La tarde de este miércoles 25 de noviembre se dio a conocer el deceso de la actriz y cantante Flor Silvestre a los 90 años de edad, quien perdió la vida a causa de las complicaciones en su salud derivadas de afecciones cardiacas que ya venía padeciendo desde meses atrás.
La figura del cine de oro mexicano y de la música regional tradicional dejó este mundo rodeada de sus hijos y sus nietos en el rancho El Soyate, en Zacatecas, donde la artista residía desde 2007, año en que murió su gran amor, el charro de México Antonio Aguilar. Y es precisamente esa gran figura de la canción mexicana con quien sostuvo un apasionado romance por más de 40 años, siendo su historia una de las más conmovedoras de la escena nacional del espectáculo.
Guillermina Jiménez Chabolla, nombre real de la artista, fue una mujer bella y talentosa, siendo descubierta a los 20 años cuando fue lanzada al cine. De ahí en adelante sus trabajos la posicionaron en el gusto del público no sólo de México, sino de otros países americanos como Argentina, Venezuela y Colombia, consolidando su éxito y fungiendo como embajadora de la tradición musical del país.
Su primer contacto con Antonio, con quien al paso de los años conformó la “Dinastía Aguilar”, se dio en 1950, cuando ambos coincidieron en las instalaciones de la estación radial XEW, también conocida por su nombre comercial actual W Radio, una de las estaciones más antiguas de México). En aquel entonces Flor conducía una programa llamado Increíble, pero cierto, el cual compaginaba con su carrera musical.
Quien en aquel momento ya era una figura conocida en la escena de la música mexicana y del cine, tuvo como invitado a un nuevo artista que era conocido como “Toni” Aguilar. “De repente llega: ‘mucho gusto’ y ya, cantaba precioso, cosas clásicas, pasos dobles, así llegó Antonio a mi vida, cantando y yo cantando ranchero”, comentó la cantante en una pasada entrevista. Sin embargo, el suyo no fue amor a primera vista, sino que se fue dando conforme pasaron unos años más.
Ya para 1955, por azares del destino fueron elegidos para protagonizar la emblemática cinta La huella del chacal, pero fue hasta 1957 cuando surgió el romance durante la filmación de la película El rayo de Sinaloa.
“Entonces descubrí en ella su sentimiento, su sentir, su limpieza, su hermosura por dentro y por fuera, su manera de pensar, su sentimentalismo, su delicadeza, su femineidad y no tuve más remedio que enamorarme de ella”, comentó el vida el famoso charro de México.
Flor contó en alguna ocasión que durante el rodaje de dicha película, el cantante la cortejaba a caballo. Así narró su primer acercamiento:
Me dijo ‘tenga, tenga un pedacito de azúcar, déselo a su caballo que se portó muy bien’. Estaba yo dándole al caballo el azúcar y él por atrás me dio un beso aquí (en el cuello)
Antonio Aguilar decía a manera de broma que no se enamoró de Flor Silvestre porque “yo estaba cantando ópera, opereta y zarzuela, y ella cantaba cancioncitas raras: rancheras, de mariachi y esas tonaditas”. Finalmente Antonio y Flor se casaron por el civil el 29 de octubre de 1959, en el rancho El Soyate, en un matrimonio que no fue el primero para ninguno de los dos. Flor procreó antes a tres hijos con el conductor Paco Malgesto, a quienes Antonio crio y quiso como a sus hijos.
En varios de los vlogs de su hijo Pepe Aguilar, Flor Silvestre contó historias suyas con su amado esposo fallecido el 19 de junio de 2007 como consecuencia de complicaciones de una neumonía, la cual fue controlada, pero lo llevó a un cuadro de agotamiento agudo y que afectó su funcionamiento renal y pulmonar.
Flor relató en varias ocasiones que ya se encontraba preparada para reencontrarse con su gran amor: “Ya estoy lista para irme allá con él en donde está. Me acuerdo de sus cosas y lo amo más y se lo digo: te amo, te sigo amando, te quiero mucho”, confesó en su documental Mi destino fue quererte.
En ese mismo material, apareció la hoy fallecida con los ojos aguados contando cómo fue que su esposo le construyó el hogar en el que vivieron juntos por más de 40 años:
“Tengo retratos de él por todos lados, está él en cada ladrillo y en cada cosa de esta casa...En mi casa puso flores de cantera por todos lados para que nadie se atreviera a dudar que la casa la había construido para su flor... Vivo de su recuerdo... Es lo más grande que hay, que tu pareja sea parte de ti mismo, no éramos dos, éramos uno...Me dio tanta felicidad y me hizo muy feliz. No puedo decir ni siquiera cómo era de lindo. Era mi todo.”, contó hace algún tiempo.
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