La música mexicana apenas parecía reponerse de las muertes de Pedro Infante y Jorge Negrete cuando un nuevo golpe volvió a sacudirla: la muerte de Javier Solís.
Como ocurrió con los dos primeros, el “Rey del bolero ranchero” se apagó en lo más alto de su éxito y también en plena juventud.
De los tres, solo Negrete alcanzó a superar los 40 años. Infante falleció a los 39 y Solís a los 34.
Según testimonios recogidos por José Felipe Coria en la trilogía biográfica El Señor de Sombras, publicada por la editorial Clío en 1994, Solís tenía el presentimiento de una muerte temprana.
“No voy a llegar a viejo”, le dijo en más de una ocasión a Blanca Estela Sáinz, su última pareja y madre de dos de sus hijos.
A Refugio Robles, pareja de su tío Valentín (el hombre que cuidó de Javier como si fuera su hijo), le dijo que tenía ganas de morirse a los 34 años. Y así ocurrió.
La mañana del 19 de abril de 1966 México supo que otro de sus ídolos había partido pronto, quizás demasiado pronto.
En apenas nueve años de carrera, Solís grabó más de 300 canciones y filmó decenas de películas.
Su labor como actor, sin embargo, jamás igualó su talento como intérprete.
Él se hacía llamar un “cancionero” en lugar de cantante, pero bastaba escuchar algunos segundos de sus interpretaciones para saber que se estaba ante un privilegiado, ante una de esas estrellas que, como si fuera un cometa, aparecen solo cada cierto tiempo, y al igual que los cometas, su paso es fugaz, pero no su luz.
Y es que aun cuando ha pasado más de medio siglo de la muerte de Solís, una rápida búsqueda en YouTube permite comprobar que su recuerdo sigue vigente.
Están ahí algunas presentaciones en vivo de Solís interpretando su hit Sombras, con solo un micrófono de ambiente, o Se te Olvida (La Mentira), grabaciones de los años 60 donde el cantante luce su traje de charro con dos espectaculares botones de oro en forma de gallo.
Como cada 19 de abril es inevitable recordar aquel día negro para la música mexicana en que Solís murió.
Tras años de malestares estomacales, la noche del 12 de abril Solís no pudo más y tuvo que ser internado en el Hospital Santelena de Ciudad de México, en donde el médico Francisco Zubiria lo operó para retirarle la vesícula.
Hasta ahí nada extraordinario. La recuperación de Solís parecía marchar sin contratiempos, pero la madrugada del 19 de abril, según relato de Coria, el cantante se incorporó en su cama de hospital y unos segundos después solo dijo “Ay Dios mío”, antes de quedarse quieto para siempre.
Sáinz llegó minutos después aún sin poder creer lo ocurrido. Zubiria dijo en un primer momento que Solís falleció por tomar agua, luego que por una infección de los conductos biliares. Blanca Estela se enteró después que el doctor no era cirujano y el expediente médico desapareció para siempre.
En medio del desconcierto, la última pareja de Solís accedió entonces a que se destapara la trágica noticia que, como era de esperarse, sacudió no solo a México sino a otros países de América Latina donde ya era un ídolo.
La casualidad quiso que Javier Solís regresara al Panteón Jardín, donde nueve años antes había despedido a Pedro Infante entre cantos y tristeza, la misma tristeza que acompañaba a la gente en su adiós.
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