En la década de 1960 Tito Puente era quizá el artista latino más reconocido de todo el mundo. Su éxito en Estados Unidos, donde nació pese a su ascendencia puertorriqueña, abrió la puerta a toda una generación de músicos puertorriqueños, cubanos, dominicanos, colombianos, y de todas partes de Latinoamérica que cimentaron en los clubs de la “Gran Manzana” las bases para lo que hoy en día conocemos como ‘Salsa’.
Puente vino antes de Héctor Lavoe, de Willie Colón, Ruben Blades, Ray Barreto, Celia Cruz y tantos otros dioses del Olimpo de la Salsa, también fue el primero de todos ellos en llevar los ritmos latinos y afrocubanos a otras latitudes, a otros continentes, como Asia, donde comienza esta historia increíble de un grupo de músicos de Japón que sin saber hablar español lograron formar una de las agrupaciones salseras más destacadas de los 90, la cual cumplió recientemente 35 años de carrera.
La Orquesta de la Luz, tiene entre su cúmulo de características curiosas, no solo ser pionera de la salsa en Japón, sino tener como líder a una mujer, Nora Suzuki, otro pilar en esta historia, quien fundó la banda en 1984.
Fue ella quién decidió dar el salto y llevar la salsa japonesa a los oídos de la comunidad latina, embarcándose en viaje incierto a Nueva York para buscar un promotor que les brindara la oportunidad de tocar en el circuito salsero de la ciudad. Pero antes de llegar allá hablemos un poco de la historia.
¿Cómo llega la salsa a Japón?
Japón y Latinoamérica iniciaron un diálogo cultural desde las primeras emigraciones de japoneses a nuestro continente a principios del siglo pasado. Por esos años, Japón vivía un periodo conocido como la Demoracia Taisho (1912-1930), que liberalizó las barreras culturales ancestrales de la isla, permitiendo el intercambio comercial más abierto con otras partes del mundo.
Así llegó el Tango, traído a las costas niponas por los marineros argentinos. El Tango, fue una de las primeras apropiaciones musicales de los japoneses, que para la década de los 40 ya habían formado una agrupación, la Orquesta Típica de Tokyo, que interpretaba las melancólicas canciones vistiendo kimonos. Otra mujer, Ranko Fujisawa, se convirtió en la cantante más destacada del tango japonés.
Los hombres de negocios europeos y estadounidenses también aportaron a esta historia. Ellos popularizaron el hit El Manicero, de Moisés Simons, en Japón, abriéndole paso a la rumba, uno de los primeros ritmos afrocubanos que llegaron al país asiático.
Durante esos años existió también la agrupación Los Turpiales, que integraban un colombiano, un argentino y un brasilero, e interpretaban bossa nova, boleros al estilo puertorriqueño y música cubana. Otra banda, Tokyo Cuban Boys, se formó para explorar estas músicas latinas y llegó a colaborar con Álvaro Ríos, cantante colombiano de Los Turpiales, en varias grabaciones.
Se podría decir entonces que el camino estaba allanado para la llegada de Tito Puente en los 60, quien terminó de revolucionar el oído de los músicos japoneses con su fusión de jazz latino, swing, mambo, chachachá, son montuno y de cuanto ritmo afrocaribeño se le ocurriera.
Ahí estaba el germen, y la estocada final vino en 1976 con la llegada de la Fania All Stars a tocar en la península. A ese concierto asistió “Pecker” Hashida, quien quedó impactado de tal manera que dedicó los siguientes dos años a conformar la primera agrupación de salsa en Japón: la Orquesta del Sol.
Del Sol a la Luz
Hashida empezó a tocar con su orquesta y ganar popularidad en Japón, al mismo tiempo de que una joven de 21 años, Nora Suzuki tenía junto a su amigo percusionista Gen Ogimi un grupo de R&B llamado Atom.
Ogimi introdujo a Suzuki a la música salsa, haciendo que la cantante se enamorara del ritmo. Ella terminó siendo seguidora de la Orquesta del Sol, en donde alcanzó a tocar durante unos años.
Los amigos querían hacer un nuevo grupo de salsa, pues Atom había termino disolviéndose y sus otros integrantes no les interesaba incursionar en el ritmo latino, así que decidieron fundar la Orquesta de la Luz en 1984.
“Gen quería crear un nuevo grupo de salsa conmigo, así que en 1984 fundamos la Orquesta De La Luz. Gen y yo escogimos ese nombre porque ya existía la Orquesta del Sol. Fue como un nombre de hermanos, sol y luz”, le dijo Suzuki a BBC Mundo en una entrevista publicada en febrero de este año.
Cuando empezaron tocar las canciones les era muy difícil. El género era nuevo y sus reglas complejas pues lo que caracterizaba a esa primera camada de salseros era la experimentación. Así que estos aspirantes a soneros japoneses dedicaban horas intensas de ensayo para sacar los temas de oído, para emular los sonidos y tratar de apropiar el “sabor”.
Quizá lo más difícil fueron las letras, que Suzuki transcribía con dedicación emulando los fonemas de la música de Celia Cruz, El Gran Combo de Puerto Rico, La Sonora Ponceña y Ray Barreto, pero sin tener idea de su significado.
“No sabíamos español y yo escribía las letras por fonética. Luego llevé una clase de español gratuita. Al inicio intentábamos y no podíamos tocar una canción completa. Era difícil para nosotros”, recuerda Suzuki.
Para 1987 era otra la historia, todos los músicos estaban a tono y su sonido emulaba a la perfección la salsa brava y caliente que impulsó el primer boom del género en todo el mundo. Era el momento y Nora lo sabía, si quería que su grupo tuviera alguna relevancia, si de verdad querían probarse qué tan buenos eran, tenían que ser ambiciosos, y tratar de conquistar Nueva York, la Meca de la salsa.
Ida y vuelta de Japón a Nueva York
Nora ahorró, compró un tiquete a la ‘Gran Manzana’ y se fue sola a buscar un manager que le interesara poner a unos salseros nipones a tocar en los clubes newyokinos
No fue tarea fácil, tuvo que hacer innumerables llamadas, pocos entendían lo que ella trataba de explicarles. Que sí, que había una orquesta japonesa de salsa, que no, que no hablaban español ni había latinos en ella, que sí que cantaban en español.
En medio de esa búsqueda terminó en la oficina de Richie Bonilla, el mánager responsable de lanzar al estrellato a Héctor Lavoe y Willie Colón, entre muchos otros. Él la recibió y escuchó el casete que Nora llevó con ella, eran dos canciones: Cúcala, de Celia Cruz, y una canción propia, “Salsa Caliente de Japón”.
A Bonilla le pareció una buena idea ponerlos a sonar en el circuito de la ciudad, pero les dijo que ellos se tenían que pagar los tiquetes a Nueva York, un acuerdo que Nora aceptó, pues era la vía para cumplir su sueño.
Casi dos años después la Orquesta de La Luz logró reunir el dinero suficiente para financiar su primera gira fuera de Japón y con eso se encaminaron a dejar su huella en la historia de la salsa.
Durante ese tiempo Bonilla recorría los clubes de la ciudad poniéndoles a sus dueños el casete que le dejó Nora. Afortunadamente la música era tan buena que nadie creía que eran japoneses sino puertorriqueños viviendo en Japón. Desafortunadamente, la salsa estaba perdiendo fuerza para la época, y otros puertorriqueños tocando no tenían mucho atractivo.
Un video enviado por Nora solucionó la confusión y aquella primera gira se concretó con seis presentaciones.
“Cuando vinieron, la salsa estaba por el piso, a causa del merengue. Pero cuando La Luz apareció en escena, todo el mundo quería verlos. Llenaban todo. Ellos ayudaron a traer de vuelta a la salsa con fuerza”, dice Bonilla a BBC Mundo.
“La gente se emocionaba tanto viendo a la banda, que supe que algo estaba pasando”, recuerda el promotor.
Para entonces Salsa Caliente de Japón, una canción que presentaba a toda la banda y contaba su deseo de ser salseros exitosos, se había convertido en su primer hit. La letra fue escrita por Suzuki, primero en inglés -idioma que manejaba mejor que el español- y después traducida a español con un diccionario, cambiando algunas palabras para hacerlas rimar mejor.
“Déjame presentar al grupo mío, todos los miembros son chévere, aunque ellos son todos japoneses, pero tocan la salsa sabrosa”, canta Nora apenas arranca la canción.
Esa primera gira terminó en el emblemático club Palladium Ballroom, en pleno corazón de Manhattan, donde músicos como el gran Tito Puente habían hecho fama al principio de su carrera.
Entre los espectadores de esa noche estaba Ralph Mercado, el fundador de sello RMM, famoso por ser la casa discográfica de Celia Cruz, y por firmar a nuevas estrellas de la salsa como Marc Anthony o La India.
Para Mercado era simple, La Luz tenía algo particular que necesitaba ser grabado y mercadeado, así que su intención era firmarlos con su sello para hacer su primer disco.
El problema era que la orquesta ya tenía que volver a Japón, así que Mercado decidió mandar a su productor Sergio George, que trabajó con los más grandes salseros y llegaría a ganar cuatro Grammy en su carrera, para que los grabara en Tokyo.
Producir ese álbum fue otra travesía, desde lo contractual hasta lo musical. Primero porque la Orquesta había firmado con el sello BGM en Japón, por lo que se tuvo que hacer una cuerdo comercial entre ellos y RMM para obtener los derechos de distribución en América Latina.
Pero también fue un reto las grabaciones en sí, porque ninguno en “La Luz” hablaba español, y George no sabía nada de japonés, así que todo el proceso se tuvo que hacer en compañía de un traductor. Además, encontrar un estudio con las características necesarias para grabar salsa fue otro problema que se tuvo que solucionar, y también estaba el asunto del estilo de la música.
“Cuando yo fui a Japón me llevé un repertorio más romántico y había uno que otro tema de salsa pesada, porque no estaba de moda en ese momento esa salsa agresiva, pero ese fue el tema que les pegó a ellos”, dijo Sergio George en una entrevista.
El disco se llamó ‘Salsa Caliente de Japón’, en honor a su primer tema original y alcanzó a encabezar la lista de Billboard de música latina durante 11 semanas.
La Luz de los grandes
Junto a Sergio George La Luz grabó dos discos más: “Salsa no tiene frontera” y “Somos diferentes”, que como su primer trabajo tuvieron gran popularidad.
Durante la primera mitad de los 90 los japoneses se codearon con los grandes nombres de la salsa a nivel mundial y junto con Bonilla organizaron tres tours de cinco semanas al año en ciudades de Estados Unidos, Europa, y en América Latina, donde visitaron México, Puerto Rico, Perú, Colombia, Venezuela, Panamá, Ecuador, Chile, Costa Rica, Guyana Francesa, Martinica, Aruba, Curacao, Saint Marteen.
“Tocaban tan bien como la banda de la mejor categoría”, resalta Bonilla.
Su éxito los llevó a ganar una Medalla de la Paz de las Naciones Unidas, en reconocimiento al aporte cultural que estaban haciendo al entablar un diálogo musical entre dos polos opuestos del mundo.
Dos años antes, en 1991, alcanzaron quizá el mayor logro de su carrera: tocar en el Madison Square Garden de Nueva York junto a estrellas de la talla de Óscar de León, El Gran Combo de Puerto Rico, El Grupo Niche de Colombia, y el gran Tito Puente.
Esa presentación se enmarcó dentro del XVI Festival de la Salsa de Nueva York, y fue el puntapié que arrancó los tours más grandes de la Orquesta de La Luz en Estados Unidos y los demás países que visitaron durante su primera etapa de actividad.
El mítico concierto tuvo su momento cumbre cuando Nora invitó al escenario primero a Óscar de León para cantar con ella, y luego a Tito Puente, que se apoderó de los timbales en una actuación casi poética, pues quien había sido la inspiración para estos japoneses ahora les daba su bendición para que se tomaran el continente entero, pues tal y como dice su canción más famosa: “No importa de donde sean, ellos tienen ritmo y corazón”.
Gracias Salseros
En 1997 la Orquesta de la Luz se separa, pues sus músicos querían seguir carreras solistas y hacer otros proyectos.
Pasaron algunos años y en 2002 volvieron a juntarse. Desde entonces se han mantenido en actividad, tocando principalmente en Japón pero también en otros países del mundo. Nora es la más activa y suele ser invitada a eventos de salsa donde comparte tarima con grandes como Tito Nieves, Cheo Feliciano, el Gran Combo, y muchos otros.
Desde 2015 La Luz lanzó un “plan para latinizar Japón” que busca promover la salsa y otros ritmos latinos en el país asiático. Allí La Luz hace parte recurrente del circuito de festivales de Jazz del país, llevando su salsa caliente con ritmo y sabor para poner a bailar al público nipón.
Ellos consideran que la cultura latina con su alegría y desparpajo puede servir mucho para traer diversión a los japoneses, que suelen ser, en palabras de la propia Suzuki, muy “serios y pesimistas”.
“Quiero que sean más optimistas. Creo que yo también era así. Pensaba mucho. Estoy más latinizada que antes. Soy más feliz ahora”, asegura Nora.
“Quiero que sean más optimistas. Creo que yo también era así. Pensaba mucho. Estoy más latinizada que antes. Soy más feliz ahora”, asegura Nora.
Para ella la salsa es felicidad, por eso ama el género y dice que nunca dejará de tocarlo. Esta japonesa, junto con su banda, han logrado lo impensado, mantenerse tocando un ritmo que adoptaron como propio y por más de tres décadas.
Su último trabajo discográfico está enfocado en eso, en celebrar una vida de música y agradecer a quienes los inspiraron a seguirla.
“Gracias Salseros” se estrenó en 2019, conmemorando 35 años de carrera y con él La Luz se embarcó en nuevas giras y presentaciones.
Ni siquiera la pandemia logró apagar La Luz de estos salseros japoneses que ya se preparan para volver a los escenarios este 28 de abril en Yokohama, demostrando que “la salsa no tiene fronteras, no, ni barreras”.
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