El 6 de octubre de 1936 comenzaría un cambio radical no sólo en el cine mexicano, sino el internacional también. En cartelera estaba promocionándose el estreno de Allá en el rancho grande, cinta de Fernando de Fuentes, quien meses después sacaría otro clásico de la industria nacional: Vámonos con Pancho Villa.
Sin embargo, Allá en el rancho grande dejaría una huella tan marcada que es considerada la producción con la que dio inicio la Época de Oro. Los motivos tendrían que ver tanto por su recibimiento entre el público como por convertirse en la representación de lo mexicano en la pantalla grande.
Alejandro Galindo, director de clásicos como Campeón sin corona y Una familia de tantas, recordaba en carne propia el impacto que tuvo la cinta de Fernando de Fuentes. El público salía fascinado de las salas de cine, casi plena ensoñación mientras hablaban de las canciones que hubo dentro la cinta y que muchos años después serían reinterpretadas por Jorge Negrete.
La historia no distaba mucho de aquellos intentos que se habían hecho en el pasado: aquí se narraba la vida del hacendado Felipe y el caporal José Francisco, hombres que fueron amigos desde la infancia y que comenzaron a tener problemas entre ellos por una serie de malos entendidos relacionados con Crucita, una joven campesina de trenzas de la que José Francisco estaba enamorado.
A pesar de que la película está ambientada en una zona rural, pueblerino y que había duelos a balazos, además de dilemas morales propios de la época, Allá en el rancho grande se alejaba por completo del contexto histórico y del conflicto de la Revolución.
Por otra parte, la solución a los problemas que había dentro de la trama se daban gracias a la introducción de canciones rancheras y momentos cómicos. Esto mostró ser del agrado de las audiencias, quienes todavía vivían con la novedad de tener un cine sonoro, pues apenas en 1932 se había estrenado la primera cinta mexicana con sonido: Santa.
Por supuesto, lo que nadie esperaba era que la película protagonizada por Tito Guízar fuera la primera en tener reconocimiento internacional. Llegó a exhibirse con subtítulos en cines de Estados Unidos, además de que en 1938 fue galardonada en el Festival de Venecia por mejor fotografía.
De acuerdo con el escritor José Felipe Coria, el fenómeno mediático que surgió a partir de Allá en el rancho grande no fue más que el resultado de todo un contexto histórico que terminó por beneficiar a la industria mexicana por un par de décadas.
Con Estados Unidos y Europa en guerra, México no sólo tuvo la apertura para hacer sus propias propuestas, sino que “contaba además con una inyección de dólares con la que se construyeron estudios y que, invertidos en enseñanza técnica y artística, mejoraron las técnicas de filmación y las estructuras dramáticas de los géneros”.
Fue gracias a esto que Tito Guízar y Esther Fernández, la pareja central de Allá en el rancho grande, trascendieron en la historia como el primer héroe del cine nacional y la primera gran estrella de la Época de Oro, respectivamente. Por otra parte, surgió el género de comedia ranchera, misma en la que era necesaria la figura del charro, la mujer abnegada, guitarras, balazos, tequila y caballos.
Esta fórmula también afectaría directamente la producción de cintas posteriores, pues sería repetida por muchos cineastas durante varios años. De este modo, varios de los grandes actores durante la Época de Oro serían recordados por su faceta de charros, hacendados o caporales. Tal sería el caso de Jorge Negrete, Pedro Infante y Pedro Armendáriz, entre otros.
Una de las críticas comunes hacia esta cinta es el hecho de que da una imagen falsa de la mexicanidad. En el lente internacional, todo lo que provenía de este país era rural, ranchero y se vivía a través de las haciendas, los corridos y el tequila.
De cualquier modo, la existencia de Allá en el rancho grande fue un parteaguas para que algunos actores encontraran oportunidades en Hollywood, además de crear el mito en el que se convertirían varias estrellas durante este apogeo del cine mexicano. La importancia de esta película fue tal que para 1948 la volvieron a hacer, esta vez con Jorge Negrete como protagonista.
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