La frase se convirtió en el eslogan de Ellen DeGeneres: “Be kind to one another”, seamos amables unos con otros. Está en su programa, un éxito de 17 temporadas ya; está en los productos de su marca. “Es algo maravilloso”, dijo en 2018, en su especial de stand-up para Netflix, Relatable. “Pero tiene una contra: ya nunca más podré hacer algo desagradable. Nunca. Soy la chica ‘seamos amables’”.
Dos años más tarde el chiste parece penoso: la estrella está por comenzar el décimo octavo ciclo de The Ellen DeGeneres Show —la primera vez que volverá al estudio de grabación, con invitados pero sin público, desde marzo, por la pandemia de COVID-19— con una investigación abierta por WarnerMedia sobre las acusaciones de racismo, maltrato y acoso sexual de su personal en “un ambiente tóxico de trabajo”, según BuzzFeed difundió en julio.
Como si los argumentos contra la llamada “cultura de la cancelación” no se aplicaran en el caso de una presentadora y actriz lesbiana, el escándalo precipitó una condena casi unánime en los medios y las redes sociales en los Estados Unidos. Con excepción de su esposa, Portia de Rossi, y otras celebridades, DeGeneres ha quedado sola y a la defensiva.
Las acusaciones, mientras tanto, causaron el despido de tres de sus productores principales, Ed Glavin, Kevin Leman y Jonathan Norman y dos pedidos de disculpas “a cualquiera cuyos sentimientos haya herido” de DeGeneres a su equipo: uno por carta y otro por Zoom, a lo largo del mes de agosto. También crecieron con una denuncia del personal doméstico de su mansión vecina a los duques de Sussex, Brad Pitt y Oprah Winfrey.
“DeGeneres manejaba su casa como un campo de entrenamiento militar: ladraba órdenes, atormentaba a los empleados por errores minúsculos y disfrutaba de despedir a la gente”, dijo al Daily Mail una ex empleada doméstica, cuyo nombre se mantuvo en reserva como el del personal del programa.
Desde una lista diaria con las insatisfacciones del servicio del día anterior hasta cerillas escondidas para ver si encargados de la limpieza eran cuidadosos, la lista de abusos enumerados fue larga. Las personas renunciaban o eran despedidas, según el Mail, a gran velocidad, hartas de “las trampas” o de “ser tratadas como si no fueran nada”. Ni sus animales domésticos la querían, subrayó —acaso excesivamente— el artículo: “Los perros adoraban a Portia y le saltaban encime cuando llegaba a la casa. Los animales apenas si se levantaban cuando Ellen entraba”.
Con una audiencia promedio de 2,5 millones de personas (aunque el escándalo parece haber producido una caída del 14%), varios negocios derivados y una fortuna personal de USD 330 millones, DeGeneres despertó un interés obvio. Hasta QAnon —según Wired— echó a rodar otra de sus teorías conspirativas sobre la presentadora: que ella, como Oprah y Tom Hanks eran parte de “una banda global de pedófilos”.
Katy Perry, Kevin Hart, Jay Leno, Ashton Kutcher y Sofía Vergara defendieron a la comediante en las redes sociales; Kerry Washington, Alec Baldwin y Chrissy Teigen la acompañarán en la primera semana de su regreso, desde el lunes 21 de septiembre, y Chris Rock, Amy Schumer, Adam Sandler y Orlando Bloom saldrán al aire con ella durante octubre. Stephen tWitch Boss, el DJ del show, será presentador invitado en varios de los episodios. “No veo la hora de volver al trabajo y volver a nuestro estudio. Y, sí, vamos a hablar de eso”, dijo DeGeneres en un comunicado sobre la temporada 18 del programa que desde 2003 mereció 61 premios Emmy y 171 nominaciones.
Demasiado amable con George W. Bush
Las críticas a la presentadora comenzaron en octubre de 2019, cuando la fotografiaron hablando amablemente con George W. Bush, quien durante sus años en la Casa Blanca se opuso al matrimonio entre personas del mismo sexo, en un partido de fútbol americano. “La gente se escandalizó de que alguien que se dice progresista quisiera siquiera darle la hora al ex presidente”, dijo Film Daily, que a continuación reprodujo otras acusaciones, como que se quejó al gerente de un restaurante porque una mesera que la atendió tenía el esmalte de las uñas saltado.
También recibió quejas cuando defendió a Hart, quien había sido nominado para presentar los premios Oscar pero terminó por renunciar cuando se reflotaron en Twitter algunas antiguas bromas homofóbicas: Ellen tenía más simpatía por sus colegas célebres que por la comunidad LGBTQ, se dijo.
Y aunque a finales de 2018 pensaba en retirarse —según The New York Times—, tironeada entre De Rossi, quien apoyaba su salida de la televisión, y su hermano Vance DeGeneres, ninguno de esos ruidos impidieron que firmara un contrato para continuar The Ellen DeGeneres Show no por uno sino por tres años. Tampoco el escándalo actual hizo que cancelara el acuerdo, ni WarnerMedia lo solicitó.
Incluso sus detractores, como Spencer Kornhaber, quien escribió un artículo de demolición en The Atlantic, establecieron límites a sus argumentos: el periodista recordó que tras su primera nota crítica recibió muchos comentarios de lectores que “animaron la potencial caída de la ‘heterofóbica’, ‘Ellen DeGenerada’, la ‘tortillera’”. En su opinión, sin embargo, “la historia de Hollywood deja claro que ningún grupo tiene el monopolio de la mala conducta”. El texto habló de “engaño y malestar”, “burla” y “sadismo light” como características del programa, y recordó que en 2008 DeGeneres presionó a Mariah Carey para que revelara, aunque no quería hacerlo, que estaba embarazada.
Del rechazo del padre a la muerte de la primera novia
DeGeneres nació en un suburbio de Nueva Orleans, en el hogar cristiano de Betty y Elliott , que se divorciaron cuando ella tenía 13 años y era ostensiblemente una niña que no se identificaba con Barbie. Su madre se volvió a casar con Roy Gruessendorf, lo cual hizo que ella cursara la escuela secundaria en Texas, donde vivía el padrastro, y sufriera abuso sexual en el hogar.
En 2005 contó a Allure que, luego de repetidos manoseos, Gruessendorf “intentó tirar abajo la puerta de mi dormitorio, y yo pateé la ventana y salí corriendo porque sabía que iba a llegar a algo más”. No le dijo a la madre: “La protegí, no quería arruinar su felicidad. Es una historia realmente horrible, horrible. La única razón por la cual entro en detalles es porque quiero que otras niñas nunca permitan que alguien les haga eso".
Más de una persona ha tenido un momento eureka y le ha comentado “Ah, por eso es que eres lesbiana”. Ella, sin embargo, explicó: “Yo era lesbiana mucho antes de eso. Mis primeros recuerdos son los de una lesbiana”.
Sin embargo, le costó mucho decirlo. En el libro Love, Ellen, su madre recordó la tarde de 1978 en que la invitó a caminar por una playa de Mississippi: “De pronto Ellen se detuvo y me di vuelta para ver por qué. Tenía lágrimas en los ojos, lo cual me alarmó. Mientras caminaba hacia ella, preocupada, se echó a llorar, y fue entonces que, entre sollozos y con una emoción tan profunda que nunca la olvidaré, me dijo: ‘Mamá, soy gay’”.
La madre le preguntó si era “una etapa”; ella le dijo que no, que así se había sentido siempre. Betty entendió y, a diferencia de Elliott, quien le pidió que se fuera de la casa y no le dijera a sus hermanastras, no la rechazó.
Estaba enamorada, además, supo la madre en aquella conversación. La novia se llamaba Kat Perkoff y DeGeneres vivía con ella en 1980 cuando se pelearon. Perkoff, que había provocado la situación, la citó en un concierto; la futura presentadora —por entonces tenía toda clase de empleos precarios— fingió que no escuchaba las disculpas por el volumen de la música. Perkoff se fue del lugar enojada y murió un rato más tarde, en un accidente de auto, a los 23 años.
Poco después DeGeneres debió dejar la casa que había compartido con su novia, porque no podía mantenerla. Se mudó a un lugar horrible y de aquella historia saldría su primera llamada telefónica a dios, uno de los éxitos de su carrera como comediante. En 1994, antes de hacer su coming out, lo contó a The New York Times:
Una noche, ella pasó por donde había sucedido un horrible accidente de auto. A la mañana siguiente supo que su compañera de apartamento, en una cita, había resultado muerta en ese mismo desastre. Abatida, sin un centavo y obligada a mudarse, DeGeneres se encontró viviendo en un hoyo lleno de pulgas, durmiendo en un colchón. 'Y ahí estaba, en el piso, despierta, pensando: «He aquí esta muchacha hermosa, de 23 años, que está muerta» —dijo—. Así que comencé a escribir cómo sería llamar a dios y preguntarle por qué las pulgas están aquí y esta persona no".
La fama y la transformación en ícono gay
Contó el chiste a los 27 años, en 1986, cuando debutó en el programa The Tonight Show, de Johnny Carson, el arranque de su fama. Llevaba años avanzando contra la corriente en los pequeños clubes de stand-up de Nueva Orleans y San Francisco, con un tipo de humor simple, casi siempre sin género ni controversia. Había logrado que cuatro años antes Showtime la declarase “la persona más cómica de los Estados Unidos”.
Su gran oportunidad fue la sitcom Ellen, originalmente llamada These Friends of Mine, que salió al aire en 1994 por ABC. Muchos la consideraron una versión ligera de Seinfeld, hasta que el 30 de abril de 1997, en “El episodio del perrito”, que ganó un Emmy por el guión, su personaje, Ellen Morgan, le dijo a Susan, protagonizada por Laura Dern, que era gay. También la escucharon otros, porque lo susurró por error a un micrófono.
Una semana antes de la emisión del capítulo, DeGeneres fue tapa de Time con el título “Sí, soy gay”. También dio una entrevista a Diane Sawyer en el programa 20/20, de ABC. “Creo que no hubiera podido hacer esto tiempo atrás, creo que la gente no lo hubiera aceptado tan fácilmente como ahora. Ahora me siento cómoda conmigo misma, y no tengo que tener miedo de que se descubra y arruine mi carrera, porque yo tengo el control, más o menos. Nadie puede hacerme daño ahora”, dijo al semanario.
Se equivocó. Luego de que 42 millones de personas vieran “El episodio del perrito” (en el que también participaron Oprah, k.d. lang, Demi Moore, Billy Bob Thornton y Dwight Yoakam) su sexualidad fue objeto de deconstrucción pública y al terminar aquel año Ellen fue cancelado. DeGeneres se deprimió. Comenzó un romance con la actriz Anne Heche, que nutrió a la prensa amarilla hasta que terminó, en 2000. No logró levantarse del todo hasta tres años después, cuando puso la voz a Dory en Finding Nemo y comenzó The Ellen Show.
Honores, riqueza y escándalo
Luego de Will & Grace, Queer Eye for the Straight Guy y Modern Family parecería que DeGeneres es una marca en un territorio reconocible; sin embargo, fue la primera en cartografiarlo. “Nuestro tiempo juntas fue una hermosa parte de mi vida, y lo asumo con honor. Fui parte de una revolución que creó cambios sociales y no podría haberlo hecho sin haberme enamorado de ella”, dijo Heche en Mr. Warburton, en medio de las acusaciones de los empleados. De Generes también fue pionera en el matrimonio entre personas del mismo sexo, cuando en 2008 se casó con De Rossi. En 2016 el ex presidente Barack Obama le otorgó la Medalla de la Libertad.
Además de los USD 50 millones por año del programa, DeGeneres recibe el 60% de los ingresos publicitarios y tiene una productora, A Very Good Production, con la que ha hecho acuerdos con American Express, Walmart, CoverGirl y JCPenney, entre otras firmas. Un emprendimiento para internet, Ellen Digital Network, le permitió ampliarse a su propia web de videos, EllenTube, y de apps de juegos. Además de pagos suplementarios como los USD 20 millones de Netflix por Relatable, tiene una línea de decoración y otra de ropa, varios libros publicados y un negocio de compra y venta de casas de lujo junto con su esposa.
Parte de ese dinero alcanza obras de beneficencia: DeGeneres apoya 31 causas y 51 organizaciones, y para su cumpleaños 60 De Rossi le regaló The Ellen Fund, cuyo fin es recoger recursos para proteger a los gorilas de montaña, que están en peligro de extinción. Cuando 3,3 millones de personas retuitearon su selfie con Jennifer Lawrence, Bradley Cooper, Meryl Streep, Brad Pitt, Angelina Jolie, Kevin Spacey, Jared Leto, Julia Roberts y el hermano de Lupita Nyong’o, durante su exitosa presentación de los Oscar en 2014, Samsung, fabricante del teléfono con que fue tomada, donó USD 3 millones que se repartieron, por decisión de ella, entre el hospital de niños St. Jude y The Humane Society.
Pero según la denuncia de 10 ex empleados en BuzzFeed, “toda esa mierda de ‘seamos amables’ sólo sucede cuando se encienden las cámaras. Es puro show". Y si en el programa, regularmente, se hacen todo tipo de donaciones, es solamente por esa misma razón, agregó. Según el artículo, algunos empleados fueron despedidos luego de tomar licencia médica o por la muerte de un familiar; otra renunció harta de los comentarios racistas en su contra; otros recibieron la orden de nunca hablar con DeGeneres si se la cruzaban.
El 21 de septiembre, cuando comience la temporada 18 de su show, la comediante buscará recuperar la confianza del público. Para hacerlo, según The New Yorker, primero deberá recobrarla entre “los empleados que se arriesgaron a hablar”. La carrera de DeGeneres, escribió Michael Schulman, cambió el mundo para mejor y por eso sería una pena que las acusaciones la descarrilaran. “Pero la mayor pena sería si las acusaciones están justificadas”, concluyó.
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