Era el año de 1941, Jorge Negrete estaba en México luego de que viviera en Nueva York por algunos años. Todavía era esposo de Elisa Christy y por entonces se encontraba en la grabación de ¡Ay Jalisco, no te rajes!
Ya había colaborado en otras películas, mismas que tuvieron buen recibimiento. Por otra parte, sería durante este rodaje que conocería a su más grande amor y por quien se divorció: Gloria Marín. Ahora bien, para ese momento no lo sabía Negrete, pero sería gracias a este filme que se consolidaría como una gran estrella del cine mexicano.
La cosa es que Jorge Negrete en un principio se negó a formar parte de esta película. Al parecer estaba harto de tener que alejarse de su verdadera profesión. “No quiero hacerlo. Yo soy cantante de ópera y así seguiré”, posiblemente fue lo que dijo la primera vez que le ofrecieron el papel.
Ya para ese entonces se había olvidado de toda la educación que obtuvo gracias a sus padres. El señor David Negrete en especial fue el que ayudó a que Jorge estudiara en un buen colegio, mismo en el que pudo hacerse políglota. Después lo convencería de entrar al Colegio Militar, donde alcanzaría el rango de Capitán.
Pero dicha preparación académica y la carrera de Medicina a la que aspiraba fueron olvidadas luego de que, por pura casualidad, conoció a José Pierson. Este hombre era un intérprete talentoso que abrió su propia escuela de canto. Sería en ese sitio donde Negrete aprendería a usar su voz y descubriría su verdadera vocación.
La cuestión es que, si bien Pierson también estuvo detrás de la preparación de cantantes populares, la educación de Jorge Negrete en la música se concentró en la ópera. Es decir, el afamado “Charro cantor” era un tenor cuya voz no le debía nada a otras voces del género de esa época.
Luego de concluir sus clases, Negrete probó suerte en una radiodifusora: la XETR, luego llegaría a la XEW por recomendación de Emilio Azcárraga Vidaurreta. Alcanzó a presentarse en el Palacio de Bellas Artes, pero sería en compañía de otros alumnos de José Pierson para la obra La verdad sospechosa.
Ya desde entonces el futuro actor trataría de destacar como cantante de ópera, pues trataba de interpretar algunas piezas de dicho género en sus presentaciones de radio. No obstante, las que tenían mejor recibimiento eran las canciones de bolero.
Tiempo después y con la ayuda del músico Ramón Armengod, Jorge se mudó a Nueva York para trabajar al lado de este en un dueto para la cadena NBC. Por un tiempo se harían llamar The Mexican Caballeros, pero en 1937 se separarían.
De nueva cuenta solo y con la esperanza de recuperar su carrera como tenor de ópera, hizo audiciones para el Metropolitan Opera House de la ciudad norteamericana. Para pesar de Negrete, no lo aceptaron y sólo le ofrecieron un lugar como suplente, cosa a la que se negó.
Ya para ese entonces el dinero escaseaba para el cantante, por lo que empezó a aceptar trabajos de lo que fuera. Por un tiempo fue mesero y de ratos se atrevía a presentar adaptaciones al español de éxitos en inglés.
Fue entonces que, por otra grata coincidencia, Jorge cruzó caminos con Gonzalo Varela, un productor de cine mexicano. Quizá tuvo la oportunidad de escuchar la voz de Negrete o sólo tuvo buen ojo para hallar un prospecto, pero hubo un punto en que lo invitó a participar en su siguiente cinta: La madrina del diablo.
Puede que la misma falta de dinero llevó a Jorge a aceptar. Además de que ya antes tuvo una pequeña participación en la pantalla grande como un trovador cubano en The Cuban Nights. Aceptó sin saber que sería su primer protagónico y que de ahí le esperarían más.
De acuerdo con declaraciones de Diana Negrete, única hija del artista, una vez que terminaron el rodaje de La madrina del diablo, Jorge volvió a Nueva York, puesto que “él quería realizarse ampliamente dentro de la ópera”.
Se desconocen los motivos que lo llevaron a repetir su participación dentro del séptimo arte, pero una vez que lo convencieron de dejar la atrás su faceta de tenorio, que portara ahora el traje de charro y que cantara rancheras, ya no hubo vuelta atrás. Jorge no intentaría otra vez ser músico de ópera en su vida, pero sería el legendario “Charro cantor” que hasta la fecha es querido entre el público.
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