La parábola de Linda Lovelace es una de las más fascinantes de la industria del cine. Para muchos, fue la actriz porno más importante del siglo XX, la mujer que le dio glamour a una industria en las sombras y muchas veces sórdida. Y al mismo tiempo la destruyó en una intrincada farsa de liberación sexual femenina con la película que la encumbró: Deep throat (Garganta Profunda).
Hollywood siempre caminó de la mano pero con cierta vergüenza junto a la industria del porno. Famosos directores de cine -como Wes Craven- pasaron por allí y actores como Arnold Schwarzenegger, Sylvester Stallone o Cameron Díaz dieron en el porno sus primeros pasos.
Linda Susan Boreman era como cualquier otra joven de su edad, con errores y aciertos pero con ganas de forjarse un futuro.
Había nacido en el seno de una familia de clase trabajadora. Hija de un policía, creció en Yonkers, Nueva York, donde asistió a una escuela católica.
Fue mamá en 1969, cuando tenía 20 años, pero su madre la convenció para que diera al niño en guarda hasta que estuviera preparada para cuidar de él, según relató ella misma en su autobiografía, Ordeal (“calvario”, en inglés).
Más tarde, descubrió que su madre en realidad había dado al niño en adopción, y nunca más volvió a verlo. Su familia se mudó luego a Florida, pero ella regresó a Nueva York en 1970. Allí sufrió un grave accidente de coche, lo que la obligó a regresar a casa de sus padres en la Florida para recuperarse.
Su novio, el proxeneta
Durante la convalecencia, conoció a Charles “Chuck” Traynor, se enamoró rápidamente y él le prometió convertirla en una estrella. Él era 13 años mayor que ella y la joven quería irse de la controladora casa de sus padres y ser libre. Pero eso justamente es lo que menos sería, según relató años después.
Él la inició en la prostitución al mismo que la probaba como actriz en cortos pornos clandestinos, de bajo presupuesto y de baja calidad.
Traynor ya estaba inmiscuido en la industria y la convenció para ser la protagonista Deep Throat (Garganta Profunda). Como apenas tenía 21 años y comenzaba su carrera, le pagarían sólo 1.200 dólares, que tampoco recibió ella sino Traynor.
En la década de 1970, la sexualidad aún era un tabú y la industria del porno trabajaba a escondidas pero Garganta Profunda fue la película que rompió ese cascarón y debutó en la pantalla de los cines comerciales. Era sexo explícito, pero a diferencian de otros largometrajes del género, tenía guión, historia, argumento, locaciones y era divertida. Alcanzó récords de público y de ventas de copias en video.
Llegó a tener una crítica en The New York Times, que la definió como “porno chic”, lo que le dio cierto estatus y aceptación en más sectores de la sociedad. Grupos feministas levantaron su bandera como ejemplo de una mujer que se atrevía a disfrutar del sexo libremente y sin tapujos. Pero detrás había una historia hasta entonces desconocida.
Pero a la administración del presidente Richard Nixon y a los sectores conservadores de la sociedad estadounidense no les hizo ninguna gracia. Les preocupaba el repentino interés del público por este tipo de cine, y lanzó una cruzada en su contra que llegó hasta el arresto y juicio del protagonista masculino, Harry Reems, bajo el cargo de conspiración para distribuir material obsceno (después del apoyo que recibió de buena parte de la industria de Hollywood, los cargos fueron levantados y recuperó su libertad).
Al mismo tiempo, los ojos del mundo se centraban en Linda. Lo había conseguido, ya era una actriz famosa, aunque no precisamente como hubiera querido, pero detrás de esa falsa bandera de liberación sexual femenina que se alzaba en el filme, de alguna manera podría decirse que representó el derecho de las mujeres a los orgasmos, pero en su propio mundo personal había un infierno. Lo que ella reveló muchos años después como una “esclavitud sexual”.
Traynor era un hombre violento y controlador que la obligó a volver a Nueva York, donde se casó con ella y se convirtió, también, en su proxeneta. La golpeaba un día sí y otro también.
Entre los episodios sórdidos que vivió a su lado relató que él le pidió que lo ayudara a administrar el negocio de la prostitución, y cuando ella se negó, la golpeó. Consideraba que maltratarla físicamente lo excitaba. Cuando salía con otras personas, él le decía que no hablara y ella tenía que pedirle permiso para usar el baño. La golpeó la noche anterior a su boda y durante el rodaje de Garganta profunda.
Después de que ella lo dejó, Traynor amenazó con dispararle al hijo de su hermana si ella no regresaba. Sin embargo se armó de valor y lo denunció.
En su biografía reveló que durante los rodajes Chuck solía llevar una pistola en el bolsillo y apretaba el gatillo de forma que ella pudiese oírlo, a modo de advertencia por si no resultase suficientemente convincente delante de la cámara.
“Cuando ustedes ven la película Garganta profunda, están viendo cómo soy violada. Es un crimen que se siga mostrando”, confesó años después y aseguró que en la cinta aparecen también los moretones que Traynor le dejaba al golpearla.
Linda destapó una relación destructiva y violenta de dependencia de la que intentó salir en varias ocasiones y no encontró dónde cobijarse nunca. El público demostró estar más preparado para aceptar que disfrutase haciendo felaciones ante una cámara que para escuchar esta versión de los hechos, y la industria del porno, a la que su exmarido seguía perteneciendo, le dio la espalda argumentando que era una desagradecida.
Antes de Garganta Profunda, con Traynor había filmado cintas cortas como Dogarama -donde presuntamente había tenido sexo con un perro- (1971), Peeverted (corto) (1971), Nudo de la madera (corto de 1971), Gomorrahy (corto 1972).
Cuando se separó de Traynor reintentó hacer otras cintas sin éxito alguno, entre ellas están: Las confesiones de Linda Lovelace (1974), Garganta Profunda Parte II (1974) como la enfermera Lovelace, Linda Lovelace para presidente (1975).
Al lograr separarse de Traynor, se casó de nuevo inmediatamente y tuvo dos hijos. Anunció que había redescubierto a Dios y se convirtió en una devota madre de clase media de Denver, que reniega del porno como lo haría cualquier buena cristiana del centro de los Estados Unidos, y con conocimiento de causa al haber vivido en carne propia esa industria que muchos siguen considerando explotadora de la mujer.
Se sintió utilizada por el movimiento feminista que había levantado su bandera del derecho al goce. Acusó a muchas autoras de hacer dinero publicando libros y artículos sobre ella sin ayudarla realmente cuando más lo necesitaba, tras su segundo divorcio 10 años después y con hijos qué mantener.
La salud tampoco la acompañó. Una hepatitis la llevó a someterse a un trasplante de hígado, y afirmó que la silicona que se inyectó para aumentarse los pechos -por imposición de Traynor-, le produjo cáncer de mama.
En su grito de liberación final, dejó atrás a Linda Lovelace y volvió a llamarse Linda Susan Boreman, de quien había huido años atrás. Falleció
Este 10 de enero habría cumplido 72 años, sin embargo el 3 de abril de 2002, Linda volvió a sufrir un accidente automovilístico, pero esta vez no se recuperó de las heridas, tras estar varios días en coma falleció el 22 de abril a los 53 años. En sus últimas horas estuvo acompañada por sus hijos y por su ya ex marido Larry Marchiano con quien seguía manteniendo una gran amistad. Como si fuera el final de una película, tres meses después, su ex esposo Chuck Traynor murió también, pero de un infarto.
En 1997 había concedido una de sus últimas entrevistas en la que parecía haber hecho las pases con su pasado: “Me miro en el espejo y me veo más feliz que lo que me he visto en toda mi vida. No me avergüenzo de mi historia ni estoy triste por eso. Y lo que la gente pueda pensar de mí, bueno, eso no me importa. Me miro en el espejo y sé que he sobrevivido”.
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