Gracias al éxito que logró Pedro Infante a lo largo de su carrera en el cine mexicano y en la música, su patrimonio nunca dejó de ascender y disfrutó de grandes lujos, pero fue bien sabido que él fue siempre generoso con quienes lo rodeaban, por lo que nunca dudó en compartir. Lamentablemente, a su muerte la mayoría de sus familiares quedaron en bancarrota al ver detenidos sus ingresos.
Según narran los sobrinos del protagonista de Pepe El Toro, Pedro Infante repartía sus ganancias entre sus propios lujos, la manutención de sus hijas, de sus esposas María Luisa León e Irma Dorantes, de su madre, de quien lo necesitara y de sus hermanas y sobrinos.
Desde 1948, cuando ya había interpretado sus primeros papeles protagónicos, dejó de preocuparse por el dinero, algo que representó un obstáculo al inicio de su carrera en Sinaloa. Ya que Pedro conocía de primera mano lo que significada vivir con bajos recursos, disfrutaba de ayudar a las personas, sobre todo a sus seres queridos.
“Pedro Infante era una persona muy bondadosa, increíblemente bondadosa. Se hizo cargo de todos nosotros (su familia), y no sólo de nosotros, sino de otros. Nos daba escuela, nos daba todo”, dijo Antonio Infante, sobrino del actor, en entrevista para Historia detrás del Mito.
Sus propios familiares creen que el histrión llegó a mantener completamente a 50 personas.
Al comprender que el ídolo del cine mexicano se había ido para siempre después del accidente aéreo que tuvo el 15 de abril de 1957, la mayoría de sus familiares fueron a sus propiedades a intentar sacar lo que pudieran, pues buscaban quedarse con algo del actor.
Mientras que algunos esperaban obtener un objeto para poder después venderlo y ganar algo con ello, o simplemente guardarlo como recuerdo, otros pensaron en la matriarca de la familia Infante a quien le llevaron lo reunido.
Todos quienes lo rodeaban estaban conscientes de que dependían completamente de él y ahora tendrían que buscar sus propios ingresos.
“Nosotros dejamos de creer en Santa Claus cuando murió Pedro Infante. Algunos terminamos de estudiar, otros no, trabajamos. Trabajamos muy jóvenes y vimos otra realidad”, reveló Margarita Infante, otra de sus sobrinas.
Antonio Infante confirmó esta declaración, pues dijo que él, a sus 12 años, junto con sus hermanos y primos, tuvo que salir a las calles a buscar un trabajo, pues sino “al otro día ya no tienes para comer”.
Toda la fortuna que había reunido Infante, se quedó a manos de Antonio Matouk, su representante, y Ruperto Prado Pérez, su administrador, quienes nunca aceptaron darle algo a la familia Infante, pues sus bienes quedaron intestados.
A los casi dos años del fallecimiento del actor, murió también su madre, regresando al luto a la familia. Su hija adoptiva, Dora Luisa, también murió 17 años después del fallecimiento de su padre.
Dora Luisa tenía una muy mala relación con su madre, María Luisa León, y cuando por fin logró comenzar a hacer su vida lejos de ella, casada y embarazada, tuvo un accidente automovilístico que acabó con su vida.
Actualmente, son sólo sus hijas quienes reciben las regalías de las películas y temas del actor, pero nunca pudieron habitar ninguna de sus propiedades, las cuales fueron demolidas o vendidas a personas que las acondicionaron como hoteles o museos.
Lupita Torrentera e Irma Dorantes, quienes tampoco recibieron herencia, intentaron rehacer sus vidas dentro del mundo artístico para poder sostener a sus hijas.
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