En una editorial para The Cut, Emily Ratajkowski relata en primera persona sus pericias para poder ser dueña de su propia imagen y cuánto le costó “comprarse” a si misma. Para poner en situación a los lectores comienza su historia con un hecho que le ocurrió el año pasado: fue demandada por el fotógrafo Robert O' Neil debido a una imagen que publicó la modelo de ella misma en Instagram, la cual, era propiedad del paparazzi, dando como resultado, una violación de derechos de autor.
Ratajkowski publicó dicha fotografía en una historia de Instagram, que expiró a las 24 hs, sin embargo, el fotógrafo alcanzó a verla, razón por la cual, le exigió a la modelo USD 150 mil, pues de acuerdo a O' Neil, en ningún momento autorizó su publicación.
La imagen en cuestión “mostraba” a la modelo con un ramo de flores que cubre su rostro mientras camina por las calles de Nueva York. Junto a la fotografía, Ratajkowski escribió el texto: “Mood forever” (estado de ánimo por siempre).
"Estaba caminando por Tompkins Square Park con una amiga y su perro y tomando un café cuando el nombre de Jim (el ex marido de su mamá) encendió mi teléfono. “Mira, te están demandando...”, comienza su relato la modelo en el artículo.
Y continuó: “Me senté en un banco y busqué en Google mi nombre, descubriendo que de hecho me estaban demandando, esta vez por publicar una foto mía en Instagram que fue tomada por un paparazzi. Al día siguiente supe por mi propio abogado que, a pesar de ser protagonista involuntaria de la fotografía, no podía controlar lo que lo sucedía”. "Quería USD 150.000 en daños por ‘uso’ de la imagen'”.
Luego Ratajkowski señala que compartió dicha fotografía porque le apareció divertida y un reflejo de su vida cotidiana desde que saltó a la fama por el video “Blurred Lines” de Robin Thicke y Pharrell Williams. “Desde 2013, cuando aparecí en un video musical viral, los paparazzi han acechado afuera de mi puerta. Me he acostumbrado a que hombres grandes aparezcan de repente entre los coches o salten desde detrás de las esquinas (...) Publiqué la fotografía de mí usando el ramo como escudo en mi Instagram porque me gustó lo que decía sobre mi relación con los paparazzi, y ahora me demandaban por ello. Me he familiarizado más con verme a mí misma a través de los lentes de los paparazzi que con mirarme en el espejo”.
“Y he aprendido que mi imagen, mi reflejo, no es mía”, añadió.
Pero no es la única situación que vivió con un extraño sacando réditos de su cuerpo.
Ratajkowski cuenta otra extraña vivencia que involucra a un ex novio y una invitación a una muestra en la cual un reconocido artista vendía por miles de dólares una foto suya.
“Mi novio se hizo amigo de un chico que trabajaba en una importante galería de arte internacional. El galerista dijo que podríamos querer echar un vistazo a su próxima muestra ‘Pinturas de Instagram’ de Richard Prince”, detalla la modelo en el texto. “Las ‘pinturas’ eran en realidad solo imágenes de publicaciones de Instagram, que el artista había impreso en lienzos de gran tamaño. Había una mía en blanco y negro: una fotografía desnuda, que fue tomada para la portada de una revista”.
“Todos, especialmente mi novio, me hicieron sentir que debería estar honrada de haber sido incluido en la serie. Richard Prince es un artista importante, y la implicación fue que debería sentirme agradecida por considerar que mi imagen es digna de una obra. Qué validación. Y una parte de mí se sintió honrada. Estudié arte en UCLA y pude apreciar la versión warholiana de Prince en Instagram. Aún así, me gano la vida posando para fotografías, y me pareció extraño que un artista de renombre que valía mucho más dinero que yo pudiera arrebatar una de mis publicaciones de Instagram y venderla como propia”, explica la modelo.
Me pareció extraño que un artista de renombre que valía mucho más dinero que yo pudiera tomar una de mis publicaciones de Instagram y venderla como propia
La modelo explica que las obras tenían un precio de 80.000 dólares cada una, y que su novio de ese entonces quería comprar su cuadro. No obstante, toda la situación - afirma- le resultó contradictoria. "Me sentí halagada por su deseo de poseer la pintura, pero no sentí el mismo impulso de poseer la pieza que él”.
“Me pareció extraño que él o yo tuviéramos que comprar una foto mía, especialmente una que había publicado en Instagram, que hasta ese momento se había sentido como el único lugar donde podía controlar cómo presentaba al mundo, santuario de mi autonomía. Si quisiera ver esa imagen todos los días, podría ver mi propio perfil”, añade.
Toda la situación se volvió más difícil de digerir para la top model cuando se enteró que el artista había vendido el cuadro y, más tarde, se enteró que Prince tenía otra obra con una imagen suya que fue parte de una producción que había realizado en sus comienzos en el modelaje para la famosa revista Sports Illustrated.
“Para la decepción de mi novio, su amigo galerista le envió un mensaje de texto solo unos días después para decirle que un gran coleccionista lo quería. Conocía al galerista a través de un montón de personas diferentes y lo había visto una o dos veces, así que no tardé mucho en descubrir qué sucedió realmente con la pieza. La imagen gigante de mí colgaba sobre el sofá de su apartamento de West Village”, cuenta la modelo y actriz británica, hoy de 29 años. “Es un poco incómodo”, le dijo un amigo, describiendo la ubicación de la pintura en la casa del propietario del cuadro. “Él se sienta debajo de ti desnuda”.
Y también existía la otra obra que Prince había hecho en base a una de sus fotos de Instagram, la de su primera aparición en Sports Illustrated. “Me pagaron USD 150 por la sesión y USD 2000 más tarde, cuando salió la revista, por el ‘uso’ de mi imagen”.
“Odiaba la mayoría de las fotos de esa publicación porque no me parecía a mí misma: el maquillaje era demasiado pesado, tenía demasiadas extensiones en el cabello y los editores me pedían que sonría de manera falsa. Pero me gustaron algunas y publiqué una de esas fotos, que Prince luego reutilizó para esta ‘pintura’”, explica.
Finalmente la modelo y su novio decidieron comprarlo directamente al artista y dividir el costo por la mitad. “Tenía 23 años; no había ganado suficiente dinero para gastar cómodamente 80.000 dólares en arte”. En medio de las negociaciones, Ratajkowski descubrió que el estudio había obsequiado a los protagonistas de los cuadros unos borradores más pequeños de las obras finales. “Mi novio preguntó al estudio, y algunos meses después, llegó una obra en blanco y negro. Era una toma diferente a la pieza grande que habíamos comprado, pero aun así me sentí victoriosa”.
Pero la historia no se termina allí.
Cuando la relación de ella y su novio terminó, aproximadamente un año y medio después, Emily le reclamó las dos obras - una que habían comprado a medias y otra que era un obsequio-y obtuvo una inesperada respuesta. “Asumí que no querría el lienzo, una foto gigante mía, ahora su ex, así que comenzamos a hacer arreglos para dividir nuestras pertenencias, incluida la obra de arte que habíamos comprado juntos. A cambio de otras dos obras de arte, recibí la obra de Prince”. Y luego agrega: “Unas semanas más tarde me di cuenta que no tenía la pieza en blanco y negro que el estudio me había regalado. Mi ex me dijo que ‘no había pensado en eso’. Tras idas y vuelta por correo electrónico me dijo que tenía que pagarle USD 10.000 por ella, un precio al que había llegado por su ‘conocimiento del mercado’”.
Tras intentar, sin éxito, de convencer a su ex de que no era lo correcto lo que estaba haciendo y acudir al artista para que le devuelvan lo que era suyo, la modelo se encontró envuelta en una insólita e incomoda situación, que terminó dejándola muy consternada. “Todos estos hombres, algunos de los cuales conocía íntimamente y otros que nunca conocí, estaban debatiendo sobre quién poseía una imagen mía. Estaba considerando mis opciones cuando se me ocurrió que mi ex, con quien había estado durante tres años, tenía innumerables fotos mías desnuda en su teléfono”.
Ese pensamiento la trasladó a un traumático momento que había pasado unos años atrás y que no quería volver a atravesar. “Pensé en algo que había sucedido un par de años antes, cuando tenía 22 años. Estaba acostada junto a una piscina bajo el sol de Los Ángeles cuando un amigo me envió un enlace a un sitio web llamado 4chan. Unas fotos privadas mías, junto con las de cientos de otras mujeres pirateadas en una estafa de phishing de iCloud, se filtraron en internet".
Más tarde esa semana, las fotos se dieron a conocer al mundo. “Las imágenes destinadas solo a una persona que me amaba y con la que me había sentido segura (fotos tomadas por confianza e intimidad) ahora se compartían y discutían de manera maníaca en foros en línea”. Y sobre esa dura experiencia señala que la “destruyó”. “Había perdido cinco kilos en cinco días y una semana después se me cayó un mechón de cabello, dejando un círculo perfectamente redondo de piel blanca en la parte posterior de mi cabeza”.
Ese horrible recuerdo la llevó a terminar comprando su propia imagen. “Al día siguiente, le envié el dinero a mi ex. No pensé que podría sobrevivir una vez más a eso. Cambié la seguridad de cientos de fotos por una imagen, una imagen que había sido tomada de mi plataforma y que había sido producida como arte valioso e importante por un hombre”.
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