Todo sucedió en cuestión de semanas.
En un fallo histórico, la Corte Suprema de los Estados Unidos determinó que las personas lesbianas, homosexuales, transgénero, bisexuales o queer están protegidas por las leyes federales contra la discriminación por sexo en el trabajo. El gobierno de Donald Trump eliminó las protecciones a la comunidad LGBTQ en la atención médica. En medio de las protestas contra el racismo tras el asesinato de George Floyd mientras lo detenía la policía de Minneapolis, en Los Angeles se organizó una marcha llamada All BlackLivesMatter, en memoria de Tony McDade, un afroamericano trans asesinado en mayo por la policía de Tallahassee, Florida.
Mientras Netflix estrenaba el documental Disclosure, que traza una historia de las representaciones de personas transgénero en cine y televisión, J.K. Rowling tuiteaba: “Si el sexo no existe, no hay atracción entre dos personas del mismo sexo. Si el sexo no existe, la realidad vivida por las mujeres globalmente es borrada. Yo conozco y amo a personas trans, pero borrar el concepto de sexo elimina la capacidad de muchas personas de discutir sus vidas de manera significativa. No es odio decir la verdad”. Y recibía una ola de repudio que incluyó no solo al colectivo LGBTQ, sino a los fans de sus libros de Harry Potter, a los actores que protagonizaron las películas y a varias librerías que retiraron sus títulos.
Con ese mar agitado de fondo, Halle Berry habló en Instagram con la estilista Christin Brown. Fue una conversación cálida, sincera; demasiado inocente en un punto: cuando contó que estaba interesada en interpretar a un hombre trans.
“La película gira alrededor de un personaje, una mujer que es un personaje trans, es decir que es una mujer que hace la transición para ser hombre”, dijo. Y siguió metiendo la pata: “Es una mujer, es una historia de una mujer que pasa a ser hombre. Quiero entender el por qué y el cómo. Quiero profundizar”, dijo. Y por fin: “Quiero experimentar ese mundo, comprender ese mundo. Quiero meterme a fondo del mismo modo que hice en Bruised”, completó, en alusión a la película que dirigió y protagonizó sobre una luchadora de artes marciales mixtas (MMA).
Si las redes sociales fueran un espacio físico, habría sido necesario sacar número para atacar a Berry, de tan aluvional que resultó la reacción. Se la podría sintetizar en: 1) los hombres trans son hombres, no son mujeres; 2) un personaje transgénero es una historia de vida sobre la identidad, no sobre una profesión o un ambiente; 3) Hollywood discrimina a los actores y las actrices trans y las estrellas cis suscriben a eso cuando aceptan papeles trans.
Días más tarde, la primera afroamericana que recibió un Oscar en la categoría de Mejor Actriz anunció que abandonaba el proyecto. “Como mujer cisgénero, comprendo ahora que no debería haber considerado este papel y que la comunidad transgénero debería, indiscutiblemente, tener la oportunidad de contar sus propias historias”.
En la narrativa del cine estadounidense no faltan personajes trans: “Desde Boys Don’t Cry hasta Transamerica, desde Dallas Buyers Club hasta The Danish Girl, a Hollywood le encantan las historias trans”, escribió Eva Reing en Them, una plataforma comunitaria de noticias e ideas de la comunidad LGBTQ. " Después de todo, históricamente han cosechado nominaciones a los Oscar, aclamación crítica y tracción cultural por obligar a que la sociedad vea bajo una luz diferente el género y las luchas de una comunidad marginada”.
Lo que falta, sin embargo, son actores trans en esos protagónicos. “El amor de Hollywood por las historias de personas transgénero pone de relieve un problema evidente: su idéntico amor por los actores cisgénero, a los que la industria casi siempre elige para interpretar papeles transgénero”, explicó Reign en una nota que siguió al caso más estruendoso, que en 2018 terminó con la renuncia de Scarlett Johansson al papel de Dante Tex Hill, un varón trans, en Rub & Tug. Un rechazo que no le sucedió a Jared Leto, quien ganó un Oscar por interpretar a Rayon, una mujer trans víctima de la primera oleada de sida, en los ‘80s, en Dallas Buyers Club.
Inicialmente Johansson se molestó: su representante dijo a la prensa que por qué no hablaban con los agentes de Leto, Jeffrey Tambor (quien interpretó a la mujer trans de la premiada serie Transparent) o Felicity Huffman (nominada al Oscar por su papel como mujer trans en Transamerica). La lista podría haber incluido a John Lithgow, Hillary Swank, Sofia Vergara y Glenn Close. Luego Johansson se disculpó y abandonó Rub & Tug.
En esa segunda ocasión se expresó con humildad, de manera similar a Berry, quien agradeció “la orientación y la conversación crítica” que siguieron a sus comentarios y se comprometió a seguir “escuchando, educándome y aprendiendo de este error”. Johansson dijo que “por las cuestiones éticas que se presentaron” tras su selección para interpretar a Dante Tex Gill, decidió “respetuosamente” retirarse del proyecto. “Tengo gran admiración y amor por la comunidad trans y agradezco que la conversación sobre la inclusión en Hollywood continúe”.
Por entonces las redes sociales se habían ensañado con ella. Si en Ghost in the Shell, una adaptación de un manga, había interpretado a la cyborg policía Motoko Kusanagi, que había sido un personaje asiático en el original, y después quiso representar a un hombre trans, ¿qué seguiría en su carrera? ¿Protagonizar la biopic de Barack Obama? ¿Frida Kahlo?, aullaba Twitter.
Un año más tarde, cuando el tema había pasado, en la revista As If —un coleccionable semestral de poco público— declaró: “Como actriz, se me debería permitir interpretar a cualquier persona, o cualquier árbol, o cualquier animal, porque ese es mi trabajo y esos son los requisitos de mi trabajo”. Dijo que entendía las “razones sociales” por las cuales era importante respetar el lugar de las minorías, pero a la vez se sentía “incómoda cuando se afecta el arte”.
Es, sin embargo, difícil hacer arte fuera de la sociedad donde se vive, como comprobó Rowling al burlarse de una publicación que usó la expresión “gente que menstrúa” en lugar de la palabra mujer, en un tuit que ofendió a las trans y a mujeres que han pasado por la menopausia.
Tras la primera sesión de críticas, Rowling endureció su posición: “Es una tontería la idea de que mujeres como yo, que hemos manifestado empatía por las personas trans durante décadas, hemos sentido afinidad porque ellas son vulnerables del mismo modo que las mujeres —es decir, a la violencia machista—, ‘odien’ a las personas trans porque piensan que el sexo es real y han vivido las consecuencias”. Por fin, el 10 de junio escribió un ensayo en su website que oscureció más lo que trataba de aclarar.
“El nuevo activismo trans tiene (o es probable que tenga, si se satisfacen todas sus demandas) un impacto significativo en muchas de las causas que apoyo, porque presiona para que se erosione la definición legal de sexo y se la sustituya por la de género”, expresó allí. Como ex maestra y fundadora de fundaciones benéficas para niños, siente un interés personal “tanto en la educación como en la tutela” y por eso se preocupa por “el efecto que el movimiento de los derechos de los transexuales tiene en ambos”.
Por fin especuló que algunas de las adolescentes que hacen la transición luego quieren deshacerla, ya que originalmente pensaron en cambiar de sexo porque se sentían atraídas por otras mujeres y sufrían la homofobia en la sociedad o sus familias, y se declaró agraviada por quienes la acusaron de sostener una posición feminista radical trans-excluyente, o TERF, “un acrónimo acuñado por activistas trans”, según explicó.
Primero el mismísimo Harry Potter, Daniel Radcliffe, salió al cruce de Rowling desde The Trevor Project, una fundación para prevenir el suicidio de la juventud LGBTQ con la que colabora. “Como ser humano me siento obligado a decir algo en este momento. Las mujeres trans son mujeres. Cualquier declaración en contrario borra la identidad y la dignidad de las personas transgénero y va en contra de todos los consejos de las asociaciones de profesionales de la salud”. Recordó que el 78% de la juventud transgénero y no binaria sufre discriminación por su identidad de género y sugirió que es necesario “hacer más para apoyar” en lugar de “invalidar sus identidades” o “causar más daño”.
Emma Watson —quien interpretó a Hermione Granger— se sumó: “Las personas trans son quienes dicen ser y merecen vivir sus vidas sin que se las cuestiones constantemente o se les diga que no son quienes dicen ser. Quiero que mis seguidores trans sepan que yo, y mucha otra gente en el mundo, los vemos, los respetamos y los queremos por ser quienes son”.
Rupert Grint —Ron Weasley— emitió un comunicado: “Apoyo firmemente a la comunidad trans y me hago eco de los sentimientos que expresaron muchos de mis pares. Las mujeres trans son mujeres. Los hombres trans son hombres. Todos deberíamos tener derecho a vivir con amor y libres de juicios”. Bonnie Wright y Eddie Redmayne (quien actuó en la serie de películas de Animales fantásticos, también sobre textos de Rowling) expresaron perspectivas similares. La lista del rechazo de los fans es demasiado larga para siquiera encontrar ejemplos.
Es posible que parte del asunto sea una cuestión generacional, pero también es el modo en que ha funcionado Hollywood. Como dijo la actriz trans Trace Lysette durante la discusión ética sobre la interpretación de Johansson: “No me sentiría tan mal si estuviera en pie de igualdad con Jennifer Lawrence y Scarlett para interpretar papeles cis, pero sabemos que ese no es el caso”.
Y ese modo de funcionamiento de la industria es lo que cuenta el documental Disclosure, que la GLAAD, una fundación para promover imágenes reales de la comunidad LGBTQ en las artes audiovisuales, recomendó al agradecer a Berry su decisión de no interpretar a un hombre trans: “Nos complace que @halleberry haya prestado atención a las preocupaciones de las personas transgénero y haya aprendido de ellas”, tuiteó el grupo. “Otra gente poderosa debería hacer lo mismo. Un buen punto de partida sería mirar Disclosure, para aprender sobre la representación trans en los medios”.
Dirigido por Sam Federer y con la producción ejecutiva de la actriz trans Laverne Cox, famosa desde Orange is the New Black, hace una revisión exhaustiva de cómo se ha mostrado a las personas transgénero en la historia de Hollywood. Con entrevistas a actores y actrices trans y con clips de Psycho, Dressed to Kill, The Crying Game, The Queen, Paris is Burning, I Am Cait y Pose, entre otras películas y programas, recorre, sin seguir una cronología, esa representación. Y también esa distorsión: los personajes trans preponderantes han sido prostitutas, víctimas de homicidio, asesinos y en general figuras trágicas.
En 2016, cuando recibió su segundo Emmy por Maura Pfefferman, la mujer trans de Transparent, Tambor pidió a los hacedores de la industria: “Por favor denle una oportunidad al talento trans. Denle pruebas de audición. Denles sus historias. Es hora de eliminar la cerradura y abrir las puertas del reino. Me daría felicidad ser el último varón cis que interpreta a una mujer transgénero”.
Si bien Tambor tuvo su propia polémica, porque fue despedido de Transparent tras distintas acusaciones de acoso sexual, Jenniffer Finney Boyland, activista trans y académica, retomó sus palabras para presentar “dos razones por las cuales hay que abrir esas puertas”, como escribió en The New York Times. “Primero, hay cientos, si no miles, de actores y actrices trans listos para interpretar esos papeles. Merecemos la oportunidad de representar nuestra propia verdad”. Y está el problema del verosímil: “Los actores y las actrices trans deberían interpretar los papeles trans porque somos los que mejor podemos hacer el trabajo. La libertad de vivir nuestras vidas abiertamente debería incluir la oportunidad de hacer arte desde la realidad compleja, difícil y jubilosa de nuestras vidas”.
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