Hubo una época en que Italia parecía estar dividida en dos bandos en cuestiones de gustos fílmicos: quienes seguían con fervor a Sophia Loren y los que preferían, más bien, a Gina Lollobrigida, la Lollo, como la llama la prensa de su país.
Si bien hubo otras estrellas en aquellos años dorados del cine italiano, como Claudia Cardinale, Silvana Mangano y Monica Vitti, la rivalidad entre la Loren y la Lollo, por su belleza y talento, fue legendaria.
“Yo no buscaba el enfrentamiento. Yo era la número 1”, explicó Gina en 2017, cuando cumplió 90 años. “Lo conseguí gracias a mí misma, sin el apoyo de ningún productor”, añadió al referirse al matrimonio de Loren y el productor Carlo Ponti.
Sin embargo, en una entrevista de 2016 para Vanity Fair, Gina declaró que aquel famoso enfrentamiento “se lo inventaron ella y sus agentes de prensa, y ella no ha dejado de repetir el tema durante 50 años. A mí me resultó aburridísimo”.
Disputa real o no, lo cierto es que hoy la lucha ya no es con Sophia Loren en las pantallas, la batalla que Gina Lollobrigida libra es en el interior de su propia familia.
A los 93 años la actriz, fotógrafa y escultora nacida en Subiaco, a las afueras de Roma, el 4 de julio de 1927, está enfrentada con su propio hijo.
Todo comenzó con su romance con el español Javier Rigau y Rafols, un hombre 34 años menor que ella, pues, como la actriz declaró, siempre ha tenido “debilidad por los jóvenes”.
El romance pronto levantó suspicacias en el único hijo de Gina, Andrea Milko Skofic, nacido en 1957 durante su matrimonio con el médico esloveno Milko Skofic.
La pareja primero contó que se conocieron en 1984 en una fiesta en Mónaco, después resultó que en realidad se conocieron en 2004 y fue Rigau a quien le pareció interesante decir que su relación tenía dos décadas, para mostrar un romance sólido, y es que en el año 2006 anunciaron su compromiso matrimonial.
Pero Gina canceló el asunto dos meses después debido a la presión mediática y a que entre ella y Javier solo había “pasión, no amor”.
Él no se quedó de brazos cruzados, y el 29 de noviembre de 2010 celebró la boda en una iglesia de Barcelona con algunos testigos, una suplente de la actriz y unos documentos que Gina le firmó.
La actriz se enteró por casualidad de su boda y estalló contra el español, quien defendía su accionar basado en la idea de que Gina no quería un circo mediático y que por eso se había casado por poderes con él.
Lollobrigida emprendió acciones legales en 2013 tanto en Italia como España por considerar que su boda era un fraude, pero Rigau le advirtió que podría demandarla por manchar su nombre.
En medio de todo ese escándalo, el hijo de Gina pidió a las autoridades de Roma, en marzo de 2014, que se nombrara a un administrador para que tomara las decisiones empresariales de su madre, pues consideraba que ella por su edad ya no estaba capacitada.
Según Skofic, en aquel momento llevaba dos años sin ver a su madre.
Un juez determinó que la actriz de Pan, amor y fantasía estaba totalmente capacitada para tomar sus decisiones, pero no se trató del final de la historia.
La disputa legal de la mujer que fue cortejada por Howard Hughes y que compartió pantalla en Hollywood con figuras del calibre de Tony Curtis, Anthony Quinn, Errol Flynn, Frank Sinatra, Tyrone Power y Yul Brynner, ha tenido nuevos capítulos.
En aquella entrevista que Vanity Fair le hizo a Gina en 2016 parecía que Rigau era cosa del pasado, pero en escena estaba ya un nuevo joven (su debilidad), llamado Andrea Piazzolla, “un tipo guapo de cabello negro y ondulado”, según la revista.
El joven la ayudó a montar una exposición de sus esculturas en Qatar y con el paso del tiempo fue adquiriendo un mayor protagonismo en la vida de la diva italiana, alguna vez llamada “la mujer más bella del mundo”.
Gina lo definía como un hombre inteligente, honesto, “la mejor persona que he conocido en mi vida hasta ahora”, pero reconocía que esa misma cercanía provocaba el temor de su hijo. “Le da miedo que le deje el dinero a Andrea”.
En efecto, Skofic volvió a emprender acciones legales, que esta vez sí tuvieron efecto.
En noviembre de 2019 las autoridades italianas ordenaron que un administrador gestionara la fortuna de Gina, pues la familia acusó a Piazzolla de “expoliarla”.
Un nuevo episodio se dio apenas el pasado mayo, cuando la jueza del tribunal de Roma Eleonora Lombardi autorizó al administrador a requisar cualquier objeto de valor de la casa de la actriz, premios, cuadros y joyas incluidos, y a resguardarlos para evitar que se dilapidaran.
“Han decidido que muera de un modo innoble, como se hace con los delincuentes. En un país civil no es tolerable que se den abusos tan graves e injustos”, respondió la actriz en un comunicado en el que lamentaba tener que vivir en “precariedad”, “evidente disgusto” y privada de los recuerdos que la han acompañado durante toda su vida en su mansión de la Appia Antica de Roma.
Pese a la protesta de la diva, la familia tomó esa medida luego de que algunos de sus objetos salieran a subasta.
Además emprendieron, con Rigau incluido, una demanda penal contra Piazzolla, en la mira por un historial de operaciones bancarias y compras realizadas con el patrimonio de la actriz entre 2013 y 2018.
De acuerdo con un informe de la Fiscalía de Roma, Piazzolla se nombró administrador de una sociedad que gestiona los bienes de Gina y tan solo en 2015 vendió tres inmuebles.
Será el próximo 9 de julio cuando el Tribunal de Roma decidirá si se abrirá o no un juicio contra Piazzolla, quien lleva ocho años administrando la fortuna que Lollobrigida recaudó en más de seis décadas de carrera por títulos tan importantes como Fanfan la Tulipe, Pan, amor y celos, La romana y Salomón y la reina de Sabá.
Pero la actriz insiste en que no hay ningún problema con Piazzolla. “Mi vida es mía, trabajo desde que tengo 18 años y siempre he cuidado de mí misma”, aseguró al Corriere della Sera el año pasado.
Y es que con más de 90 años, Gina se mantiene activa. “Para mí trabajar significa vivir, mantenerme viva, es un placer. Sin trabajo me sentiría perdida”, declaró a la RAI en 2019, con motivo de su viaje a Estados Unidos para grabar un documental de su vida, The Last Diva.
“Quería escribir toda mi biografía, pero en lugar de eso ahora se las cuento”.
Y es que en la vida de Lollobrigida hay anécdotas innumerables. Es de las pocas divas vivientes del cine, testigo de la época de esplendor de la filmografía en Europa y en Hollywood, una actriz que llegó a la escena por casualidad, después de que fuera descubierta por un cazatalentos a las afueras de la Academia de Bellas Artes de Roma, donde estudiaba dibujo y escultura y dejó claro que el dinero no era importante para ella. “Yo, sobre todo, quería ser artista. Aspiraba a desarrollar una carrera de alto nivel”, dijo a Vanity Fair.
Hoy no es de su carrera o de su trabajo como artista de lo que se habla, es del dinero que tiene a “la Lollo” en una disputa mediática.
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