El común de la gente cree que los tenistas viven una vida perfecta. Suelen ser vistos como personas que viajan por todo el mundo, van a los mejores hoteles y cobran buen dinero en premios, incluso si pierden en las primeras rondas de los torneos. Sin embargo, esa realidad no es para todos. El circuito de tenis tiene un ranking que clasifica a los jugadores por puntos en base a sus actuaciones en los torneos. Aquellos que logran mantenerse durante mucho tiempo entre los mejores cien, probablemente puedan darse el lujo de vivir del tenis, mientras que el resto siempre tendrá que luchar un poco más para hacer una diferencia económica. La película “El quinto set” de Netflix retrata a la perfección el caso de un jugador (ficticio) que forma parte de ese grupo de tenistas más terrenales que no pertenecen a la élite mundial y que deben esforzarse el doble para solventar los enormes gastos que conlleva una carrera en el “deporte blanco”.
Este drama deportivo cuenta la historia de Thomas Edison (Alex Lutz), un jugador francés en el ocaso de su carrera. A los 37 años, continúa viajando por el mundo para competir en torneos de menor nivel por poco dinero en premios para demostrarle a su familia y a sí mismo que aún le queda resto para jugar. Edison fue una promesa del tenis francés que en 2001 perdió las semifinales de Roland Garros ante el español Àlex Corretja en cinco sets luego de desperdiciar dos match points (puntos para ganar el partido). En la vida real, quien perdió ese partido fue otro francés, Sébastien Grosjean, pero en tres sets.
Esa derrota marcó un antes y un después en la carrera de Edison. Tras esa semifinal, pasó de ser la promesa del tenis francés a un jugador olvidado por los periodistas y los aficionados al que, sin embargo, todos recurren como referencia para ejemplificar el famoso caso del jugador que auguraba un enorme futuro, pero que una derrota lo sacó del mapa. Vale repasar cualquier deporte que siempre se encontrará un ejemplo parecido.
Mientras él lucha contra la edad y los problemas en su rodilla para estirar su carrera unos años más, su esposa Ève (Ana Girardot) trata de hacerlo entrar en razón de que ya es hora de colgar la raqueta, volver a casa y proyectar un nuevo futuro alejado de las canchas, como hizo ella. Ève es una ex tenista que decidió retirarse del deporte para dedicarse de lleno a la crianza de Gaspard, el hijo de ambos. Cuando Thomas viaja por el mundo para competir en torneos de bajo prestigio que no dejan más que deudas económicas, es ella quien cuida del pequeño en su ausencia. Por eso ya está cansada de su marido y le insiste para que de una vez por todas ponga fin a su carrera deportiva.
Pero nada ni nadie puede con la testarudez de Edison, que está convencido de que aún tiene más para dar y ahora se dispone a jugar el torneo clasificatorio para entrar al cuadro principal de Roland Garros. La qualy, como se conoce a este mini torneo, otorga 16 lugares para disputar el Grand Slam de París y lo juegan quienes no presentan una posición en el ranking que les permita clasificar directamente, ni reciban una invitación especial de la organización. Para obtener un lugar entre los 128 competidores de Roland Garros, hay que ganar tres partidos, y a eso se dispone Edison.
La película muestra la realidad de un jugador que no es de élite. Edison se compra su propia ropa para jugar, se prepara el bolso, viaja en transporte público a los torneos y tiene otras costumbres que se parecen más a las de un tenista ameteur que de un profesional. Claramente, la idea del guionista y director del filme, Quentin Reynaud, es mostrar el lado B del tenis. Como cualquier persona común y corriente, Edison y su esposa atraviesan problemas económicos producto de las deudas que genera el deporte si no se consiguen patrocinadores. De ahí la insistencia de ella para que su marido deje de jugar y gastar dinero en viajes que al final termina siendo más del que se puede recibir en premios.
El filme también se permite abordar un costado tabú del tenis y los deportes individuales, como el egoísmo y el egocentrismo de los jugadores. Edison por momentos parece no escuchar a nadie y solo le interesa seguir compitiendo para reivindicarse y callar a todos los que desconfiaron de él. No le importa haberle prometido a su esposa que dejaría de jugar para estar más tiempo en casa y permitir que ella estudie y trabaje. El director y guionista logra allí que el espectador no sienta tanta empatía por el personaje principal, pese a que todos los que vean la película querrán que gane sus partidos. Pero su personalidad frívola y poco amistosa puede que sea un intento de retratar a los atletas de deportes individuales que hacen oídos sordos a todos y solo piensan en competir.
Vale destacar además la relación de Edison con su exigente madre Judith (Kristin Scott Thomas), que también forma parte del ambiente del tenis y siempre tiene algo para criticar en las actuaciones de su hijo. Suele ser bastante común en el deporte de alto rendimiento que los padres se excedan en la presión y exigencia sobre sus hijos para que sean los mejores de su disciplina. No es de extrañar que eso termine siendo contraproducente y la relación acabe desgastándose. En la película encontramos un claro ejemplo de esa mala costumbre.
“El quinto set” está filmada en Roland Garros y por momentos parece que se está viendo un partido real por televisión. Pese a que el actor Alex Lutz pasó cinco horas al día durante varios meses practicando para personificar de la mejor manera a un tenista, quien hizo la mayoría de las tomas pegándole con la raqueta es un doble, Frédéric Petitjean.
Seguramente los amantes del tenis disfrutarán y entenderán más la película, pero aún así no deja de ser una propuesta interesante para todos para conocer a la persona detrás del jugador y el lado más desconocido del deporte blanco.
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