Pedro Infante es considerado el símbolo por excelencia del cine mexicano, incluso es difícil no relacionar al oriundo de Sinaloa con la cultura de ese país. En su trayectoria artística reunió poco más de 60 películas en total y en todas ellas se ganó el cariño del público.
Por otro lado, ya desde antes de que se hiciera un gran ícono de la pantalla grande había demostrado sus dotes en canto durante años anteriores. Primero en su estado natal y después en la Ciudad de México, donde se mudó por consejo y recomendación de su primera esposa, María Luisa León.
En Guamúchil, el pueblo de Sinaloa donde Infante creció, se hizo de cierta fama por su voz y desde joven consiguió espacios pequeños dentro de radiodifusoras locales. Esto aumentó un poco su popularidad entre los de su estado, pues nadie negaba que estaba hecho para la música, entre ellos León, una mujer que le llevaba 10 años de diferencia a Pedro y quien apoyó los intentos de su pareja por destacar en el medio.
Una vez que llegaron a la capital del país, Pedro comenzó a tener oportunidades de trabajo en teatros, la radio e incontables cabarets. Ya desde entonces el próximo “Ídolo de ídolos” maravillaba a su público con una personalidad encantadora, simpática y carismática.
En pocas palabras, Pedro Infante tenía una gran presencia, misma que llamó la atención incluso de la gente que trabajaba en el cine, una industria que todavía luchaba por consolidarse en México. De acuerdo con el periodista y escritor Carlos Franco Sodja, el cantante era amistoso, “sincero, ingenuo, blanco en todos sus actos”.
Infante no detestaba las películas. Al contrario, era un ferviente seguidor de lo producido en ese séptimo arte. Se dice que incluso le generaba ilusión y María Luisa lo notaba. Ella trataba de convencerlo de probar suerte si es que le iba tan bien con sus presentaciones de música en diversos lugares.
Sin embargo, el también llamado “Rey de las rancheras” rechazaba esa posibilidad. No era tanto porque sintiera que su lugar estaba en la música, sino porque sentía que un artista de cine estaba mucho más alto de lo que él jamás podría estar en su vida.
Pedro Infante se negaba a cualquier acercamiento con el mundo fílmico. “Yo nunca me veré en películas. Eso queda para los bonitos, para los elegantiosos y ricos, para los guapos y famosos. No para mí, que soy un pobre diablo, cancionerito gacho... Para mí eso del cine es como un cuento de hadas, como visitar el país de las maravillas o el mismo cielo”, expresó el intérprete, según Franco Sodja.
Esta actitud donde mostraba cierto complejo de inferioridad se repetiría constantemente en Infante. Incluso cuando ya era un actor con un poco de reconocimiento, había ocasiones en las que el Ídolo de Guamúchil rechazaba ofertas en cintas o se negaba a trabajar porque se sentía poca cosa entre sus demás compañeros.
Ocurrió en Los Tres García, cuando en una ocasión todos los del staff le pidieron ayuda a Sara García para sacar a Pedro de su camerino porque se negaba a trabajar. La afamada “abuelita de México” terminó por enterarse que el histrión no quería estar en un sitio donde sentía que todos sus compañeros tenían más trayectoria y eran mejor que él, pues él era cantante, no actor.
También Ismael Rodríguez, director de cine, tuvo que interceder en más de una ocasión para que Pedro aceptara algún papel en sus filmes. Tal fue el caso con La oveja negra, donde el cineasta enfrentó a Infante con Fernando Soler, considerado uno de los mejores intérpretes de esos tiempos.
En esa ocasión el sinaloense intentó renunciar a la película pues consideraba que sería opacado por un grande como lo era Soler y no quería “decepcionar al público”. Años después, en 1952, Pedro quiso salir del elenco de Dos tipos de cuidado porque creía por completo que Jorge Negrete era mejor que él en todos los sentidos.
Curiosamente, Negrete también se negó al principio a estar en la cinta. No fue por arrogancia, ni nada de eso, sino porque también le tenía miedo a Pedro porque pensaba que era más talentoso y popular que él.
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