Ana Martín es una actriz cuya trayectoria en telenovelas es extensa. Desde su introducción a la pantalla chica en 1969 hasta la fecha , la intérprete se ha caracterizado por su versatilidad. De hecho, hubo una época donde fue una de las grandes protagonistas y la “dama joven” dentro de varias producciones.
Desde Muchacha de barrio, Gabriel y Gabriela, y La pasión de Isabela, la actriz mostró su talento al portar el papel principal de estos melodramas recordados. Aun así, su interpretación más aplaudida sería a través de una historia que se salía de lo convencional dentro de las telenovelas mexicanas.
El 15 de febrero de 1988 se estrenó El pecado de Oyuki, una producción de Lucy Orozco que estaba basada en la historia del mismo nombre. Este título fue creado por Yolanda Vargas Dulché, escritora mucho más ubicada por Memín Pinguín.
Oyuki era una joven campesina inocente y bella. Sin embargo, esto cambia tras la muerte de sus padres, lo que provoca que la protagonista quede bajo la tutela de Yutaka, su hermano mayor. Esta persona, cegada por la avaricia y la vanidad, explotará los encantos de Oyuki y la obligará a desempeñarse como geisha en la gran urbe de Tokio.
Esta historia fue muy bien recibida en su época no sólo por la atinada ambientación que hicieron en sets mexicanos para simular los escenarios nipones, sino también por su trama donde muestra el abuso físico y psicológico del que es víctima Oyuki. De hecho, también es recordado por su trabajo de vestuario y maquillaje.
Cuando estaban haciéndose los preparativos y la preparación de este melodrama, era necesario encontrar a una mano experta que pudiera recrear maquillajes típicos de la cultura, especialmente los de las geisha. Se dice que en un principio Ana Martín recomendó a un especialista que trabajó en Hollywood; no obstante, el costo para tenerlo era muy elevado, además de que Orozco no estuvo satisfecha con el resultado final cuando hicieron la prueba.
Fue ahí que, por diferentes motivos, la productora de El pecado de Oyuki pudo hacerse con el contacto de Takeshi Hazama, un maquillista oriundo del país del Sol Naciente. Los resultados son los que el espectador pudo observar durante la transmisión de la novela.
Cabe destacar que el proceso de preparación para Ana Martín era muy elaborado. Hazama podía tardar más de dos horas tan sólo maquillando y peinando a la protagonista, pues se llevaba otra hora y media para colocarle el kimono adecuadamente.
Aun así, todo esto no era suficiente para dar la pinta de una verdadera producción ambientada en el país asiático y de ahí surgió un reto para la actriz: ¿cómo hacer para tener el aspecto de una mujer japonesa? Fue entonces que todo el equipo de producción y ella recurrieron a una técnica para estirar la piel de su rostro y rasgarle los ojos.
Ana Martín, en una entrevista para Hoy, explicó que le colocaron unos “apliques” en la cara, a la altura de las sienes. Posiblemente se trataba de parches adhesivos que pudieran dar el efecto estirado a sus ojos. Sin embargo, para evitar riesgos acudieron a un médico.
Este les indicó que la piel de la actriz podía resistir esa presión, pero que sólo sería por seis meses y era de suma importancia que no excedieran ese lapso. Para pesar de Ana, luego de transcurrido ese tiempo comenzó a tener ampollas en las orillas del rostro por “el calor de las luces”.
Dicho malestar fue aumentando considerablemente hasta que uno de los encargados de producción se asustó. Esa vez la actriz estaba siendo regañada por esta persona de quien no reveló su nombre, pero este se detuvo de repente para observar la cara de la actriz. “Oye, ¿quién te golpeó?”, preguntó. “¿Qué te pasó? ¡¿Quién te golpeó?!”.
Fue entonces que notaron que la intérprete ya tenía marcas negras en la cara. Tuvieron que someter a Ana a varios procesos de láser con tal de quitar las marcas oscuras, además de que intentaron levantarle una ceja que ya estaba cayéndosele. El punto más dramático fue cuando le tuvieron que hacer incisiones en el rostro para poder raspar las zonas dañadas.
Por suerte pudo recuperarse de las lesiones que sufrió a causa del procedimiento que se hizo para estirar sus ojos. No obstante, a Ana Martín siempre le quedó el recuerdo de cómo su papel en El pecado de Oyuki casi le cuesta la cara.
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