A principio de esta semana la extremadamente pegadiza y repetitiva canción infantil Baby Shark se convirtió en el video más visto de YouTube. Con más de 7.000 millones de reproducciones desbancó a Despacito de Luis Fonsi y Daddy Yankee. Su temática simple de una familia de tiburones que van a cazar y los bañistas corriendo para ponerse a salvo la hacen divertida para los niños pequeños. Sin embargo no siempre fue así. Las versiones en las que la canción está inspirada son más tétricas y perturbadoras, ya que hablan de desmembramiento.
Al igual que los cuentos de los hermanos Grimm (los originales tienen finales macabros) y las rimas y cánticos infantiles populares, una versión de un pequeño tiburón con su familia fue pasando por generaciones como una tradición oral en diversos países, principalmente de Europa.
Algunas versiones hablaban de un pequeño y lindo tiburón inocente que conforme iba creciendo se comía a toda su familia, mientras otras referían que la familia de tiburones, desde los abuelos, padres y hasta el bebé, iban a cazar humanos y arrancarles cada miembro corporal.
Tal vez fue creada para advertir a los niños sobre los peligros del mar, sin embargo la narración de estos cánticos originales hoy serían considerados inapropiados.
El primer registro mediático masivo ocurrió en 2007 con la canción llamada Kleiner Hai (“Pequeño tiburón”) y publicado por Alexandra Müller, también conocida por su nombre artístico, Alemuel.
En ese momento la alemana Müller era una chica tímida de veintitantos años que estudiaba periodismo cultural en la universidad y que grabó este tema el día siguiente de Navidad en 2006, sin haber dormido y con una cámara básica que grabó el videoclip pixeleado, lo subió a YouTube los primeros días del 2007 por la presión de un amigo y por la fascinación con la canción que tenían los niños de un campamento donde ella trabajaba en verano.
Semanas después se viralizó y fue uno de los primeros éxitos que trascendió de esta plataforma de videos recién creada, rápidamente se escuchó en varios países, se volvió un fenómeno no sólo infantil sino que se cantaba incluso en discotecas y los jóvenes con gustos pop la bailaban con furor en fiestas.
“Estaba sobria cuando la hice (ríe). No bebo. Soy anti alcohólica y no tomo drogas. Soy así. A veces yo participaba en campamentos para niños y es una canción que les cantaba”, describió Alexandra en medios locales tras su éxito.
Sin embargo con una actitud desenfadada, poco glamurosa como es el cliché en la industria de la música para las mujeres, la incipiente fama también llegó acompañada de las críticas ofensivas en las redes.
“Hubo todo tipo de comentarios, el 75% eran negativos, los buenos decían que si yo era una institución en la música pero otros preguntaron si estaba en terapia psicológica. Criticaron mi aspecto, mi pecho plano, mi actitud, que si no me daba pena hacer el ridículo a mi edad”, contó que fueron las principales ofensas que le propinaron.
Sin embargo, ella se sorprendió por la atención y supo capitalizar el efímero éxito.
“Me gustó estar en el escenario y hacer tonterías, realmente no me importa. ¿Me hice rica con eso? No, sí gané dinero en ese entonces, pero fue más por hacer algo divertido. No fue fácil para mí ser desenfrenada. Pero cuando 500 personas están en la audiencia y se unen, es una gran sensación. Me gusta mucho la canción porque puedes dejarte llevar y divertirte”, confesó.
“Muchos de los CD se han vendido, pero solo obtengo centavos de ellos. En cambio, las apariciones están bien pagadas. Creo que 450 euros por diez minutos está bien. Al principio tenía la conciencia culpable de aceptar dinero porque no era en absoluto lo que pensaba del trabajo. Pero no lo habría hecho solo por el dinero. El mundo disco es demasiado extraño para mí”, explicó.
Alemuel estuvo de gira durante unos 30 fines de semana en 2008. A veces, tomaba el tren por Alemania durante horas para una actuación de diez minutos. Su tesis tuvo que esperar, pero valió la pena económicamente.
Según su propia cuenta, ganó alrededor de 10.000 euros ese año solo por actuaciones en vivo. “Eso era más de lo que habría ganado con trabajos de estudiante a tiempo parcial”, dice Alexandra Müller.
Trece años después, Alexandra es periodista y dice que le encanta que su fama haya disminuido. La versión de Kleiner Hai tampoco era precisamente inocente ya que el bebé tiburón al final se comía a una niña.
Otra versión del pequeño tiburón, ya en inglés y que se parece más a la actual coreana de Pinkfong, surgió en 2008 cuando Pete Vigeant y un amigo cantan “pierde una pierna, pierde otra pierna… la cabeza”, además de las rimas repetitivas que ya conocemos.
Hubo otro estadounidense que se atribuyó el origen de la canción. Johnny Only, un músico infantil con una página de YouTube, afirma ser el creador de Baby Shark. Dijo que conocía la canción por tocar en campamentos, donde la canción rara vez se escribía “ya que la mitad de la diversión era improvisar la letra y los movimientos”.
“Estaba trabajando en un campamento de la YMCA. Hice todas las actividades y canté canciones, y una niña de 6 años me enseñó Baby Shark en 2001”, dice. “En 2004 o 2005, pensé, oye, déjame tomar esta cámara Flip y grabar todas estas canciones de campamento. El más popular fue Baby Shark y, cuando se cerró Google Video, tenía unas 800.000 visualizaciones”, sin embargo el clip más antiguo de su versión aparece en 2011.
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