Acomodado, intransigente, aburrido, injusto, anquilosado, decadente, casposo, obsoleto, inmóvil, inútil, penoso, insulso, abusivo, desesperado, servil y torpe. Con esos 16 calificativos describió el cantante Alejandro Sanz al régimen cubano, en un mensaje en la red social Twitter que rápidamente se hizo viral.
“¿Como le pueden llamar ‘revolución’?”, preguntaba el cantante a sus casi veinte millones de seguidores. “Que le llamen ‘lo siento’ y dejen a Cuba seguir”, sentenció.
Pero no es la primera vez que el multipremiado artista español cuestiona al régimen cubano, en jaque desde que el 11 de julio miles de personas salieran a la calles pidiendo un cambio.
Desde 2010, Sanz ha levantado su voz en contra del rumbo que ha tomado la isla y cuya crisis se ha visto exacerbada a raíz de la pandemia por COVID-19. En una entrevista en televisión ese año explicó que se negó a participar en el “Concierto por la Paz” porque en la isla no es posible expresarse libremente y porque “en Cuba se hace lo que dice el régimen”.
En 2019 criticó a las autoridades por el manejo de la ayuda humanitaria recolectada para los afectados por un tornado que azotó Cuba y recientemente, a raíz del estallido nacional del 11 de julio en la isla, Sanz manifestó su total apoyo a los cubanos.
Entonces, algunas personas coordinaron de forma espontánea la campaña #SOSCuba a través de Twitter, Facebook, Telegram y WhatsApp para recolectar dinero, materiales médicos, alimentos y otros insumos y enviarlos a los lugares más afectados por la pandemia. A la iniciativa se sumaron luego organizaciones de la sociedad civil, gubernamentales y ciudadanos de Cuba, España, Inglaterra, Ecuador, EEUU y otros países que se han organizado de forma solidaria y demandan un corredor humanitario ante la emergencia sanitaria.
Miles de cubanos salieron ese día a las calles a protestar contra la dictadura castrista. Las manifestaciones comenzaron en el pueblo de San Antonio de los Baños al grito de “¡abajo la dictadura!”, “libertad” y “patria y vida”, pero luego se extendieron a otros puntos del país como Palmas Soriano (Santiago de Cuba), La Habana, y Guira de Melena y Alquízar, ambas de la provincia de Artemisa.
La respuesta de la dictadura fueron arrestos, amenazas y represión constante. Con cambios, las organizaciones defensoras de los derechos humanos y los movimientos disidentes contabilizaron casi 400 detenciones desde entonces.
Las detenciones se produjeron por fuerzas de la dictadura, en su mayoría agentes de civil, que comenzaron sus redadas luego de que Miguel Díaz Canel llamara a los “revolucionarios comunistas” a salir a combatir a los que protestaban.
En paralelo a las detenciones, la dictadura bloqueó los datos móviles: sin acceso a redes sociales, los manifestantes no podían ni informarse de más movilizaciones ni difundir en el resto del globo lo que allí sucedía.
A diferencia de marchas anteriores -como las Damas de Blanco (un colectivo de madres y esposas de presos políticos) y el Movimiento de San Isidro (artistas que reclaman libertad de expresión)-, esas manifestaciones se han extendido más allá de sus pequeños enclaves y han estado integradas por decenas de miles de cubanos, a pesar de las duras tácticas de represión.
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