Más allá de la melancólica pieza compuesta por el saxofonista argentino Leandro “Gato” Barbieri y del apasionado romance entre Jeanne y Paul, El último tango en París hoy brilla por una sola cosa: la confabulación masculina detrás de “la escena de la manteca” y las marcas que dejó en la entonces novel actriz Maria Schneider.
Maria, lejos de la cinta de 1979 Una mujer como Eva y de resurgir como un ícono de la comunidad LGBTTTIQ al declararse abiertamente bisexual, fue presa del delirio del celebre cineasta italiano Bernardo Bertolucci por conseguir una reacción “honesta” de la intérprete ante un asalto sexual.
“Me informaron justo antes de filmarla. Debí llamar a mi agente o tener un abogado en el set de rodaje, porque no puedes forzar a alguien a hacer algo que no está en el guion, pero yo no lo sabía. Marlon me dijo que no me preocupara, que solo era una película, pero yo estaba llorando de verdad”, contó Maria en una entrevista que concedió al diario británico Daily Mail en el 2007.
“Me sentí mal porque me habían tratado como a una sex symbol y yo quería que se me reconociera como actriz. Para ser honesta, me sentí humillada. Me sentí un poco violada por ambos”.
Maria Schneider y la confabulación masculina
Después de aquel episodio Maria continuó con su carrera; sin embargo, los setenta fueron años difíciles para la actriz, años en los que encontró refugio en los excesos e, incluso, intentó quitarse la vida.
“No me gustaba ser famosa y las drogas eran mi salida. Intenté suicidarme dos o tras veces tomando pastillas, pero cada vez que lo hice, me desperté cuando la ambulancia llegó. Sobreviví porque Dios decidió que no era mi hora de partir”.
Maria murió en febrero de 2011, a tan solo unos años de haber dado su verdad sobre aquella escena. No vivió lo suficiente para escuchar al propio Bertolucci confesar el acuerdo con Marlon Brando para operar sin su consentimiento .
“Estábamos desayunando con Marlon en el departamento. Él estaba poniendo manteca en una baguette. Hablábamos de cómo hacer esa escena. Nos miramos el uno al otro y, enseguida, no tuvimos que decir nada más, ya sabíamos lo que queríamos. Me sentí terrible con Maria porque no le dije lo que sucedería, porque yo quería su reacción como una chica, no como una actriz”, confesó sin remordimientos el director en una entrevista del 2013.
“Siento que para hacer cine y obtener algo uno tiene que ser libre (...) No quería que Maria actuara su humillación y su rabia; quería que Maria sufriera la rabia y la humillación. Y ella me odió para toda la vida”. Poco sabía el director que aquellas palabras cambiarían el legado que dejó en la historia del cine.
La historia de Maria no es el único episodio en la historia de un éxito en la pantalla grande que le trajo un perjuicio duradero a su protagonista.
En algún lugar sobre el arcoíris de Judy Garland
Hablar de Judy Garland es aludir a aquella mujercita de Kansas que, con el rostro enmarcado por dos largas trenzas y enfundada en un vestido de cuadros azules y blancos, entona melodías que hablan de esperanza y tiempos mejores.
Decir “Judy Garland” es recordar a la actriz, la cantante, a la madre de una estrella; ultimadamente, decir su nombre es recordar la trágica muerte de un ícono de Hollywood que falleció por una sobredosis de barbitúricos con 47 años recién cumplidos.
Judy fue una mujer que, a pesar de su talento, o quizá a costa de él, se consumió al ritmo de los estupefacientes y cuya historia encarna los abusos de la industria cinematográfica.
El Mago de Oz vio la luz en 1939, pero en ella se ocultaba una historia sumamente obscura. Largas horas de grabaciones garantizadas por las drogas que “Dorothy” recibió de su madre, Grethel. Una dieta a base de sopa de pollo y el consumo de cigarrillos, para asegurarle una delgada figura infantil.
Aunado al constante acoso y abuso sexual perpetrado por uno de los hombres más poderosos de Hollywood en aquella época: Louis B. Mayer, el cofundador de los estudios Metro-Goldwyn-Mayer (MGM), o al menos así lo afirmó su biógrafo Gerald Clarke.
“Todo el mundo sabe lo que pasa en los sofás de las audiciones, pero nadie pensó que Judy había sido sometida a presiones sexuales por parte de los altos mando de MGM”, explicó Clarke durante una entrevista con ABC News.
Todo aquello vivió Judy, que tenía solo 16 años cuando alcanzó la cima del éxito. Aunque hay versiones que sostienen que Judy ya era adicta a las anfetaminas antes de aquella cinta, lo cierto es que la fama y las píldoras se convirtieron en la dupla inseparable de la dulce “Dorothy”.
Aquel binomio terminó con su vida. Porque como ella explicó “Quería creer, e hice todo lo que pude por creer en ese arco iris que soñaba con recorrer. Pero no pude. Qué se le va a hacer”.
Un vaso con leche para Malcolm McDowell
A inicios de la década de los setenta, Malcolm McDowell dio vida a Alex DeLarge, uno de los personajes más trastornados de la historia del cine, y que, de la mano de Stanley Kubrick logró posicionarse en el rango de la “ultraviolencia”.
Sin embargo, aquellas inquietantes escenas que lo catapultaron a la fama, también pusieron en riesgo la vida y salud del protagonista de la cinta. Para lograr aquella famosa toma en la que Alex es sometido al tratamiento Ludovico y, por lo tanto, forzado a mirar una película violenta mientras suena música de Beethoven, McDowell se jugó la vista.
“Terminé con las córneas rasguñadas, desagradable y brutalmente doloroso. Esto se cura bastante rápido, pero a los pocos días Stanley me dice que necesita una toma más a primer plano. Mi sustituto no quiso hacerlo luego de ver lo que me pasó. Por lo tanto volví a la silla. Era mi último día de sesión. Yo estaba aterrorizado”, contó el actor.
Debido a esto, el actor de 27 años perdió la vista durante algún tiempo. Además, durante la filmación de la cinta, McDowell sufrió varias fisuras de costillas durante la escena en la que es humillado y pateado en el escenario.
Aunque Malcolm no quedó con alguna lesión física debida a su trabajo, lo cierto es que se llevó una amarga experiencia y un profundo rencor contra su director, Stanley Kubrick; conocido por métodos extremos para obtener interpretaciones conmovedoras de los actores con los que trabaja.
Los “Bajos Instintos” de Hollywood
Antes de la fama y la fortuna que vino con el éxito de la cinta de 1992 Bajos Instintos, Sharon Stone solamente buscaba abrirse camino en la industria cinematográfica y hacerse de un nombre que le permitiera alcanzar el máximo reconocimiento.
Y lo alcanzó. Aquel cruce de piernas quedó tatuado en la mente de cientos de espectadores. No obstante, fue hasta 29 años después del estreno del film, que Sharon arrojó luz sobre aquel momento y la incomodidad que sintió por ver sus genitales en pantalla.
“Y así me encontré por primera vez con un plano de mi vagina, mucho después de que me hubieran dicho: ‘No se ve nada, solo necesitamos que te quites las pantaletas porque el blanco refleja la luz, y se nota que las tienes puestas’”, relató la actriz en su autobiografía The Beauty of Living Twice, publicada parciamente por la revista Vanity Fair.
Según lo relatado por ella misma en aquel documento, Sharon ya se había enfrentado a una filmación sumamente retadora, llena de ataques de pánico y de despertarse con pesadillas a mitad de la noche.
“Y esto volvía a suponer un reto (...) Solo era una actriz, solo una mujer. ¿Qué posibilidades iba a tener? Pero las tenía. Así que pensé y pensé y decidí permitir la escena. ¿Por qué? Porque era lo correcto para la película y para el personaje y porque, pese a todo la había hecho”.
Aquella decisión marcó la carrera de Sharon. La actriz también detalló toda clase de proposiciones inadecuadas por parte de sus compañeros varones, como la que le hizo un productor que que le sugirió tener relaciones sexuales con un compañero de reparto para “crear química”.
Heath Ledger y la “maldición del Guasón”
Con el rostro desencajado y el maquillaje deslavado debajo de hebras color verde; enfundado en un traje que alguna vez fue púrpura. Así se recuerda a Heath Ledger, el “Guasón” que quizá dio demasiado de sí mismo.
La preparación de Heath para sumergirse en el personaje fue obsesiva; de acuerdo con el documental la vida del actor Too young to die, Ledger se encerró durante semanas en una habitación de hotel, en donde creó la risa del villano y llevó un diario escrito desde la perspectiva del Guasón.
En la cinta Batman: El caballero de la noche, Ledger buscó una interpretación llena de guiños a su personaje e improvisación que le valió el Oscar a mejor actor de reparto.
Sin embargo, para la entrega de aquel galardón, el actor no estuvo presente. Había fallecido el 22 de enero de 2008 en su departamento de Nueva York.
Aunque mucho se ha dicho sobre su muerte y su relación con el retorcido villano de Batman, lo cierto es que Heath sufrió de ataques de pánico durante toda su carrera, especialmente acrecentados por la prensa y, en ese entonces, por la ruptura con la actriz Michelle Williams.
Asimismo, en aquellos años circuló en la prensa estadounidense un video del nacido en Australia inhalando una sustancia que aparentemente sería cocaína, lo que devino en un clima poco favorable.
A pesar de esto, la familia del actor descartó un suicidio: “Él tenía un increíble sentido del humor, y supongo que quizá sólo sus amigos cercanos y familiares sabíamos eso, pero se estaba divirtiendo. Nunca estuvo deprimido por el Joker”, declaró una de sus hermanas a Entretainment Weekly.
La “psicosis” de Janet Leigh
Años después de aquella escena de la ducha en la cinta dirigida por Alfred Hitchcock en 1960, Psicosis, la actriz Janet Leigh seguía siendo acosada por personas que le enviaban cartas amenazando con hacer aquella aterradora escena realidad.
Según contó la actriz en 1984 a la publicación Woman’s World, después de la que ha sido catalogada como una de las mejores películas de terror de todos los tiempos, Leigh nunca se sintió segura en aquel espacio doméstico.
“Dejé de ducharme y solo me baño”, dijo con humor a la publicación, “y cuando estoy en un lugar donde solo me puedo duchar, me aseguro de que las puertas y ventanas de la casa estén cerradas. También dejo la puerta del baño y la cortina abiertas. Siempre estoy mirando hacia la puerta, observando, sin importar dónde esté la ducha”.
Además, la actriz recordó que cierto tiempo después del estreno de la cinta, recibió algunas cartas tétricas y bizarras que amenazaban con hacerla correr la misma suerte que el personaje que interpretó.
“Había personas dañadas que interpretaron Psicosis como una manera de lidiar con sus propios demonios y recibí muchas cartas en donde me decían que me haría lo mismo que Norman Bates hizo a Marion Crane. Ya no recibo tantas como antes, pero tengo que decirlo, fue algo muy grave. El FBI tuvo que intervenir. Por suerte nunca pasó”.
Desafortunadamente, la actriz falleció el 3 de octubre de 2004 a los 77 años de edad, debido a un infarto agudo.
SEGUIR LEYENDO: