Pedro Infante es conocido no sólo por su extenso repertorio de películas y canciones dentro de la época de oro del cine mexicano, si no también por haber logrado llegar al éxito con muy pocos recursos económicos, pero un gran talento, el apoyo de su entonces esposa y familia, además de los ahorros que había conseguido en Culiacán con algunos empleos.
El actor y cantante, según sus hermanos, siempre fue una persona muy entregada a sus padres, principalmente a su madre, quien se esforzaba por trabajar y criar a sus hijos al mismo tiempo. Pedro siempre intentó aportar algo a su hogar, por lo que desde joven intentó buscar algunos trabajos, por poco que le pagaran.
Uno de los primeras actividades por las que Pedro Infante recibió alguna ganancia fue por entrar a una arena de box. Según relató uno de los hermanos del actor, Ángel Infante, cuando eran niños se encontraron con la arena que acababan de instalar en Culiacán, quisieron entrar, pero no contaban con los recursos necesarios para poder ver una lucha.
A pesar de ello, el promotor les propuso entrar, pero uno de ellos tendría que suplir al boxeador que ese día faltó, a cambio de algunos centavos.
Lamentablemente, Pedro era un joven inexperto en ese deporte, por lo que le fue muy mal en los primeros rounds, obteniendo muchas moretones, pero eso no lo detuvo de llegar a un victorioso final.
“Ya cuando faltaban dos rounds para terminar la pelea me dice: ‘Ahora va la mía’, y en ese momento que inicia la pelea se dirige mi hermano hacia el contrincante y de un solo golpe que lo noquea; los asistentes y todos estábamos eufóricos con el espectáculo”, relató Ángel Infante.
Llegando a su casa, lo primero que hizo fue entregarle sus ganancias a su madre, quien enternecida por la acción de su hijo, le agradeció y lo felicitó. Por otra parte, su padre lo regañó en cuanto vio su cara golpeada, pero al saber por qué se había enfrentado a una pelea, lloró agradecido por el gesto de su hijo.
Fue en 1929, cuando sólo tenía 12 años, que el joven Pedro Infante entró a trabajar en una tienda agrícola llamada Casa Melcher, ubicada en Guamúchil.
En esta tienda Infante ganaba 15 pesos mensuales, lo que ayudaba considerablemente a su familia. En sus primeros días estaba encargado de hacer labores básicas, que no lo comprometieran demasiado: barrer, limpiar y hacer mandados. Al poco tiempo, logró ser una persona indispensable para los dueños de la tienda, convirtiéndose en el vendedor.
Según el periodista Gustavo García, Pedro Infante dijo: “Como yo tenía la sangre liviana, pues le caí bien a los jefes y al poco tiempo ya era dependiente de la tienda”.
Después, en 1930, decidió cambiar de trabajo, en búsqueda de aprender nuevas cosas, por lo que llegó a ser el aprendiz de un carpintero. Su segundo trabajo fue con Jerónimo Bustillos, con él aprendió rápidamente sobre el oficio de la carpintería, logrando hacer sus propias creaciones, como su primera guitarra.
Ya que el padre de Pedro, Don Delfino, era músico de orquesta, desde pequeño le inculcó el amor por la música, por lo que le enseño a tocar el violín, el trombón, el piano, el contrabajo y la batería, además de que usualmente lo llevaba a sus presentaciones.
Buscando seguir la profesión de su padre, fue en 1931 que finalmente Pedro Infante decide entrar de lleno al mundo de la música. En compañía de algunos de sus amigos, el cantante forma la banda La Rabia, en la que él tocaba la batería. Al principio tocaban en donde podían y cobraban sólo 10 centavos por presentación.
Esta misma banda fue la que llevó al inicio de su carrera como cantante a Infante cuando se convirtió en Orquesta Royal, en 1933, con la que se obtuvo un buen reconocimiento por parte de Culiacán, que al poco tiempo lo impulsó a tomar clases de canto en su búsqueda de convertirse en un cantante profesional.
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