Televisa, considerada como “la fábrica de sueños” y la “máquina de estrellas”, le dio proyección durante muchos años a múltiples figuras del entretenimiento que hoy gozan de una fama consolidada pues, por años, la televisora se encumbró como el máximo medio de comunicación mexicano, capaz de construir y deshacer carreras.
Su producto estrella, las telenovelas, han logrado un éxito inusitado no sólo en México sino en muchos otros países de Latinoamérica y en distintas latitudes donde, aún sin hablar el idioma español, las producciones de la empresa mexicana han causado revuelo, sobre todo en décadas pasadas.
Y es que hubo una época en que el poder de Televisa era tal que fue considerada un monopolio del espectáculo, y en gran medida su poder residía en la cabeza máxima de la empresa: Emilio Azcárraga Milmo “El Tigre”, quien continuando un legado familiar en las telecomunicaciones, construyó un gran imperio en la televisión mexicana.
Azcárraga tenía la facultad de llevar las riendas de la industria y decidir quién sí y quién no aparecería a cuadro en la pantalla más famosa del país. No fueron pocos quienes cayeron de su gracia o simplemente nunca consiguieron un lugar dentro de la empresa por órdenes del presidente de la misma.
Tal es el caso de Lucía Méndez, quien desde los 16 años hizo sus primeras intervenciones en el modelaje y en el ramo actoral, ligándose a Televisa donde logró obtener importantes papeles protagónicos en telenovelas que fueron vistas en muchos países del mundo con gran éxito.
Fue así que en las décadas de los 70 y 80, con producciones como Colorina, Vanessa, Tú o nadie, El extraño retorno de Diana Salazar y Amor de nadie, Lucía se dio a conocer y después se consolidó como una de las máximas “reinas de las telenovelas” de la época, a la par de su histórica “rival” Verónica Castro, quien también triunfaba con Los ricos también lloran y Rosa salvaje.
Pero fue en el año 1992 cuando Lucía aceptó una invitación que haría enfurecer al “Tigre”. Y es que la también cantante fue invitada por la cadena estadounidense Telemundo para protagonizar la telenovela Marielena, melodrama que le daría aún más proyección internacional a la actriz, además de una importante suma monetaria.
Y es que según ha declarado Lucía, en aquel momento solicitó permiso para trabajar fuera de la televisora que le dio el éxito, el cual le fue concedido. Sin embargo, las complicaciones vinieron después cuando Marielena fue retransmitida en 1994 en TV Azteca, la naciente empresa que representaba por primera vez una competencia directa para Televisa.
Este “conflicto de intereses” llevó a Azcárraga a imponer el veto a quien había sido una de sus máximas estrellas, quien no podía aparecer simultáneamente en la televisora de Ricardo Salinas Pliego.
Fue así que Lucía dejó de trabajar en Televisa, truncando la carrera sin interrupciones que había desarrollado en la empresa. Fue hasta 2002 cuando declaró para el programa La Oreja lo que había ocurrido diez años atrás, momento desde el cual se mantuvo sin presencia en Televisa.
“Me dieron permiso de hacer una telenovela, cuando aparentemente iban a comprar Telemundo, pero se compró Univisión, entonces a mí me prensó en ese momento el cambio y no hubo más remedio que suspenderme porque no era justo que a mí me dieran permiso y a otros artistas no les autorizaran el salir y hacer una telenovela en otra empresa”, contó entonces.
Sin embargo, en la biografía de Emilio Azcárraga, titulada “El tigre” y publicada en el año 2000, se asegura que el veto de Lucía fue un “ajuste de cuentas” a la manera de ser de la actriz, pues se menciona que ella “pasó por encima de mucha gente dentro de Televisa” y se le acusó de ser déspota y mostrar desplantes de diva, además de haber enemistado a productores, actrices y hasta cantantes con Emilio Azcárraga.
Incluso se menciona que el recordado productor ya fallecido Valentín Pimstein, con quien Lucía protagonizó Vanessa, uno de sus primeros éxitos, estuvo a punto de ser despedido por las actitudes de Lucía, con quien no quiso volver a trabajar.
Se menciona también que Lucia se le imponía a Raúl Velasco exigiéndole que la programara al final de cada Siempre en domingo y que le dieran oportunidad de cantar como mínimo de 4 a 5 canciones, espacio que solo podían tener cantantes como Julio Iglesias, Vicente Fernández o Camilo Sesto en aquellos años.
Según el citado libro, en ausencia de Lucía mientras trabaja en Miami, donde Telemundo la instaló en una lujosa mansión, Emilio Azcárraga Milmo cayó en cuenta de las presuntas actitudes prepotentes de Méndez, y decidió ya no mantenerla en las filas de la empresa.
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