juntar ambas dimensiones y dar el brinco a la historia de la imagen en movimiento.
Como ‘Silvya’ no hay dos
Un paseo noctámbulo por las calles romanas completamente desérticas. Sylvia, una rubia platinada con la melena larga, abundante y alborotada, que hasta hace unos momentos llevaba un gato en la cabeza, y enfundada en un vestido negro con un escote sumamente pronunciado, aparece a cuadro con una idea en la cabeza: darse un baño en la Fontana di Trevi. Lo hace e invita a Marcello Mastroianni a sumarse a su travesura.
Lo que sigue es historia. Fellini marcó un nuevo tiempo en el cine que retomaba la vida nocturna de una Roma que se asomaba a los 60 y dejaba atrás los tiempos de guerra. Llena de anécdotas y escándalos sexuales de playboys y artistas por igual.
“Debemos hacer una película como un escultura de Picasso; romper la historia en pedazos y luego juntarlos de nuevo de acuerdo a nuestro capricho”, expresó Fellini a los guionistas que trabajaron con él en la película. Para su personaje principal escogió a Anita porque, según se ha reportado, tenía toda la apariencia de las mujeres con las que fantaseaba cuando era un adolescente. Además se vio inspirado por la vida que la actriz llevaba, en donde abundaban las fiestas y los bailes con pies descalzos en la madrugada.
La iglesia católica llamó “blasfema, pronográfica y bestial” a la cinta. Pero pasó a la historia y, con ella , sus protagonistas. Después de La Dolce Vita, la actriz sueca continuó trabajando con Fellini en cintas como I clowns e Intervista. Aunque también trabajó en más producciones independientes del director italiano.
Entre algunas de sus películas destacan Apocalisse sul fiume giallo, Boccaccio 70 y Four for Texas. Sin embargo, con el paso de los años, la sueca cada vez más se convertía en un rumor y quedaba en el olvido de los espectadores. Era una sombra de sí misma y se retiró finalmente de las cámaras.
Una estrella se apaga en soledad
Conforme pasaron los años, la Diosa de la fuente italiana comenzó a padecer los estragos de la edad. Cuando tenía 80 años sufrió una factura que la dejó con dificultades para moverse. Contrajo matrimonio en dos ocasiones. Sin embargo, no procreó hijos. No tenía familia, ni nadie que pudiera hacerse cargo de ella.
Un tribunal le adjudicó un tutor al ver la situación en la que vivía en una casa de retiro para ancianos en Italia, Roma. Antes de eso, vivió en una casa que fue incendiada y asaltada, dejándola también en condición de calle. Al final, aquellos días tan gloriosos de baile con pies descalzos y propuestas de matrimonio de Fran Sinatra, quedaron tan lejanos.
Incluso, se tiene registro que el tutor de Anita pidió apoyo a la fundación Fellini, aunque no con éxito. Finalmente, la actriz sueca falleció el 11 de enero del 2015 a causa de una enfermedad que no fue especificada. La estrella se había apagado, pero su legado brillaría para siempre.
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