Cuando dicen que los perros eventualmente encuentran su camino a casa, ciertamente no se refieren a que tomarán distintos vuelos hasta llegar a la ciudad en donde viven sus dueños. Pero Pipsqueak, una perrita salchicha, desafió las posibilidades y recorrió más de 160,000 kilómetros para regresar con su familia.
De acuerdo con CNN Travel, la historia de Pipsqueak y su familia comenzó cuando los Eilbeck encontraron a la perrita en Sicilia, Italia en 2018. Los australianos Zoe y Guy Eilbeck se encontraban a mitad de su viaje en velero por el mundo junto a sus hijos Cam de 13 años y Max de 8.
Pip, como le llaman de cariño, se adaptó pronto a la vida de navegación y a pasar tiempo con su familia. La cuadrúpeda llegó a visitar 17 países en total mientras cruzaba el Océano Atlántico.
Pero todo cambió en marzo cuando la familia se encontraba en Florida y se anunció que las fronteras cerrarían. Entonces, los Eilbeck navegaron hacia Carolina del Sur, en donde abandonaron su bote y tuvieron menos de 48 horas para empacar sus cosas y dirigirse a Australia.
Los humanos estarían a salvo, pero debido a las estrictas reglas de importación de mascotas de Australia y el papeleo que esto significaba, Pip no podría viajar con todos. Desde el principio, la familia sabía el largo proceso, pero no contaban con que una pandemia los sacaría tan abruptamente de su viaje.
“Sabía que tendríamos que importar a Pip y que ella tendría que pasar 10 días en cuarentena”, expresó Zoe a CNN Travel.
El 27 de marzo la familia manejó por más de ocho horas hacia Carolina del Norte en donde dejaron a Pip con la amiga de Zoe, Lynn Williams, y después volaron a Sydney.
“Pip pasó de vivir en un velero a vivir en una granja de bisontes. Eso es algo que realmente me hace mucha gracia”, comentó Zoe.
Sin embargo, este hospedaje no pudo ser por mucho tiempo, ya que Williams tenía dos perros en su granja y no se pudo quedar con Pip por mucho tiempo. Así que ella le pidió a alguien más que cuidara a la canina.
Ellen Steinberg y su perro Frankly contestaron el anuncio que hablaba sobre una perrita que había sido “dejada atrás” por los dueños que viajaron a Australia inmediatamente. Por lo que ella se formó un juicio severo en contra de la familia.
“Nosotros ganamos el anuncio, y Pip llegó unos días después [...] Escuché que una familia que vivía en un barco abandonó a su perro y voló de regreso a Australia e inmediatamente formé una impresión sobre quiénes eran estas personas. Pero tan pronto como hablé con ellos, me di cuenta de que no podían ser más cariñosos. Tuve la impresión equivocada por no haber sabido todos los detalles”, explicó Steinberg.
Y el cariño de los Eilbeck se reflejaba en el esfuerzo que hacían para tratar de traer a la perrita a casa. Zoe, se levantaba a las 4:00 horas entre semana para solucionar el papeleo que se necesitaba para importar un perro de Estados Unidos a Australia.
Pero esto no significó que hubieran desatendido a Pip, ya que se comunicaban con ella a través de videollamadas y fotografías.
“Le tomé fotos todo el tiempo y las publicaba en redes sociales y fue así como Pip comenzó a tener su propio club de fans”, comentó la madre de familia.
Pero todo se tornó más complicado, ya que la familia no podría viajar a EEUU, y las restricciones de viaje para Pipsqueak no podían resolverse de manera tan sencilla.
“Para exportar un perro de Estados Unidos, es necesario obtener una declaración de Estados Unidos que indique que el perro está en buen estado de salud y se ha sometido a análisis de sangre específicos relacionados con la rabia. Esto se estaba haciendo en Nueva York, que ahora estaba cerrada. Así que tratar de hacer algo así fue extremadamente difícil”, narró.
Por su parte, Steinberg tuvo que llevar Pip a constantes visitas al veterinario para tener las vacunas en orden, hacerse los análisis de sangre correspondientes y lograr obtener el papeleo.
Después de lograr obtener el permiso, Qantas, la aerolínea australiana anunció que ya no transportaría a perros para el país. Zoe entonces hizo llamada tras llamada hasta que descubrió que había otra opción: que Pip llegara a través de Nueva Zelanda. La compañía de transportes Jetpets tenía un vuelo de Los Ángeles a Auckland.
Pero para este punto Steinberg ya había cuidado de la perrita por tres meses y tuvo que viajar, por lo que dejaron a Pip en manos de Stacey Green.
“Cuando Stacey consiguió a Pip, en realidad se enamoró de ella, hubo un punto en el que pensé que no la iba a recuperar”, bromeó.
A pesar de la movilización de Pip, ella seguía en Carolina del Norte, lo que implicaba tener que volar de ahí a Los Ángeles, pero los vuelos fueron cancelados constantemente. Y no solo eso, pues el cargo en los aviones se comenzó a restringir para los animales, ya que no pueden volar en el hemisferio norte de mayo a septiembre por el calor.
Ahí llegó otra alma caritativa: Melissa Young. Ella trabaja con la Fundación Sparky y se ofreció como voluntaria para volar a través de Estados Unidos con Pip. Al asegurarse de que Pip se sintiera cómoda con ella, Young voló de Greensboro a Charlotte, Carolina del Norte, y luego de Charlotte a Los Ángeles con la perrita debajo de su asiento.
Young entregó a Pip a Jetpets, quienes arreglaron el papeleo para enviarla a Auckland a donde aterrizó el 23 de julio. Después, entró en cuarentena por una noche antes de viajar a Melbourne, en donde tuvo que pasar 10 días de cuarentena obligatorios.
El 3 de agosto el vuelo programado para Sydney se canceló. Afortunadamente Rob, hermano de Zoe, vivía en la ciudad australiana, por lo que pudo cuidar a la pequeña Pip. Hubo cuatro intentos para transportarla, pero todos estuvieron cancelados.
Tras días de haber estado en Melbourne, Pip llegó a Sydney el 11 de agosto, cinco meses después de haber visto a sus dueños por última vez. La familia estaba nerviosa, ya que no sabían si Pip los recordaría.
“Nuestro mayor temor era que no nos recordara después de todo ese tiempo. Mis hijos estaban tan preocupados que tomaron un perro caliente y se lo frotaron en las manos. Y luego este perrito camina por el hangar, pavoneándose”, explicó Zoe.
Pero no fue necesario, Pip sabía quien era su familia y en cuanto supo que ellos estaban ahí, corrió para alcanzarlos.
“Cuando escuchó nuestras voces, vino corriendo a nuestros brazos. Fue absolutamente increíble tenerla de vuelta después de todo ese tiempo”, finalizó.
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