En el mundo del entretenimiento, aspirar al éxito puede ser una constante para la mayoría; sin embargo, el camino para Miguel Herrán, protagonista de exitosas series como La Casa de Papel y Élite, éste llegó casi de manera fortuita y a pesar de que no lo tomó con la debida seriedad en sus primeros castings.
Antes de iniciar su carrera y aparecer en las grandes producciones de Netflix, el actor español se veía a sí mismo como un “verdadero hijo de puta”, quien odiaba la vida y el mundo. “Tuve una manera de ser bastante cabrona y de momento tengo miedo de contarlo, porque hice cosas de las que no me siento orgulloso”, comentó en una reciente entrevista para el diario español El País.
La percepción de su persona, narró, era autodestructiva, pues no le gustaba cómo era, lo que hacía, la forma en que trataba a las personas y mucho menos cómo se trataba a sí mismo. A pesar de ello, en la interpretación encontró un motivo para continuar con su vida, aunque también acepta que el amor propio es una edificación en la que todavía está trabajando.
Después de ganar fama internacional gracias a las exitosas series que ha protagonizado, los principales temores que tiene están relacionados con la incertidumbre del futuro: “Siempre estoy pensando en lo que voy a hacer después, sin disfrutar el momento”, pero también en la manera en que gestiona la vigorexia que padeció años atrás.
La vigorexia es un trastorno del comportamiento que sufren personas que se obsesionan con su cuerpo. Quienes lo padecen, comúnmente hombres jóvenes, se centran en los defectos de su figura y como consecuencia, se vuelven adictos al ejercicio físico, al gimnasio y consumen en exceso proteínas, carbohidratos y esteroides.
En la actualidad debe soportar comentarios irónicos de sus colegas respecto a sus obsesiones y al hecho de que “ellos, con su barriga y sus cervezas, son diez veces más felices con su cuerpo que yo”.
Aunque ha sido un aspecto de su vida muy difícil de dominar, sabe que el control de la situación está en su cabeza y depende de él, pero también de la luz, pues confesó tener prohibido mirarse entornos específicos de luminosidad, ya que esto también influye en la manera en que ve a su cuerpo.
A pesar de las inseguridades, el intérprete de Río en La casa de papel no se ha preocupado por esconder su lado vulnerable a través de sus redes sociales, pues, como cualquier persona, tiene sus problemas a pesar de que la gente cree que su vida podría ser perfecta.
“He notado que la gente piensa que mi vida es la polla, que me follado a Ester Expósito y a Úrsula Corberó, y que no me puedo quejar. El dinero no me ha hecho feliz, me ha quitado bastante felicidad y me ha dado más preocupaciones que cuando no lo tenía. Me ha hecho más ambiciosos. El dinero me ha ensuciado como persona, no lo valoro. En el resto sigo igual o peor”, lamentó en la entrevista con el medio español.
Desde que Miguel Herrán saltó a la fama, siempre ha reconocido su nulo interés en la escuela o en el trabajo antes de su etapa de actor y más bien avocarse a las salidas nocturnas con sus amigos. Pero eso cambió cuando conoció a Daniel Guzmán, el director de su película debut, A cambio de nada, quien le ofreció un papel en este filme.
“No era una persona que tuviera sueños ni esperanzas. Era un tío que se hundía en un pozo y hundía con él a todo el que quería”, dijo el actor en declaraciones para otra revista, situación que cambiaría a raíz de ese encuentro con Guzmán.
“No sabía lo que era un casting”, recordó de aquellas primeras ocasiones, en las cuales tampoco mostraba atracción por estar enfrente de una cámara; no obstante, la insistencia y oportunidades que le otorgó Guzmán provocaron que por primera vez en su vida tomara algo con seriedad. La consecuencia de este proceso culminó en un premio Goya a los 19 años.
Actualmente, además de sus trabajos actorales, obtiene dinero gracias a sus redes sociales, principalmente de Instagram, lo cual le permite elegir los proyectos en los que le gustaría participar sin presión. En este sentido, uno de los trabajos que le gustaría contar es el de la vida de su madre, pues la admira por nunca haberse rendido ante un hijo “muy cabrón”.
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