Andrés Soler hizo historia en el cine mexicano de forma individual y con su familia, la Dinastía Soler, pero su carrera no duró mucho, pues su muerte llegó sin darle aviso, desconectándolo del mundo mucho antes de que desapareciera físicamente.
Andrés llegó a ser uno de los actores favoritos del público gracias al talento que expuso en las casi 200 películas en las que actuó, aunque su ascenso a la fama no fue tan rápido como el de sus hermanos. Cuando tenía 30 años fue que comenzó a interpretar papeles con más peso en la trama y actuó junto a celebridades como Pedro Infante, María Félix, Tin Tan y Mario Moreno Cantinflas, por mencionar algunos.
Gracias al éxito que llegó a alcanzar Soler, logró fundar su propia academia de actuación, la Academia de Arte Dramático de la Asociación Nacional de Actores, a la cual se entregó por varios años.
A sus 70 años seguía trabajando arduamente en diferentes proyectos, como lo fue su última película Hermano Capulina, en donde interpretó al Padre Superior de una iglesia. En esa cinta también actuaron Eric del Castillo, Emma Roldán y Gaspar Henaine.
El 24 de julio de 1969 Andrés se despertó, como cualquier otro día, desayunó y al poco tiempo se desmayó, cayendo completamente de la silla en la que estaba. Tras ver que no volvía en sí, la persona que vivía con él recurrió a la Asociación Nacional de Actores (ANDA) para recibir apoyo médico. Fue trasladado a la clínica de la asociación en donde fue atendido.
En cuanto llegó, los médicos comenzaron a hacerle pruebas, pues lo que parecía un desmayo, en realidad ya había pasado a ser coma, pues no reaccionó de ninguna forma. El panorama no era el mejor ya que por su avanzada edad podría ser cualquier cosa la que provocó que su cuerpo reaccionara de esa forma e iba a ser difícil sacarlo de esa condición.
Durante todo ese día varios compañeros, familiares y alumnos del actor acudieron a verlo, en espera de recibir buenas noticias acerca de su condición, pero los reportes seguían diciendo lo mismo “estado de coma”.
La madrugada del 25 se dio a conocer que, según los análisis realizados, habría sido una trombosis cerebral, una de las enfermedades más raras de las patologías cerebrovasculares y de las más complicadas de diagnosticar.
Dado ese primer acercamiento, se dedujo que lo mejor sería someterlo a una cirugía para intentar extraer el coágulo, pero se sabía que era algo sumamente riesgoso por su edad, el lugar en el que se encontraba el trombo y no se sabía si la extirpación en realidad fuera a servir de algo, pues los daños ya estaba causados.
Lamentablemente, Andrés nunca volvió del coma y falleció a los tres días de que se desmayó, la madrugada del 26 de julio de 1969, tras una doble trombosis cerebral.
Fue su hija la encargada de dar el aviso de que su padre había fallecido. Sus hermanos, sorprendidos por la rapidez en que todo aconteció, no lo podían creer. Fueron Fernando y Julián Soler dos de las personas que llevaron en sus hombros el féretro de Andrés en el Panteón Jardín, lugar en donde permanecerían sus restos.
Se dice que al cementerio, además de las personas cercanas al histrión, llegaron cientos de personas para darle su último adiós al legendario actor y su lápida quedó tapizada de adornos florales con los que el público buscó rendir honor a su extensa carrera en la actuación.
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