Hay personalidades que están cubiertos por un halo de misterio, pero a veces el mito se convierte en una teoría conspirativa de alcances insospechados. Eso ocurrió hace medio siglo con Paul McCartney, emblemático integrante de los Beatles.
La falsa historia de su muerte llegó tan lejos que el propio cantante tuvo que desmentirla y aún así, lo persigue hasta nuestros días.
Todo ocurrió hace 52 años.
Paul estaba muerto. No había duda. Cada vez eran más los fanáticos que aseguraban que uno de los miembros de la banda más importante de todos los tiempos se había reventado la cabeza en un coche.
Ocurrió el nueve de noviembre de 1966 tras una acalorada discusión con Lennon durante las grabaciones del octavo álbum de estudio de la banda: Sgt. Pepper’s Lonely Heart’s Club Band, de la que Paul huyó despavorido sólo para sufrir un accidente que le quitó la vida.
Ringo Starr, George Harrison y el propio John Lennon habían sido informados de la infausta noticia. Ellos mismos habían recibido la llamada para identificar el cuerpo en la carretera helada en la que Paul había perdido el control. ¿Qué hicieron después? Seguir adelante. Había que proteger a toda costa a los fanáticos que podrían haber sido víctimas de la histeria una vez que la noticia saliera a la luz.
Con el apoyo del sello discográfico con el que entonces trabajaban, los tres Beatles restantes sometieron a William Shears Campbell, en adelante conocido como Bill Shears, a una cirugía estética menor y le enseñaron a comportarse como McCartney, a tocar la guitarra con maestría y a componer melodías.
Aquel acto les remordió la conciencia y dejaron pistas en cada una de las letras y portadas de las producciones discográficas que habrían de venir, para que la verdad se supiera. Habían enterrado a Paul, pero camuflaron un rompecabezas que sólo los más observadores podrían resolver.
Paul estaba muerto. No obstante, seguía vivo.
Fue en 1969, en una entrevista con la revista Life, que McCartney intentó cerrar uno de los capítulos más extraños en la historia del rock, y se dirigió a todos aquellos que lo daban por muerto.
Lejos de la prensa y en una granja de Escocia: el escenario perfecto para una teoría conspirativa
En noviembre de aquel año, la familia McCartney residía en la emblemática granja de Campbeltown, Escocia. En ese entonces, Paul disfrutaba de la vida campestre junto a Linda McCartney y sus hijas Heather y Mary, quien tenía tan solo unos meses.
Incluso, McCartney se preparaba para grabar su primer álbum como solista, el que sellaría la separación de la banda. Sin embargo, los rumores sobre su muerte y un sustituto crecían, y tuvo que referirse a ellos durante una entrevista con la revista Life.
“Quizá el rumor empezó porque últimamente no he estado en las noticias. He hecho suficiente de eso por una vida y ya no tengo nada que decir estos días. Estoy feliz de estar con mi familia y trabajaré cuando tenga que hacerlo. Estuve encendido por 10 años y nunca me desconecté. Ahora lo hago cada vez que puedo. Prefiero ser menos famoso estos días”, dijo.
Para Paul, aquellos rumores no sólo eran irrelevantes, sino que eran un intento por invadir su privacidad: “Las personas que están inventando estos rumores deberían echarse un vistazo a sí mismos. No hay tiempo suficiente en la vida. Deberían preocuparse por sí mismos en lugar de preocuparse por si estoy muerto o no”.
“Todo lo que tengo que decir está en la música. Si quiero decir cualquier cosa escribiré una canción. ¿Puedes esparcir por ahí que solo soy una persona ordinaria que quiere vivir en paz? Tenemos que irnos ahora. Tenemos a dos niños en casa”, concluyó en aquel encuentro.
Aquella entrevista acalló en parte los rumores, pero el daño ya estaba hecho. El mito ya tenía vida propia y no dejaría de perseguirlo.
Un funeral escondido a plena vista
Como la mayoría de los mitos, el origen de la muerte de Paul y la subsecuente suplantación es incierto. Algunas versiones apuntan a que se originó en la ciudad natal de la agrupación, otras a que era una charla de borracheras en las universidades estadounidenses que se salió de control.
No obstante, de acuerdo con la BBC, la primera evidencia impresa que se tiene de la teoría conspirativa data del 17 de septiembre de 1969, cuando el periódico “Times-Delphic” de la Universidad de Drake en Iowa, Estados Unidos, publicó “¿Está el Beatle Paul McCartney muerto?” un artículo escrito por Tim Harper y que mostraba evidencia “sólida” de que así era.
El artículo revelaba que el cover art de algunos álbumes escondía símbolos encriptados que denotaban la muerte del cantante: “En la portada del álbum Sgt. Pepper’s Lonely Hearts Club Band hay una mano misteriosa sobre su cabeza, signo que muchos creen que es un símbolo de muerte para los griegos o los nativos americanos”, comenzaba el artículo.
Harper señaló otras supuestas pistas, como la guitarra en el suelo o la mano de Harrison en la parte posterior del álbum apuntando a un verso de “A day in the life”: “Blew his mind out in a car” (”se voló la cabeza en un coche”) en español.
Aunque él mismo después advirtió que no era una pieza seria y aclaró que todo se trataba de una “broma” y de algo que él mismo escuchó de la boca de otro alumno, el artículo causó tanto impacto que durante semanas no se habló de otra cosa y el rumor pronto corrió como pólvora por todo Estados Unidos.
Incluso, un mes después de aquel artículo, un presentador de radio en Detroit, Russ Gibb, recibió una llamada de un radioescucha que le pidió reproducir “Revolution no. 9″, pues, según argumentaba, Paul estaba muerto y al reproducir la frase “number nine” al revés, el verso se transforma en “turn me on, dead man” (“enciéndeme hombre muerto”), detalle que probaría el hecho.
Por su parte, Gibb comenzó un segmento dedicado únicamente a aquella teoría, y posteriormente, un reseñista que trabajaba para el Michigan Daily y que se encontraba escuchando aquel programa, Fred LaBour, escribió " McCartney muerto. Nueva evidencia sale a la luz”, un artículo que de nuevo hacía un compendio de las pistas escondidas en los rincones más obscuros de la producción musical más reciente de The Beatles.
De este pieza se desprendieron unas de las pistas más sonadas sobre esta teoría: los atuendos que utilizaron en la portada del álbum Abby Road revelarían un sepelio oculto y la placa del automóvil Volkswagen blanco estacionado, con el número 28, era una referencia inequívoca a la edad que “tendría” Paul si aún estuviera con vida.
Todos aquellos elementos sirvieron para alimentar una de las teorías conspirativas más sonadas en la historia de la música contemporánea y que pujaba con fuerza en el último año de la década del “amor y paz”. En ese entonces, cientos de seguidores continuaron recolectando evidencia y apuntaron: el nuevo McCartney es un impostor.
Con el paso de los años, la teoría se fue diluyendo. Incluso, el propio Sir Paul McCartney comenzó a referirse a ella con humor y en 1993 salió a la venta el álbum en directo “Paul is Live!”, titulado como un guiño a aquellos que aseguraban que “Paul is dead”.
Cada vez que el tema sale a colación en alguna entrevista, Paul sólo comenta con una sonrisa en el rostro: “No sé cómo pudo pasar”.
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