Pocas veces concede entrevistas, y cuando lo hace, prefiere ahondar en el terreno laboral y evita con astucia las referencias personales. Sin embargo, esta semana, la eterna actriz de Mystic Pizza, viajó atrás en el tiempo y habló íntimamente de aquella época dorada del cine de los noventa, que detrás de los bastidores y de los focos de las alfombras rojas no era tan deslumbrante ni reluciente; plagada de sexismo como estaba, y con Harvey Weinstein como máximo exponente del horror que escondía la industria.
En entrevista con el diario británico The Guardian, Lili Taylor recordó aquellos tiempos en los que la productora de cine independiente Miramax, fundada por Harvey Weinstein y su hermano Bob en 1979, despuntaba en el cine con éxitos como Pulp Fiction (1994), El Paciente inglés (1997) o Shakespeare in Love (1998). Muchos artistas buscaban entonces conseguir un proyecto con la compañía del momento, oportunidad que a ella siempre se le negó.
“Él [Harvey Weinstein] me odiaba. La gente me decía, ‘Es verdad, no te verá [para un papel]. No pude conseguir un trabajo con Miramax. Claro que, un personaje como Valerie Solanas no es realmente de su agrado”, dijo la actriz, refiriéndose al rol protagonista que interpretó en la aclamada película I Shot Andy Warhol (1996).
En marzo de 2020, Harvey Weinsten fue condenado a 23 años de prisión. Un jurado conformado por siete hombres y cinco mujeres lo halló culpable de abusar y agredir sexualmente de Jessica Mann, una aspirante a actriz, y de Miriam Haley, ex asistente de producción del reality show Project Runway.
Sin embargo, ellas no fueron las únicas que denunciaron públicamente la depravación del magnate, quien amenazaba y forzaba sexualmente a las actrices que contrataba. Más de 80 mujeres aseguraron haber sido víctimas de sus abusos, aunque muchas de esas quejas prescribieron.
Lili Taylor sabía que el productor era una de esas personas con las que era mejor no trabajar, pero nunca imaginó que violaba sistemáticamente a las intérpretes que se sumaban a los proyectos de Miramax, o que acudían a él, con ilusión e ingenuidad, en busca de una oportunidad en la industria. Cuando surgió el movimiento MeToo, se sorprendió al descubrir hasta qué punto se extendía el sistema patriarcal.
“Siempre supe que era un cerdo. No sabía que era un violador y un abusador serial”, dijo la actriz de Six Feet Under.
Aunque Taylor, de 53 años, nunca trabajó para Weinstein, y no fue víctima del depredador, sí sufrió acoso por parte de su ex pareja, el actor Michael Rapaport. A pesar de que aquel trauma forma parte de su intimidad infranqueable, no evitó la pregunta, y habló abiertamente de aquel momento de su vida.
Poco después del estreno de I Shot Andy Warhol, se dio a conocer que Lili Taylor había denunciado a Rapaport. El famoso fue acusado de dos cargos de acoso, de los cuales se declaró culpable. Esto afectó a la intérprete de un modo que influyó en sus siguientes relaciones sentimentales.
“Fue difícil. No me culpo a mí misma porque no fue mi culpa que escogiera a esta persona. Pero para mí tenía sentido a nivel psicológico: pensaba en mí de una manera tan infravalorada que no sabía si tenía derecho a la privacidad. Eso es tener una baja autoestima. Desde entonces, he tratado de obtener algo de autoestima, lo que ha sido lo más difícil”, explicó la actriz.
Durante mucho tiempo, creyó que no sanarían jamás sus miedos. Sin embargo, ahora es diferente. Y cuando ve al actor en la prensa, se siente “neutral”.
“Es genial porque hubo veces en las que sentía que jamás lo superaría. Y sí. Las cosas pasan”, explicó.
Ahora, los conflictos personales que sufrió tras el acoso quedaron atrás, y la actriz que rodó Mystic Pizza hace 32 años junto a Julia Roberts, está casada con el poeta Nick Flynn, con quien tiene una hija de 12 años, Maeve. Aunque Miramax nunca quiso trabajar con ella, no le faltaron proyectos, y en los últimos años, participa cada vez más en producciones televisivas, una puerta que se abrió en gran parte tras su participación en la famosa serie de culto Six Feet Under.
Antes de que estallara la pandemia del COVID-19, su último trabajo fue Perry Mason, de HBO. En ella interpreta a una madre de fuertes convicciones religiosas que se encuentra dividida entre la Iglesia y su hija. Un papel secundario que aceptó por su profundidad narrativa y por tratarse de una “experiencia colaborativa”, que le permitiría trabajar con el director, el equipo de vestuario o el de utilería para dar forma a su personaje.
Después del lanzamiento de Perry Mason, vio cómo el coronavirus detuvo temporalmente tres proyectos que estaba por comenzar: una serie e Amazon, una serie de televisión, y un programa llamado Birdland en el que hablaría de sus dos grandes pasiones: la actuación y la observación de aves.
En palabras de la que fuera una de las musas del cine indie de los 90 este nuevo boom de proyectos audiovisuales para las plataformas de streaming y la pequeña pantalla se siente como la era dorada del cine independiente de los 90; sólo que esta vez, desprovista del sexismo y los abusos que sufrían entonces las actrices, y con un respeto sincero por la gran narración y por crear variedad de roles para las mujeres.
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